Fuera de la reglas

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—¡Katrina!

—¡Ya voy! —grito y salto en un pie mientras intento ingresar mi brazo dentro de la chaqueta y a la vez atar las agujetas de mi zapatilla— ¡Un momento!

El motor de la camioneta de papá se escucha y luego suenan las campanillas que adornan la parte interna de la puerta mientras esta se cierra. Bajo corriendo las escaleras, con mis dientes sujetando el lazo para mi cabello, y me ayudo de los barandales que acaba de poner mi padre después del accidente que tuvo Dennis, mi hermano, en Navidad.

Abro la puerta al mismo tiempo que mi hermano mayor ingresa al asiento de copiloto y deja la puerta abierta del asiento trasero para mí. Corro hacia ellos porque sé que podrían avanzar sin importar dejar a su hermana menor, y no quiero hacer una larga caminata hasta la escuela y llegar exhausta y sudorosa para la primera prueba e impresión.

Los escalones están cubiertos de nieve, restos del mes de febrero, y los bajo con cuidado sin disminuir la velocidad. Aunque luego la cabeza de Dean se asoma por la ventana y con su brazo extendido señala detrás de mí.

—¡No te olvides nuestras mochilas! —exclama a pesar de la poca distancia que nos separa. Un aumento de decibeles innecesario.

Resignada tengo que voltear sobre mis pies e ir por las tres mochilas que me esperan al costado de la entrada.

Es parte del trato. Yo preparo el desayuno, Dennis lava los trastes y Dean alista las mochilas, cosa que es una rutina desde hace cinco años cuando nuestros padres creyeron conveniente de que estábamos lo suficientemente grandes para valernos.

Así que, prácticamente Dean está familiarizado con ver mi basura de chucherías de la escuela que no limpio hace semanas, al igual que mi casillero, y también incluye ver mi privacidad respeto a la menarquía.

Preferiría elaborar cuerpos polares todos los meses pero no se puede debido a la ovogénesis.

Es una suerte que no tenga que encargarme de sus maletas deportivas y sus camisetas sudadas.

—¿Qué te costaba llevarlas al auto? —menciono y ubico una asa de cada mochila en cada hombro. Ubico mi mochila delante de mi pecho para poder caminar—, ese no era el trato.

—Ese es el trato —refuta Dean buscando su peine en la guantera mientras Dennis, sin pronunciar palabra, busca una estación de radio adecuado. La de los clásicos sonidos psicodélicos de Tame Impala que papá se encarga de cambiar cuando usa el auto—. Yo me encargo de alistar, no de ser el animal de carga.

—Si puedes estar con Macey, ya lo creo.

Kat: uno. Dean: cero.

—Al menos Macey ingreso en la primera prueba.

Eso sí dolió.

Verán, cada semestre se publican las audiciones a cualquier modificación escolar: talleres, cursos extracurriculares, cambio de materias, convocación a concursos interestatales, ingreso a los clubes deportivos y, lo que más me interesa, la competencia de bandas que necesita nuevos integrantes.

Macey ingreso en su primera prueba y claro que le daría el puesto si mis audiciones fueran para mejor rostro y cuerpo tonificado, que mantiene con sus caminatas diarias, para el listado de porristas.

Estaba en la mirada de Kenia desde que ingresó, como nueva alumna, hace dos años pero tuvo una gran influencia hablar conmigo.

Sí, yo fui quién la ayudo porque de seguro que le ponían más trabas de lo que en realidad era ser porrista.

—¿Quién lo dice? —Dennis se concentra en la carretera y avienta dos barras de cereal a cada uno. Lo atrapo en el aire y agradezco—. Fue gracias a mí. Sus ensaladas llenas de legumbres bajo en sal no hablaron con Jess para que le diera un cupo.

—Pues deberías decirle a Jess que también te consiga un cupo —abro mi barra de cereal de chocolate y miel y le doy un gran mordisco mientras me apoyo en el respaldo del asiento y cruzo los brazos—. Ah, no, me acordé de que así ella te ayude no te aceptarán a menos que muestres más disciplina.

—¡Soy disciplinada! —exclamo indignada.

Solo pasa un segundo para que Dennis por fin se pronuncie.

—No, no lo eres.

Jadeo en asombro y me inclino hacia adelante, apoyándome en sus asientos.

—Lo soy, soy educada, servicial —enumero con mis dedos mientras balanceo mi cabeza—, inteligente y...

—Una bocazas.

Sin evitarlo respondo—: Bocazas tu abuela.

—Nuestra abuela —corrige Dennis, el mayor de los tres.

Touché.

—Ves... Por eso no te aceptarán.

Vuelvo a la comodidad de todo el asiento trasero cuando Dennis estaciona el carro, apaga el motor y coloca el seguro a todas la puertas debido a que si no lo hace, saldré corriendo y lo más probable es que me olvidé algo y tenga que volver por ello, insultarlos e irme de nuevo.

Tame Impala aún sigue sonando, pero puedo escuchar la voz del primogénito Denson.

—Cierra la boca y escucha —advierte antes que nada. Evito rodar los ojos ante eso y como una buena niña que no soy, escucho—. Esta vez lo lograrás, el puesto será tuyo y si no es así lo seguirás intentando...




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