"Es una lástima que la mayor parte de la humanidad tenga una visión mental tan limitada a la hora de sopesar con calma y con inteligencia aquellos fenómenos aislados, vistos y sentidos sólo por unas pocas personas psíquicamente sensibles, que acontecen más allá de la experiencia común."
Un mes después.
La tormenta rompía en la ciudad y las grandes gotas de lluvia no perdonaban a nadie, sin embargo la joven chica de cabellos negros, que, sin duda estaba empapada de pies a cabeza, caminaba por el cementerio
sin miedo a la gran tormenta.
El cementerio de Folkrym era enorme, majestuoso y sin duda estaba lleno de magia.
Moreen se guió entre los mausoleos, en algunos de estos se podían ver pequeños muñecos vudú que indicaban que la persona enterrada ahí había sido bruja, otros tenían como decoración las garras, habían sido lobos y unos pocos, en vez de flores tenían el símbolo del sol, vampiros. Los que estaban sin marcar eran tumbas de mundanos y dado que la ciudad adoraba lo sobrenatural la mayoría de los mausoleos estaban marcados con algo, así hubiesen sido humanos.
Su piel se heló cuando encontró lo que estaba buscando.
Había pasado un mes, un mes desde la muerte de sus padres y era la primera vez que los visitaba en el cementerio. Los dos emarcaban un solo mausoleo y en este resaltaba las pequeñas garras y el pequeño muñeco vudú, pero las letras grabadas fue lo que llamó su atención.
La noche los recibirá en su cálido manto de estrellas y la luna guiará su camino para encontrar la paz.
Moreen respiró profundo. Un mes había pasado y ella seguía recordando cada momento de esa noche.
Después de que los policías la dejarán ir, Moreen se había vuelto loca, había ordenado a los lobos de la ex-manada de su padre a encontrar al asesino y cuando estos no le habían hecho caso ella había salido sola por la ciudad, sin embargo no encontró nada.
Después de tres días, su tía habia ido hasta Brooklyn para llevarse los cuerpos y sepultarlos en la ciudad de origen de ellos, Folkrym, un pequeño pueblo en Luisiana en el que sus padres y casi toda su familia habían crecido.
Su tía habia llorado y abrazado a ambas hermanas y les habia suplicado que la dejarán cuidarlas. Moreen había aceptado, pero aún quedaban cosas por hacer en Brooklyn. Así había pasado un mes ocupada resolviendo asuntos legales y preguntas de los detectives de policía.
Después de todo ese mes y de dejar todo en esa ciudad, Moreen y Evangeline habían viajado a Folkrym para vivir con su tía.
Eso había sido hace unas cuantas horas, Evangeline había llegado exhausta del viaje y cuando su tía les mostró sus habitaciones Evangeline se había quedado dormida al instante.
Arin se ofreció a mostrarle la ciudad a Moreen, ya que ella no la había visitado hacía años y había cambiado mucho. No es que el pueblo fuera grande, sino que uno se podía perder en la trampa del mundo oscuro que habitaba ahí. Incluso los mundanos sabían donde no debían entrar. Los bosques estaban prohibidos para ellos, ahí habitaba el pueblo de las Hadas y no eran amistosas con los invasores. Sin embargo Moreen recordaba poco y sabía dónde no debía pisar. Así que lo primero que hizo fue pedirle a Arin que la llevara al cementerio.
Arin sólo había asentido. Y ahí estaban, Moreen salió sola, necesitaba hacer esto sola.
Y ahí estaba Moreen, arrodillada frente a esas letras que adornaban el mausoleo.
No había llorado, no se lo había permitido, necesitaba ser fuerte, para ella y para su hermana.
Moreen nunca les dijo porque había decidido vivir en Folkrym, pero todo era parte de su venganza. Pués, el asesino de sus padres, Sahk, también había crecido en esta ciudad, había sido el ayudante de su padre cuando el había sido el líder de la manada, antes de que sucediera la gran pelea. Todo antes de que ella naciera.
Necesitaba atar cabos y encontrar las debilidades de su enemigo y ver si tenía algún pariente vivo.
Así que Moreen se levantó y se sacudió la motas de polvo. La lluvia había cesado y la noche ya se extendía sobre la ciudad.
Moreen se despidió de sus padres en silencio y jurandoles que ella encontraría su venganza, que no descansaria hasta lograrlo.
Era una promesa, lo fue cuando sacó rápidamente sus garras y se las clavó en su palma dejando caer su sangre sobre la tierra.
Los mundanos pensaban que hacer promesas de sangre era algún tipo de broma, pero para todos los sobrenaturales era algo que no se podía romper y que si se rompía se pagaba con sangre o con la muerte.
Salió del cementerio y entró en el pequeño auto de Arin. Ella la miraba expectante mientras Moreen envolvía su palma con una tirita por unos minutos hasta que sanara.
- ¿Estas bien Moreen? - Ella desvío la mirada.
- Lo estaré. ¿Tú estás bien? - Preguntó Moreen.