Katrina
Cuando Mac DeMarco suena en el reproductor en forma de pato que tengo sobre la escalera de madera —que sirve y hace de estante para mi colección de esculturas de arcilla—, suena mejor que hace unos minutos. Los parlantes delanteros y traseros del auto de Vance amplifican cada onda sonora de manera uniforme, pero su sola presencia arruina la voz de uno de mis artistas favoritas.
Demonios, ni siquiera debería pensar en lo fabuloso que sonaba su equipo de sonido.
Sacudo la cabeza y sonrío mientras tarareo la canción contra mi voluntad. Tal vez tener algo en lo que distraerme de la sonrisa de Vance y ese aire retador cuando Dean intentaba incluirme en su conversación, me tiene despreocupada. Y la foto que no se le escapó a Ronald y su fiel acompañante, su cámara, de nosostros llegando en el mismo vehículo a la preparatoria, no cambió esta sensación.
Sin embargo, Vance es capaz, por sí solo, de derruir mi felicidad a enojo.
—Pensé que las chicas son felices con un beso de mi parte, pero, Kat, tú solo sonríes por estar cerca de mí —de reojo puedo ver cómo se aferra al asa de su morral y despierta ese fanatismo de las chicas como Jess. Prendidas en la iluminación del sol naciente de primavera que danza en el cabello azabache del jugador estrella de fútbol americano— ¿No es eso loco?
—Completo idiota —siseo. Recibo saludos animados, nerviosismo de algunos y aborrecimiento de pocos. Los intercepto como siempre, ignorándolos— ¿En verdad crees que me interesas?
—¿Por qué no, Denson?
Escucho la voz de mi hermano junto con la de Maisie, risas a borbotones, y eso significa que el partido de basquetbol que viene será sumamente sencillo. Queda poco más de dos semanas para que el equipo de fútbol americano nos represente en los juegos de primavera anuales y una semana para que el equipo de basquetbol entre en las finales.
Y, dentro de todo eso, estoy ansiosa por saber que futuro me depara un simple papel, adherido con tachas al mural, que se observa a través del cristal de las puertas. Unos cuantos pasos más y llegamos, después de caminar desde el estacionamiento a la espalda de Bayfront a la zona frontal, porque Vance no puede dejar a simple vista su automóvil con valor de tiempo.
Eso y que la mayoría de nuestro círculo social, estaciona su auto ahí. Claro, excepto mis hermanos. Nosotros tenemos un sitio debajo del árbol de cerezo más longevo que tiene su copa extendida a una plaza en la izquierda del estacionamiento. Todo gracias a Dennis y su costumbre de estacionar su auto sobre el excremento de aves que ahora está finamente cubierta por restos de nieve.
Los demás árboles no tienen esa disposición con los otros autos, así que el invierno es peor cuando cae y los cubre. Aunque el estacionamiento trasero tiene un techo de madera, no alberga todo el circuito automovilístico de los alumnos.
Caminamos a la par.
—Porque eres una erupción dermatológica en la epidermis a causa de acumulación de grasa y polvo en la adolescencia —recito.
Él se adelanta y camina de espalda. Me sonríe y apunta con su dedo índice.
—¿Estas diciéndome de forma ornamentada que soy un grano? —arquea una ceja. La puerta translúcida impacta con su espalda y no se detiene ante eso, la abre y espera a que entre para cerrarla— ¿Sabes que también entiendo de metáforas, verdad? ¿O acabas de olvidar que el curso de literatura y biología avanzada lo llevamos igual?
Se hace a un lado y soy capaz de ver algunos cupones de almuerzo y la temida lista de las audiciones.
Nunca pensé decir esto, pero Jess estaría bien a mi costado susurrando los chistes mal contados de su padre para evitar que, si mi nombre no aparece sobre el invento de China, no vuelva a herir mi orgullo. Esa cosa de la que me deshice para volver a postular por tercera vez.
—Me da lo mismo —camino con recelo al mural principal y examino el papel mientras recojo un cupón de almuerzo.
Vance silba.
—Que agresiva —aprecia. Le agradezco—. No hay de qué. Tengo clase de cálculo a primera hora, nos vemos, cariño.
Le enseño mi dedo corazón antes de que desaparezca entre el alumnado con camisetas de diversos colores. Algunos, como Vance, Dean y Jess, tienen que tener alguna vestimenta con el logo de BHS. Ya sea el nombre completo del colegio o las iniciales. Cada miembro oficial de algún equipo representativo, lleva aquello y no quiero ser ajena a eso.
Las competencias de ciencias son en otoño y hasta ese momento no puedo esperar a portar la sudadera que Dennis me obsequió.
Sí, necesito ver mi nombre mientras mi dedo sube por los nombres de los afortunados.
Casi, ahí mismo, cuando mi dedo pasa de la división de porristas, el cuerpo esbelto de Jess empuja mi brazo y cubre con su anatomía los resultados. Sonrisa nerviosa más su uniforme de porrista da a entender que está alejándose de nuestro grupo habitual. No obstante, su nicho ecológico discrepa con su actual actitud.
Por lo que, la empujo a un lado.
—¡No, Kat! —chilla desesperada y me tira del brazo a la derecha—. Vamos a clases, hoy nos toca juntas.
—¿Qué tienes? —replico hastiada. Sus ojos suplican que le siga y eso no es algo bueno. Con más ímpetu me alejo de ella y busco mi nombre resuponiendo lo que viene—. Déjame verlo.
Mi hombro es rodeado por su brazo desnudo y me da la vuelta.
—No querrás verlo —murmura.
—Tengo qué —respiro hondo, me libera—. Al menos quiero verlo.
—Es que, es que... —tartamudea—. Lo lamento, hice lo que pude pero las anotaciones se la dieron al entrenador y al profesor de la banda. De ellos fue la decisión completa. No de nosotros y...
Editado: 29.06.2020