Alex
Si tuviera que describir mi vida en estos momentos bastaría con miserable, eso era mi vida sin Amara. Supo cómo convertirse en alguien importante, en sacar una parte de mí que no sabía que existía.
Si me hubieran dicho cuatro meses atrás que escribiría notas y dedicaría canciones, me hubiera burlado en la cara de esa persona.
Hoy, tres meses después de que la única persona que amaba me hubiera dicho que solo éramos canciones, me doy cuenta de cada uno de los errores que cometí.
Nunca debí ocultarle la doble vida que llevaba, nunca debí permitir que se marchará sin explicarle, pero sobre todo nunca debí acceder a ese trato tres años atrás.
No existe justificación para lo que hice, lastimé a la persona que más amaba, destruir el único lugar donde lograba sentirme como en casa.
Aceptar que tenía que marcharme a Londres si quería acabar con todo esto no fue fácil, cuando lo único que quería era ir tras ella y rogar por ser escuchado.
No me importaba tener que arrástrame si se trataba de ella, porque mucho antes de probar esos labios ya me tuvo a sus pies y lo peor es que enamoró con solo una palabra.
Desde el momento justo en el que me llamó jardinero tuvo toda mi atención. Llámenme masoquista, pero nadie se había atrevido jamás a retarme con esa mirada, una que te llegaba hasta el alma.
De pensar que esos ojos color verde podrían mirar a alguien más, de la misma manera me cambiaba el humor, pero en el fondo sabía que si eso sucedía me lo merecía por idiota, por ser un idiota de ojos cafés.
Odiaba a mi padre por haberme llevado a aceptar aquel trato, pero más me odiaba a mí por llegar a creer que nunca nadie llegaría amarme de una forma tan intensa.
Llevaba meses consultando abogados, buscando vacíos legales para librarme de este asunto cuanto antes, pero no había logrado mucho.
La cabeza me daba vueltas en aquella habitación de hotel en el centro de Londres. Cada día pensaba en ella, en cada momento me invadían imágenes de nosotros y luego todo se opacaba convirtiéndose en el recuerdo de aquella noche.
Una noche donde sus ojos llorosos me culparon, sus palabras me golpearon, pero aquel último beso fue veneno para las heridas, porque ese beso no fue como otros.
No solo mi cabeza era un caos, la relación de mis padres estaba pendiente de un hilo. Desde que mi madre se había enterado de todo la verdad que había detrás de aquel compromiso, había amenazado a mi padre con el divorcio de no hacer que ese teatro parará.
Los recuerdos de esa tarde volvieron
♪♪♪
— Y tú, eres un idiota —dijo recriminando mis decisiones— ¿Cómo te dejas arrastrar a esos tratos tan ...? No sé ni cómo llamarlos —nunca había visto a mi madre tan enojada como ese día—. Siempre has sido un niño inteligente, pero te juro que no entiendo que tenías en la cabeza en ese momento.
— Fue sensato —intervino mi padre—. Supo elegir, comprender que lo primero son los negocios y que el placer podrá encontrarlo en cualquier lado —mi madre se giró hacia él.
— Suficiente, quiero el divorcio —dictó más calmada—. No es una advertencia Mauricio McCasthy, quiero el divorcio porque no puedo seguir casada con un hombre que piensa de esa manera tan retrógrada, con una persona que prefiere arruinar la vida de su propio hijo por un estúpido negocio.
—No seas dramática Becka, son solo negocios —continuó mi padre firme a sus pensamientos—. Tú y yo nos casamos de esta forma, por un negocio de nuestra familia, ¿ya se te olvidó? —preguntó mi padre, dejándome sorprendido por la declaración—. Estabas enamorada de alguien más, alguien que era una basura y ¿qué pasó al final?, mira dónde estás y a quién amas. Solo quiero lo mejor para nuestro hijo.
— Que lo nuestro haya salido bien, no te asegura nada —defendió mi madre su postura—. Lo mejor para él no está al lado de una persona que no le hace sentir vivo. No olvides que por muy McCasthy que sea también es un Hanse, y los Hanse necesitamos personas que nos reten, no títeres.
— No pienso apoyar su decisión de tirar todo a la basura por un capricho —esa fue la gota de mi paciencia que se derramó.
— No es un capricho, no es un revolcón de una noche, no es un juguete o una persona donde encuentro solo placer —no pensaba permitir que se refiera a ella como algo momentáneo—. Es la persona que me amó más que a mi vida y lamentó informarte que no necesito tu apoyo para acabar con esta estupidez.
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Nunca debí aceptar formar parte de aquel negocio, pero solo era un niño que no le interesaba las relaciones y dudaba encontrar a alguien que lo hiciera sentir diferente.
Y fue en ese momento donde aquella chica llamada Claire Jhonson, se acercó a mí para dejarme saber su punto de vista.
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— Es un trato justo para los dos —aclaró Claire viendo el lado positivo de la situación—. Nuestros padres quieren hacer negocios y la mejor forma de cerrarlo que ven es una unión entre sus hijos.
Acabábamos de comenzar la universidad, éramos jóvenes, buscábamos cosas diferentes, pero si lo pensabas un poco si tenía su punto, ella se marcharía a vivir a Londres, así que todo sería fácil y cómodo mientras pusiéramos nuestras propias reglas.
— No busco relaciones a largo plazo, ya te lo he dicho —volví a dejar claro mi punto—. No me interesa hacerte feliz ni enamorarme de ti.
— Tampoco busco enamorarme de ti, solo te digo que esto puede beneficiarnos a ambos —podía ser más intensa—. Me marcho a Londres y tú te quedas aquí, podremos seguir nuestras vidas como se nos antoje, lo único que cuando llegue el momento nos tocará decir acepto frente a un altar.
— ¿Qué pasa si uno de los dos se enamora de alguien de más? —no pensaba ser yo el que estuviera en esa situación.