Edward.
—¿Vas a ir? —Mi voz fue cautelosa, casi sin querer abandonar mis labios. Estaba nervioso y no tenía muy claros los motivos—. ¿Quieres ir?
—Edward, si te dije fue...
—Respóndeme —pedí, ansioso, casi con el corazón en la garganta debido a la presión que estaba sintiendo.
Era tu hermano, Edward. Solo quería verla y hablar.
Hablar.
Elijah no era de los que buscaba solo porque sí, y Elena en algún punto tuvo sentimientos por él. Tenía miedo. Confiaba en ella, en nosotros y sabía que debía hacerme a la idea de ellos estando en la misma habitación, pero no podía evitar pensar en la posibilidad de ella volviendo a su lado.
Sentía un poco de miedo por lo que pudiera pasar.
Tenía derecho luego de lo que había sucedido entre ellos.
—No quiero ir, o bueno, no estoy emocionada por ir —contestó, queriendo acercarse al dar un paso al frente que no me esperaba y que me hizo retroceder, provocando que sus cejas se juntaran—. Pero iré.
Carraspeé, como si hubiese escuchado mal. No iba a pedirle que no fuera. Elijah era mi hermano y las cosas sucedían cuando tenían que suceder y de la forma en que tenían que hacerlo. Confiaba en Elena con mi vida, estos meses juntos me demostró que realmente quería algo en serio conmigo, sin todas las palabras dichas en el pasado o cualquier otra cosa.
—Edward, no iré porque quiera verlo —dijo como si necesitara explicarse. Yo no le estaba pidiendo explicaciones, pero de alguna manera, me aliviaba que me quisiera argumentar su decisión. Estaba siendo paranoico—. Voy a ir porque puede ser importante y porque Elijah no es de los que escribe sin un motivo de por medio.
—Lo sé.
Casi salté cuando se acercó, posando su mano sobre mis brazos en un intento por darme calma. Me conocía lo suficiente como para saber que esto no era un ataque de celos o algo similar, mi cuerpo reaccionaba porque llevaba años teniendo pavor a arriesgarme y tenía miedo de caer luego de que probé un poco de felicidad.
—Confía en mí, por favor —suplicó—. Estoy contigo, te quiero a ti. Esto no tiene nada que ver con lo que pasamos Elijah y yo hace meses, ni siquiera tuvimos una relación y yo...
—Tu creías amarlo, Elena —dije antes de que tuviera la oportunidad de pensar en las palabras—. Pero ve —intenté enmendarlo al ver su rostro tornarse preocupado—. Te esperaré aquí y tu...
—Me vas a llevar y hablaremos con Elijah juntos para decirle que tu y yo ahora somos una pareja.
Sacudí la cabeza, sabiendo que esto no era lo que quería. No quería atarla, que sintiera la necesidad de hacer cosas que iban mas allá de lo que quería porque creía que yo no confiaba en ella.
—Confío en ti, lo sabes. —Ahuequé su rostro entre mis manos, dándome calma al fijarme en esos lagos azules que admiraba por las noches—. Trabajaré mientras no estás.
—Llévame, por favor.
Trató de darme una sonrisa, pero sus labios se curvaron en una especie de mueca preocupada. Yo la preocupé. Tiré de ella directo a mis brazos antes de que abriera la boca nuevamente, besando la cima de su cabeza y sosteniéndola con decisión, sin querer soltarla.
Lo de la empresa me tenía los nervios al borde y si le agregaba esto, el estrés hizo lo suyo infundiendo temor. No quería que Elena creyera que estaba dudando de ella, claro que no, pero tampoco quería decirle que mis dudas eran con respecto a mí, que tal vez me equivoqué y no soy suficiente para ella.
Me daba miedo la idea de que lo que quisiera si fuese realmente Elijah y yo con mis intentos por tenerla para mí, la hubiese orillado a tomar una decisión incorrecta, a conformarse con algo que no era lo que deseaba.
Porque en un principio, ella sí quería a mi hermano.
Mi hermano.
—¿Me acompañas a la ducha? —Su voz prácticamente salió como un ruego deslizándose entre sus labios secos, un poco quebrados por el frío—. Aún tenemos tiempo.
—Elena...
No esperó respuesta alguna en negativa, simplemente rodeó mi mano con la suya y se arriesgó a llevarnos al baño, siendo ella la que prácticamente me quitó el pantalón, se despojó de su bata y nos guio bajo la regadera en silencio, trazando y uniendo algunas de las pecas en mi pecho como si fuesen puntos que conectar.
—Tal vez pueda ir contigo a la reunión con mi padre —susurró tras varios minutos bajo el agua donde el silencio no era cómodo, pero tampoco disgustante. Por lo general, reíamos cuando nos duchábamos juntos, y ahora, solo había este aire entre los dos, lleno de temor por lo que sea que le iba a decir Elijah—. Decirle que si quiere pasar acción de gracias conmigo este año, tendrá que soportarme toqueteándote —bromeó para llamar mi atención—. Edward, te estoy hablando.
—No creo que a Jacob le guste mucho la idea. —Forcé una sonrisa que no llegó a mis ojos y que terminó generando que Elena me lanzara una mirada enojada—. Lo siento.
—Piensas demasiado las cosas.
—No te molesta cuando eres tú la que está en mi cabeza.
—Yo soy un pensamiento bonito —respondió, cerrando la llave tras plantar un beso en mi pecho—. Mantenme en tu cabeza para que no pienses cosas que no debes pensar.
—Es imposible que no las piense, Elena. —Cansado, sintiendo el peso de todos los problemas de estos días, tomé una de las toallas en el perchero para rodearla con la tela, soltándole el cabello en el proceso—. No tardes mucho, te esperaré afuera.
—Edward.
Su mano voló a la mía casi de inmediato cuando quise salir de la ducha. Tiró de mí hacia ella, casi cayendo en el proceso cuando mis pies se quedaron clavados en el piso. Tuve que inclinarme rápido para evitar que su cara tocara la baldosa.
—Lo hiciste a propósito, idiota. —Me apuntó, riendo—. Dame un beso.
—Cuando termines de arreglarte y salgas.
Intenté alejarme, pero no me soltó.
#900 en Novela romántica
#363 en Chick lit
amor odio celos y rechazo, drama celos amor verdadero, boda dolor embarazo salir adelante
Editado: 19.04.2024