La primera impresión con Lukk fue sumamente rara. ¿A qué me refiero? A que Lukk se me quedó viendo por un largo tiempo en la sala de comidas, no podía comer sabiendo que me estaba viendo; era incómodo.
Aun con esa incomodidad, agarré el tenedor y me vi dispuesto a comer por el hambre que sentía. No obstante, justo en el momento de ensartar el tenedor en los fideos, Lukk habló interrumpiendo mi primer bocado después de siete meses dormido.
—¿Quién eres, señor? —me preguntó Lukk, mostrando interés en mi apariencia.
Iba a responder, pero por alguna razón, Isaac me interrumpió.
—No te entrometas mucho, Lukk —masculló Isaac mientras comía—. Él es el nuevo, no lo conoces, estuvo dormido por siete meses y recién se ha despertado.
—¿Siete meses dormido? Mm... ¿No querrás decir que estuvo en coma? —corrigió Lukk.
—¿Lo ves, Anthie? A eso me refiero con que no es un niño normal. Siempre está ahí corrigiendo cada cosa que digo, todos los días hace lo mismo. No hay día en el que no me corrija, eso no es normal —mencionó mientras se tocaba la cabeza y miró fijamente a Lukk—. A veces me olvido de que eres un anciano en el cuerpo de un niño, quizás si te comportaras como lo que eres sería más saludable para mí. No, me equivoco. Incluso diría que alargarías mi vida si no me sacaras tantas canas con las correcciones diarias que haces.
—No es mi culpa que siempre uses el término incorrecto, tal vez si utilizaras palabras más técnicas dejaría de corregirte —respondió Lukk ante las habladurías de Isaac.
—Esto se va a convertir en un debate interminable, así que está bien. Ganaste esta vez, Lukk. Hablemos de otra cosa, no quiero seguir discutiendo si no llegaré a un acuerdo contigo —aclaró Isaac, insistiendo en seguir con el desayuno.
—No se trata de ganar o perder, Isaac. Solo deseo mantener una conversación inteligente contigo, es todo. Es increíble que siendo el director no puedas hablarme de manera científica.
—No creo que seas la persona indicada en hablar de ciencia. Tú siempre intentas hacer actos de magia ante el personal —mencionó entre risas y agregó—. ¿Acaso eso es científico? No, creo que no. Así que no intentes forzar algo que no es comprobable.
—¡La magia es ciencia también! —observó detenidamente a Isaac—. La ilusión depende de la vista, ¿por qué no quieres creer que hay ciencia que puede manipular la percepción?
—Claro que la hay, pero eso no es magia, es ciencia. No intentes comparar aceite con agua.
—Pero si te estoy diciendo que la magia es científica, no hay nada que no sea ciencia, Isaac. Recapacita.
—¿A sí? ¿Y por qué no solo llamarlo ciencia? Es más, si tan confiado estás de eso, dime cuál es la explicación científica de los trucos que has hecho hasta ahora.
El silencio envolvió el clima, Lukk se quedó mudo.
—Esta victoria es mía, así que cambiemos de tema —me observó nuevamente—. ¿No vas a comer, Anthie? Pensé que te rugía el estómago de tanta hambre—dijo mientras observaba mi plato con codicia y me daba unas palmadas en la espalda.
Lukk y yo, lo observamos como si hubiera hecho una broma de mal gusto, él lo sabía. Tenía una cara de remordimiento circulando por su rostro.
Luego de verlo de esa manera, me animé a responderle y cambiar el entorno de la conversación.
—Claro que tengo hambre. Sin embargo, estoy pensando en las cosas que me he perdido este último año —miré hacia el techo—. No recuerdo nada de los cinco meses que estuve despierto antes del coma. Además, me encuentro en un lugar extraño. No tengo a nadie que conozca realmente aquí y ustedes pelean por cosas sin sentido. Solo quiero saber qué he estado haciendo antes del coma, todo a mi alrededor no concuerda. ¿Por qué siempre tengo que tener tanta mala suerte? —pregunté acongojado.
Lukk e Isaac escucharon cada palabra que dije y después de unos segundos, Lukk tomó la palabra.
—El señor está chiflado, ¿no? —preguntó Lukk haciendo referencia a mí—. Veamos, si no recuerdas nada, lo único que puedes hacer es enfocarte en el presente; de nada te va a servir sentirte triste por lo que ya ocurrió. Y aclaro, aunque puedas reparar el pasado, sigue siendo eso, tu pasado —mencionó señalándome con el tenedor—. Y, tú —hizo una cara de seriedad dirigida hacia Isaac—. ¿Por qué siempre los que traes tienen problemas existenciales? Hasta ahora no has traído a alguien sano y en condiciones. Los otros seis también parecen unos sacos de boxeo —agregó mientras se metía un bocado de fideos—. Lo mejor es traer del futuro, aunque eso genere contradicciones, te lo he dicho muchas veces —masculló mientras mantenía la comida en su boca.
El director Isaac no dijo ni una sola palabra, Lukk seguía hablando de que no le diera importancia a mi amnesia y que no importaba el pasado, que era mejor enfocarse en el presente.
No pude resistir más, desde que desperté todo parecía un sueño y luego de su discusión sin sentido estaba estresado.
Trataba de aceptarlo. Sin embargo, las palabras de Lukk habían rebasado el vaso que me mantenía estable, con ira y entre algunas lágrimas no pude evitar refutar todo lo que él decía:
—¡¿Tú crees que es fácil?! —exclamé enojado—. No saber nada durante un año, estar dormido y despertar sin saber que te ha ocurrido un accidente en el cual todo tu cuerpo ha cambiado. ¿Tú sabes algo de ello? —pregunté airoso—. No —interrumpí su respuesta—, nunca has pasado por esto. ¿Qué podría saber un niño? ¿Eres un genio, no? Deberías saber que no puedes hablar sin siquiera haber vivido una milésima parte de lo que he vivido yo. ¡Deberías callarte de una vez! ¡Ten un poco de consideración, maldita sea! —grité sin remordimientos.
Lukk se paró sobre su asiento y dijo:
—Sí, claro. No sé nada, por eso mismo, te hablo. ¡¿Consideración por un solo año?! ¡¿Estás llorando por un miserable año?! —recalcó y soltó una carcajada—. ¿Qué, qué voy a saber yo? Mi edad no es exacta como para que hables acerca de ello. Por favor —me miró con desprecio—, eso no es nada comparado a lo que he sufrido yo. No conozco de donde vine, no sé quiénes son mis padres y por lo visto, solo soy un perro recogido de este edificio. Simplemente aparecí de la nada y, así como tú, tengo amnesia. La única diferencia entre tú y yo, es que yo no recuerdo ni un miserable segundo de mi existencia —siguió observándome con ira—. Solo soy un niño —vociferó en mi contra—. Sin embargo, tú eres un adulto y lloras por un solo año. Eso te hace mi menor, ahora dime... ¡¿Crees que puedo soportar esto siendo un niño?! —gritó enfurecido.