Edward.
Volver a Boston me alivió. Separarme de papá luego de mas de un mes escuchando sus gritos y quejas, me haría bien, además, Elena necesitaba un maldito descanso. Había estado corriendo de un lado al otro junto a mí, haciendose cargo de muchas cosas de las que no debería solo porque quería y le agradecía mucho el gesto, lo que no agradecía era que apenas si hubiese dormido un poco en las últimas semanas por estar al pendiente de mi padre y de mí.
—No teníamos que irnos —se quejó al llegar al aeropuerto—. Sé que Miles aún no se ha recuperado por completo y nos necesita, Edward. No podemos...
—Elena, necesitas un descanso y lo sabes. Sé que quieres ayudar a ese viejo cascarrabias, pero por favor, vamos a casa. —Cerró la boca ante mi tono—. Volveremos si es lo que quieres, pero no voy a permitir que te desgastes cuidando a mi padre cuando es algo que me corresponde a mí y ya lo he hecho lo suficiente. Necesitas un respiro de todo, cariño.
—La verdad sí quiero dormir mas de cinco horas.
Me sonrió y tomé su mano, caminando al auto esperando por nosotros enviado por Marie, la mujer que hasta el día de hoy, luego de semanas desde que hablamos, seguía enojada, justo como pensé que lo estaría Elena. Tenían motivos para estarlo, aunque sé que de poder devolver el tiempo, no habría actuado de otra manera. Mi padre no se merecía mucho de lo que le daba, pero era mi padre, independientemente de lo que haya pasado. No podría vivir mi vida entera con la culpa que hubiese significado para mí no haber viajado.
Las consecuencias de ello se derivaron de su enfermedad, el no llamar a Elena o a Marie por no tener mi celular se mezcló con mi preocupación porque él se encontrara bien que no pude pensar de otra manera, tenía miedo y asumí el rol de hijo que tal vez él no se había ganado, pero me sentía en la necesidad de darle.
Casi cae por las escaleras a media noche en una de sus escapadas a la cocina al no verme en la cama de al lado, creyendo que estaba llamando a mis hermanos. La paranoia hacía parte de su vida, pero que lo mezclara con la culpa que sentía ya era demasiado malo.
—¿Le dirás a Emma? —preguntó Elena cuando llegamos a mi departamento. Dejó las maletas junto a la cama, quitándose los tenis mientras me miraba—. Creo que ella debería saberlo. Elijah ya es caso aparte.
—Él ya está mejor, pero la doctora pidió que nada de sobresaltos y no sé como reaccionará Emma al enterarse. Él no quiere que le diga, pero es Emma de quien hablamos —sonreí de lado, recibiendo sus tenis y poniendolos sobre la cómoda donde normalmente los dejaba para nada mas tomarlos en la mañana—. Ella viajará nada mas se entere y no sé como lo tomará Nicholas tampoco. Ansel está muy pequeño, Alaia acoplándose a sus clases, Emma sigue en terapia y...no sé todo es demasiado que pensar.
—¿Piensas traer a Miles?
Se tiró en la cama, con sus manos juntas en su abdomen. Me acosté junto a ella, recibiéndola en mis brazos cuando se giró. Elena había estado estas semanas para mí de una forma que no creí posible que pasaría. Ya había hablado con papá en una de las ocasiones en que ella durmió en su hotel, no podía seguir poniendo en el aire mi paz con Elena por seguir viajando a cada nada.
Elena tenía una vida en Boston, no era como yo que podía trabajar desde casa, y ya la había sacrificado demasiado por mí. Papá entendió eso, pero no accedió a viajar conmigo, sino a que dispusiera de una enfermera para él bajo la promesa de que viajaría por lo menos una vez al mes a visitarlo.
Estuve de acuerdo, no me molestaría viajar dos fines de semana de ser necesario, pero ya no podía seguir permitiendo que Elena se sacrificara por mí, aunque no lo dijera, sé que le hacía falta su trabajo.
—Tengo que llamar al hospital para preguntar si aun tengo un puesto —se burló, subiéndose a horcajadas sobre mí—. Y tengo hambre.
—Ambas cosas ya están solucionadas. —Frunció el ceño, sosteniéndose a mis hombros cuando me incorporé, tomando su cintura para dejarla quieta sobre mi regazo—. Hablé con el director del hospital antes de salir de Londres, te estará esperando mañana a primera hora para asignarte tu nueva especialidad.
Su ceño se profundizó, confuso.
—¿Nueva especialidad? Pero si no había vacantes en neuro.
—Ahora las hay. —Abrió la boca para hablar, pero la cerró de golpe sin saber que decir—. Uno de los residentes quería el traslado en Londres, hablé con la doctora de papá, que es la dueña del hospital y le conseguí un buen puesto a ese muchacho así que quedó una vacante libre.
—Edward...
—No hice nada malo, sabes que soy partidario de que las cosas se deben ganar. —Asintió aún sin comprender muy bien lo que salía de mi boca—. Tu te has ganado ese puesto, Elena, eras la primera en la lista, así que no creas que pagué o algo similar para que te lo dieran, puedes pedir los registros, las listas de posibles candidatos y eras la primera. Yo solo moví un par de hilos, bueno, papá lo hizo. Él está muy agradecido contigo y es su forma de agradecerte.
—¿Miles lo hizo?
—No le digas que te dije, él simplemente no maneja que lo consideren algo menos que un maldito hijo de puta. —Reí por lo bajo, pero me sentí satisfecho al ver sus ojos brillando con tanta alegría—. Además, hay algo que quiero darte antes de que llegue la cena.
—¿Qué es? Si es un anillo, guárdalo, tú y yo no nos casaremos aún —dijo a manera de broma, lo supe porque me guiñó desde la distancia cuando la dejé en la cama y caminé al armario donde estaba el regalo que mandé a hacer para ella y que Marie había guardado en nuestra estancia fuera de la ciudad—. ¿Qué es?
Dejé el cuadro volteado para que no lo viera, pero sus ojos brillaban curiosos, pasando a empañarse de lagrimas cuando giré la pintura entre mis manos, mostrando el retrato en oleo de su madre y ella en su última navidad juntas. La vi pasar saliva, pero se acercó con su mano temblando al recibirlo, dejando caer algunas lágrimas rebeldes sobre la pintura que no dejaba de mirar.
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Editado: 19.04.2024