_ ¡Sí, papá, lo soy...!, es que no podía dejar ...
_ ¿Que no podías dejar que muriera? _ cuestionó su padre, mientras se agarraba la cabeza con las manos, en señal de evidente preocupación.
_ ¿Acaso te has vuelto loc ?, ¿ Cómo rayos puedes arriesgar tu vida por una completa desconocida?, por una jovencita de la que sólo sabes su nombre y su procedencia ...
_ ¡Nunca lo entenderías!
_ Fue por eso que evité decírtelo, a toda costa.
_ Es probable, hijo mío, pero permíteme decirte una cosa: si de veras quieres gustarle a esa jovencita, no necesitas ser Superniño las veinticuatro horas del día.
_ Simplemente, sé tú ...
Las palabras de mi padre, me cayeron como un baldazo de agua fría.
_ Yo no quiero ...
_ Ah, ¿no ?
_ ¡No te creo!
_ Anda, ya déjate de rodeos y di la verdad.
_ ¡No trates de engañarme, que tengo más años que la injusticia¡ _ sentenció mi padre .
_ Nunca dije que me gustara. Además, no es bonita, es muy gordita y tiene la nariz más larga que Pinocho.
(Aunque yo sabía que realmente, ella no era así), pero no me quedó otra que inventar. Pues mi papi, es muy astuto.
_ Caramba! _ exclamó sorprendido Ralph.
_ Yo diría que le has sacado una radiografía_ rió.
Cachito se guardó en el más profundo de los silencios.
_ Tu silencio lo ha dicho todo _ concluyó Ralph. Se incorporó rápidamente y se retiró del cuarto del niño.
_ ¡Ralph, Cachito... !
_ ¡A com...! _ exclamó Muriel desde el living-comedor, mientras llevaba los utensilios a la mesa.
No alcanzó a terminar la frase, cuando Cachito, más rápido que un cometa, se encontraba ya en la mesa, devorándose el Pyttipanna . Para quien no lo sabe, el Pyttipanna es un plato típico de Suecia, basado en pequeños cubos de carne y patata fritos.
Ralph, llegó para los aplausos. Apenas quedaba resto del exquisito Pytipanna.
_ ¡Cachito se devoró hasta la comida de Panquecito! _ exclamó Ralph, refunfuñando como siempre.