La muerte esta tan segura de su victoria que nos da toda una vida de ventaja...
La noche comenzaba a extenderse en el cielo azulado, los niños entraban a sus casas y los adolescentes salían con sus atuendos de noche, se podría decir que iba a ser una noche agradable.
La luna salía iluminando las calles de la gran ciudad, mientras el sonido de la gran Brooklyn entraba en los oídos de Moreen que soltó una maldición porque había vuelto quemar el papel completo.
– Concéntrate Moreen, solo tienes que hacer que el fuego envuelva al papel y no lo queme por completo. – Dijo su madre después de quinta vez. – Ya es hora de que concentres tu magia en un elemento.
– Sabes que esto de ser bruja no me va bien. – Dijo Moreen votando las cenizas en el basurero, este ya estaba lleno de papel quemado. – Me veo mejor de loba. – Levantó su mano y sacó sus largas garras.
– Sé que algún día vas a liderar la manada pero mientras tanto tendrás que aprender a usar magia. – La mirada seria de su mamá la hizo guardar las garras. – Y mientras tu hermana no pueda hacer magia, me concentrare en ti.
Moreen miro a su mamá y negó con su cabeza, ella sabía que su hermana no había sacado ningún poder de su mamá y peor aún de su papá. Evangeline había nacido solo como una niña normal sin poderes y mientras ella podía ser normal, Moreen era mitad bruja por su mamá, y la otra mitad, lobo como su papá.
Él había visto que a ella no le importaba mucho ser bruja, Moreen siempre le había gustado más convertirse en lobo, excepto la primera vez que sintió todos sus huesos romperse a los diez años.
Ahora, casi ocho años después, había perfeccionado todo su cuerpo animal y le encantaba estar dentro de esa gran bestia con pelaje negro y grandes garras afiladas.
– Sabes que Evangeline no puede hacer magia.
– Entonces solo serás tú, y con mucha práctica podrías ser realmente buena.
Moreen miró a su mamá, físicamente se parecían mucho, con sus largas melenas negras y ojos del mismo color, pero donde su mamá era dulzura y ternura como su hermana, ella tenía una apariencia misteriosa y oscura que sacó de su papá.
Robert quien lideraba la pequeña manada de Brooklyn y era conocido por capturar a los sobrenaturales que desobedecían las reglas y hacerlos pagar.
Él había enseñado a Moreen a defenderse con todo tipo de armas, cuchillos, espadas, dagas, ella mismo era un arma, tal vez más letal que las anteriores.
Su padre solía decir que los amigos son solo enemigos que todavía no se han revelado.
Soltando un suspiro cogió el último trozo de papel de la mesa y se concentró en el fuego de la chimenea para que se transportara a la palma de su mano sin hacer daño al papel.
Transportar el fuego era fácil, lo difícil era evitar que este quemara el papel. El fuego bailaba en su palma quemando las esquinas del papel, pero logro evitar que llegara al centro.
Casi lo había logrado, cuando su hermana gritó y el fuego consumió todo el papel de nuevo.
– Joder ¡Casi lo logro! – Exclamó Moreen. Su mamá le lanzo una mirada divertida.
– Vamos a ver por qué gritó tu hermana. – Dijo su mamá y ella asintió.
Salieron del estudio y fueron a la sala para encontrar a Evangeline recostada en un sillón comiendo helado.
Moreen se lanzó en el sillón cerca de ella y le sonrió.
– ¿Qué te pasó Evangeline? – Pregunto su mamá.
Evangeline llevaba la cuchara de helado a su boca mientras trataba de hablar.
– El chico casi se muere. – Exclamó señalando a la televisión. Su mamá frunció el ceño mientras negaba con la cabeza.
– Tú y tus películas dramáticas. – Evangeline iba a contradecirla pero su mamá añadió. – ¿Cuánto falta para que llegue la comida? – El rostro de Evangeline se suavizó.
– No mucho. – Dijo llevando otra cucharada de helado a su boca. Su mamá las miro y suspiro.
– Voy a ver a Robert. – Y se alejó negando con su cabeza. Cuando se perdió de vista las dos soltaron una risa.
– Gracias. – Susurró Moreen. – No aguantaba más estar jugando a la brujita.
– De nada. – Sonrió su hermana. – Pero no sé de qué te quejas, a mí me encantaría tener un poco de magia, así podría hacer aparecer más helado. – Moreen frunció el ceño.