Katrina
Jess sonríe coquetamente y toma un mechón de su cabellera rubia entre sus dedos, un tip de seducción que aprendió en internet, mientras Vance está en la tribuna de al frente con un sombrero que oculta su identidad pero ineludible si vemos que lleva la misma camiseta de la mañana de The Neighbourhood.
Uno de mis grupos favoritos no debería estar cerca a él.
No entiendo su paranoia de que lo reconozcan. Postular para ser bastonera no es algo que debería avergonzarlo. Claro, es varón y los varones suele gastarse bromas sobre nosotras y la feminidad que puede tener uno de su mismo sexo, pero para ser Vance eso debe resbalarse. Bufo desconcertada. Es insólito que tenga que hacer eso, me parece un insulto y no me dije o pregunté hace unas horas lo que ahora, con más razón, me carcome de curiosidad.
Se camufla bien entre la poca gente que hay. No seremos más de cuarenta personas, restando a los que venían para audiciones para la banda escolar y que fueron los primeros en hacerlo, solo quedamos un par de participantes para ser porristas y los que luchamos por los tres únicos puestos de bastoneras. Creo que seremos once, en aproximado.
La última participante para el equipo de porristas lleva mal su rutina. A fallado en una pirueta de doble mortal consecutivo y Kenia a gruñido más veces de lo normal en estas horas de ver a más de veinte aspirantes.
Jess, por otra parte, sigue concentrada en su amor platónico que intenta pasar desapercibido.
—Deja de hacer eso —digo hastiada. Vance ni siquiera mira en su dirección y la última vez que lo hizo me atreví a preguntar en silencio qué está haciendo. Leyó mía albios y desde ahí no ha vuelto a mirarnos. Lo tomé como un descaro. Él sabe que voy por un puesto dentro, Ronald ha mantenido al tanto mi vida fracasada en intentar estar dentro de la banda y ahora llegaba él a desafiarme. Retuerzo mis manos, mi pierna tiembla voluntariamente—. Concéntrate en calificar a la participante, no en mirarlo.
Me mira molesta pero hace lo que le digo. Ella no sabe que él está por la misma razón que llevo insistiendo años y mi, mal llamada, malcriadez me quitó de la mira. Casi nadie lo sabe, al menos eso creo, y no sé qué piensa decir cuando llegue su turno y lo llamen por su apellido.
No tiene una hermana y sus hermanos son una posibilidad inimaginable.
Una vez estuve en sus brazos, lo golpee. ¿Qué más podía hacer? Su cabello caía sobre su frente, esos mechones rebeldes de cabello carbón, y su sonrisa cincelada parecía invitarme a un circo del terror si sus labios se posaban encima. Por lo que, mis manos sirvieron de resorte y, para ese entonces, Jess ya había notado su presencia.
Los deje solo, debía hacerlo, para ir en busca de un palo de escoba que ahora sostengo con fuerza. Ella, más que feliz, me sonrío en agradecimiento. Solo que ahora está demasiado ensimismada con el caballero de pañoletas en la muñeca.
Vuelvo a concentrarme en la imagen imaginaria que se proyecta de mis recuerdos. Recorro cada paso para no cometer el mismo error de la chica que está haciendo su rutina. Acaba de hacer una pausa innecesaria que Jess y Hannah, lo notan. Eso hace que le resten tres puntos de su hoja.
En verdad para hacer esto se necesita seguridad. Soy segura, pero ya no puedo decir lo mismo si tengo a Vance mirando todo y, a parte, va para la misma audición. Es un rival y ya sé que debiera estar acostumbrada tenerlo en cada jodida competencia, mas no es así. Es imposible aceptar, cada vez más seguido, que donde esté, él está.
Mis posibilidades se debilitan porque así como yo tengo adulaciones, él también cuenta con allegada en la escuela. Pertenecemos al mismo círculo social, a más de uno, y cerrar los ojos no lo suprime del panorama. Además el entrenador le tiene estima, cabe decir.
Eso es un desequilibrio en una riña justa.
—No va a pasar —comenta Kenia, luego de unos minutos, está al lado de Jess y habla lo suficientemente alto para que nuestra grada escuche—. Su rutina es pésima y ni siquiera sonríe mucho.
Naturalmente me gusta estar al lado de ellas. Kenia puede parecer una desalmada, sin embargo, trabaja como voluntaria en un asilo los fines de semana. Hannah, ella dile seguir todo lo que hace Kenia, pero se diferencia en que es buena para hacer discursos. Quiero decir, salen de los estereotipos que uno piensa.
Y, aunque es difícil de creer, no todos los populares llevan su cerebro de adorno. Cada persona es diferente, por si no lo sabías, no todos siguen a la manada.
Hannah asiente y tacha los datos de su tablero de anotaciones. La música escogida también le restó puntos. Escogió el género del pop y, aunque parece que todos nos guiamos por ese género, Hannah ama una buena pieza de sinfónica. Se dice que esas son algo difíciles de bailar, algo que no sea ballet, y pone a prueba a la novatas que piensan que ser porristas es solo mover el derrier.
Sin expresión, utiliza un marcador rojo y, cuando menos lo espero, alza el megáfono de su costado.
—La audición para el equipo de porristas se acabó. Sigue —Kenia pasa la hoja siguiente y se lee el título de bastoneras. Hannah se acerca a ella para cerciorarse—... la audición para el quipo de bastoneras. El profesor de la banda tuvo un percance así que lo calificaremos nosotras. Eso es todo. Los resultados para las porristas lo publicaremos el lunes, a primera hora, en el muro principal de BHS.
Mi espalda cae en la grada superior y Jess me lanza una mirada cargada de preocupación. Sus ojos castaños se dilatan y sabe que debe ser objetiva por encima de su subjetividad y nuestra amistad. Mas cuando Kenia lo supervisará con cada lujo de detalles y Hannah es perceptiva y cautelosa.
Editado: 29.06.2020