«Negar un hecho es lo más fácil del mundo. Mucha gente lo hace, pero el hecho sigue siendo un hecho»
Isaac Asimov.
Amanda
Suspiro mirando el reloj, luego al salón y de nuevo a mi dibujo. El profesor resopla y se acerca sin siquiera molestarse en apartarme un segundo de mi trabajo y firma la hoja, guarda su lapicero sobre su oreja y sale del aula. Lo despido con una mirada imponente y un puchero de frustración, devolviendo mi atención a lo que mis manos intentaron hacer y salió todo al revés.
Se supone que debería ser un rostro de perfil, ¿qué es esto? ¿Un hipopótamo subiendo un troco para comer papaya?
Artes, ¿qué es el arte? ¿Para mí? Un sistema de expresión, aunque si lo pienso “sistema” no sería la palabra correcta, su término me restringe, a mi parecer, así que solo diré expresar para no usarla y no cambiar completamente la frase.
El arte es expresar, y yo, por lo que veo, no soy capaz de expresar nada bien en la vida. No sé dónde está mi fuerte exactamente, soy una estudiante promedio, una chica que de niña no supieron explicarle que debía evolucionar de los muñequitos de palitos o podría reprobar artes. Suspiro de nuevo mirando con desaliento mi dibujo, ¡no quiero suspender!
—No quedó mal... —susurran a mi lado y sonrío, queriendo creer en sus palabras
Miro por encima a Nicholas, mi compañero del asiento continuo y, también, mi primer amigo en esta institución. Un chico tranquilo y amable que de alguna manera siempre encuentra como sacarme una sonrisa.
—¿De verdad? Yo pienso que se parece más a un hipopótamo subiendo un tronco de papaya —Hago una mueca, recorriendo una vez más mi dibujo.
Escucho su risa, es suave y risueña, igual que los pájaros en primavera. Se inclina hacia a mí y toma mi block de dibujo, inspeccionando de cerca con media sonrisa la vergüenza de mi “arte”.
—Solo necesitas practicar, Amu.
Amu. Me acomodo en mi puesto y veo a Nico evaluando mi trabajo. Me gusta mucho ese apodo, una vez me dijo que es un nombre en japonés, y el cariño con el que lo dice es diferente, es agradable, lo hace muy curioso y eso me encanta.
Tomo algo de aire, soltando un bufido de cansancio. Hago una mueca sintiendo como el moño que sostiene mi cabello empieza a soltarse. Bajo la mirada a mi regazo y me inclino a buscar mi teléfono, tomando apoyo de mi mesa para levantarme y desamarrarme el pelo, peinándome con los dedos mientras me veo en el reflejo de la pantalla apagada, puesto a que estaba segura que dejé mi cepillo en casa, otra vez, y no andaría con los cabellos parados por el resto del día.
Primero muerta que despeinada.
—¿¡Am!? —Me llaman desde atrás.
Sonrío, no necesito voltear para saber quién es. Sostengo mi teléfono y me encamino a abrazar a mi chico, mi osito, Jerry, con mucho cariño y un beso. Después de esta clase suele venir a buscarme para pasar, aunque sea unos minutos juntos antes de la hora del almuerzo.
Cuando me separo siento algo tocándome el hombro y al mirar es Nico entregándome mi block con una extraña mirada. Parte de mi felicidad se va, parece algo incómodo, tal vez al final aceptó que mi dibujo es un asco y no sabe cómo decírmelo ahora. Eso me duele y solo puedo intentar sonreírle para despedirlo con mi mano al aire, cuya se queda suspendida y en visto, cuando ni siquiera voltea a verla y ya se está yendo del aula con sus audífonos puestos.
Hago un mohín con mis labios, pretendiendo comentarle lo raro que me pareció su actitud a Jerry, cuando me percato que él continúa mirando por donde se fue mi compañero. Alzo una ceja, mirándolo con curiosidad, al parecer Nico no es el único actuando inusual hoy.
—¿Qué piensas? —Le pregunto desplazando una mano por su brazo. Jerry voltea reaccionando con una sonrisa.
—Nada —Vuelve a mirar la puerta del aula—. Nico volvió, menos mal.
—¿Estabas preocupado por él? —Ahogo una sonrisa—. ¿Debo preocuparme yo por eso?
—¿Eh? —Alza una ceja, se ríe entendiendo y pasa uno de sus brazos sobre mis hombros—. Nada que ver. Ambos estudiamos con él, sabemos que estuvo ausente la última semana.
—¿Y? —Sonreí, esperando el resto del discurso.
—Y… ¿Vamos por un helado al salir de clases?
—¿Qué tienes en mente? —Sonrío a la expectativa.
—Me gustaría hablar contigo de algo —Junto mis cejas hacia el centro, borrando mi sonrisa.
—¿Hablar de qué cosa? —Jerry sonríe de lado y pone su dedo índice sobre mi frente, haciendo que deje enarcarlas.
—No arrugues tu carita —susurra con dulzura, quitándome todo rastro de duda de la cabeza—, todo está bien, lo prometo.
—Vale… —Sonrío, inclinándome a darle un beso en la mejilla, y él, al separarme, uno en mi mano.
—Vamos a clases —Sonríe y tras yo asentir caminamos fuera del aula.
Me encanta, ¿ya lo dije? Seguro que sí. Jerry es sin duda un novio de ensueño: poco celoso, atento, comprensivo, sabe entenderme y me apoya en todo lo que decida. Sin mencionar lo guapo, amable e inteligente que es: el paquete perfecto.
¡Más hombres así, gracias!
—¿Vagando, Caulfield? —preguntan detrás de nosotros.
Volteo sobre mi hombro y damos cara a la intrusa. Sonrío y me suelto de mi chico para abrazar a mi prima, Verónica Richards, la cual últimamente no veía muy seguido por alguna razón que desconocía, pero que sobreentendía que era por su siempre apretada agenda. Además de ocupar un puesto de delegada, como mi novio, era adicta a tomar cursos de cocina; la admiraba, a mí siempre se me terminaba por quemar algo.