¿ganar o besar?

Capítulo 7





La conversación quedó en una anécdota. A los pocos días pareció solucionarse todo, ninguno estaba cabreado y Julia ya aparecía en todas las fiestas que hacían. 

En mi casa, mi abuela ya se había dado cuenta de que las posibilidades de que vinieran a visitarla eran pocas o ninguna. De preguntarme todos los días había pasado a preguntarme una vez a la semana, no tenía más información y Julia no soltaba ningún detalle. Cada vez que había intentado hablar con ella decía lo mismo: estaba ocupada. 

No me gustaba ver a mi abuela decaída pero no podía hacer nada. Además, sabía que solo le habían prometido intentarlo, a su edad debía conocer que a veces todo no se podía. Al final, no era la única disgustada. 

Un mes había pasado y lo único que tenía de Lucas eran sus mensajes y las videollamadas. Hablábamos mucho, me iba haciendo un seguimiento de los viajes y de las tonterías que hacían mientras que yo le contaba mi día pero no se podía negar que los dos nos extrañábamos.

- ¡Reyna! 

- Déjame, anda. - Me di la vuelta para intentar seguir durmiendo.

La noche anterior me había acostado tarde y no me apetecía que me estuvieran despertando por la mañana. Estela ya estaba acostumbrada a ello, así que no sabía porqué la tenía sacudiéndome para que me levantara.

La oí suspirar y me relajé, había ganado, podía seguir durmiendo. Pero no tardé mucho en volver a tensarme. De golpe, subió la persiana dejando que toda la luz de la calle entrara. 

Sí, me podía despedir de dormir. 

Me tapé con la sábana mientras resoplaba. Mis ojos tardaron un poco en acostumbrarse a la luz. Eso es lo que aguanté tapada, Estela no me dejó más.

- ¿Reyna? - su voz sonaba temblorosa. - Sálvame.

Me atreví a mirarla por el trozo que dejaba la sábana. Iba vestida con ropa de deporte. Tenía el pelo desordenado y su cara parecía desencajada. No sabía que podía tenerla así.

Enarqué las cejas, intentando que me respondiera. No tenía mucha voz y la que tenía estaba demasiado dormida para funcionar. Secuelas de acostarse a las tantas. 

- Tu hermano y los amigos, me quieren matar. 

- ¿Cómo? - mi voz salió rasposa y débil. 

- Sí, ¿sabes lo que han hecho? - no esperó a que contestara para responder - me dijeron que se iban a dar una vuelta con la bici, almorzar y volver. Pero para mí eso es una cosa y para ellos es otra. 

Ah, ahora lo entendía todo. 

Aquí tenían la costumbre de coger la bici y almorzar, pero se podían hacer veinte o treinta kilómetros, incluso más: ida, almuerzo y vuelta. 

En mi delirio de la noche anterior no pude avisar a Estela y antes de que me diera cuenta ya había quedado y aunque intenté explicárselo más tarde no me dejó. Ya no estaba en condiciones de escucharme. La única opción que tenía era dejarle mi bici, y eso hice. 

No sabía la hora a la que se iban pero debían de haber vuelto ahora, hacía demasiado calor para salir. 

- ¿Has llegado viva? - no pude evitar reírme, a ver si alguna vez me hacía caso. 

- Te odio. 

- Intenté avisarte y no me hiciste caso. Pero cuéntame, va.

Suspiró antes de dejarse caer en la cama, juraría que se movió y todo de la fuerza con la que lo hizo pero me quedé esperando a que hablara, no dije nada. 

- Ha empezado todo muy bien, en llano y con buen ritmo - hablaba con las manos tapándole la cara, lo que hacía que costara un poco entenderla. - El problema ha venido cuando llevábamos casi una hora y no paraban. Cada vez que preguntaba decían lo mismo: queda poco. - Había pasado demasiadas veces por ahí, sabía que era verdad. - Tu hermano casi ha tenido que arrastrarme. 

Eso me hizo reír. 

- ¿Cómo? - me levanté de la cama y me apoyé en las manos para mirarla.

- Sí - asintió. - No podía más y para no tener que esperarme me ha cogido de la bici y me ha arrastrado. Una vez que hemos parado me he bebido una botella de agua yo sola. Ha sido lo peor y encima todavía quedaba la vuelta. - Le dió un escalofrío. - La peor idea que he tenido.

No podía parar de reírme, había sufrido tantas veces lo mismo que al final había renunciado a intentarlo. Tenía demasiada experiencia en ello, más de la que quería.

- Anda, dúchate y ponte cómoda y échate la siesta. Cuando te levantes estarás mejor. 

Mientras hablaba me levanté de la cama y me puse a vestirme. Ya no iba a poder volver a dormirme. 

Antes de bajar me paró.

- Por cierto, dile a tu abuela que ya lo ha conseguido. Los de la casa rural se han ido, no va a tener que montar una colecta para echarlos al final.

Después de ese día en el bar, los chicos que había en la casa se habían vuelto locos. No podías pasar por su calle sin que oyeras música, daba igual la hora del día. Eso había ocasionado algunas llamadas a la polícia que no habían hecho nada pero la paciencia se estaba acabando. Lo que había empezado con algunas llamadas ya eran más de cuatro todas las noches, la gente no podía dormir. Además, pasaban con el coche sin pensar en los demás y se estaba volviendo peligroso.

Muchos vecinos no sabían qué hacer y a mi abuela se le había ocurrido la genialidad de una colecta. Quería que se fueran, daba igual si tenía que pagarles. El pueblo lo había recibido con malas ganas pero había llegado un punto en el que sabía que más de uno estaba pensando el aceptar.

Mi abuela estaría contenta, hasta que llegaran los siguientes.

La conversación de todo el pueblo se basó durante días en los posibles nuevos inquilinos. Los últimos habían sido todo despedidas de solteros y fiestas y el pueblo ya estaba cansado. Después de todas las quejas, el dueño había prometido que vendría gente tranquila pero nadie se fiaba.

Además, estaba todo el lío de las fiestas. En una semana empezaban y había que prepararlas. Las mujeres mayores se habían encargado de escribir todo lo que hacía falta pero eran los demás los que teníamos que encargarnos de ello. 



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En el texto hay: verano, baile, amor

Editado: 21.09.2024

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