Ya estaba por cumplirse un mes desde que Liza escapo de su pueblo, dejando atrás su pasado, ese pasado que le hacía tanto daño, que la lastimaba. En la ciudad de “El Olvido, ella encontró un hogar, junto a Candela y las demás jóvenes que trabajaban para esta. Candela si bien era una mujer de carácter fuerte, no era como su padre, ella si tomaba en cuenta sus decisiones, por lo mismo si bien Liza trabajaba para esta como mesera en su bar, ella no daba la clase de servicios que si ofrecían las demás jóvenes. Durante su primer mes en la ciudad de “El Olvido”, Liza conoció al mayor y al coronel del pueblo, ellos eran dos hombres maduros de buen porte a quienes Estrella y Celeste (otras chicas que trabajaban para Candela), los llenaban de atenciones cada vez que ellos llegaban al bar. Ellas decían que ellos eran muy buenos clientes pues le daban buenas propinas por la atención y por el servicio exclusivo que ellas les daban.
Estrella y Celeste, fueron las primeras chicas en brindarle su amistad a Liza, ellas eran muy divertidas casi siempre le sacaban una sonrisa con sus ocurrencias y anécdotas a esta. Ellas decían que desde que Liza, a quienes ellas conocían como Gatica, llegó al bar, este tenía más clientela; según ellas su estilo llamaba mucho la atención pues más de un cliente pagaría lo que sea por poder ver su rostro, rostro que Liza no pensaba volver a mostrar nunca más en su vida, pues ello para esta significaba volver al pasado a ese pasado que no quería regresar nunca más.
Bar:
Una joven castaña de bellos ojos verdes que llevaba puesto un antifaz se encontraba recogiendo una fuente de una de las mesas que estaban vacías cuando escucho a un grupo de ebrios que estaban en una mesa contigua dirigirse a ella.
—Oye Gatita, ¿Cuánto quieres por dejarnos ver por completo tu bello rostro? — decía uno de los ebrios.
—¿Qué? — respondió Gatica sorprendida.
—Sí, dilo hermosa, no sé porque ocultas tu carita, si tienes una piel y rasgos muy lindos y ni hablar de tus ojos, tus ojos embrujan— dijo otro de los ebrios.
—¡Gracias por los cumplidos señores¡ pero mi rostro nadie lo puede ver, ni siquiera yo, así lo decidí hace algunos años, ahora si me disculpan, con su permiso— dijo Gatica.
—Ve, ve, Gatita, te disculpamos todo porque eres relinda— dijo otro de los ebrios mientras la chica del antifaz se dirigía al lugar donde estaban sus amigas.
—Hay Gatica, en verdad, esos señores tienen razón, eres muy linda, no deberías ocultar tu rostro, con ese antifaz a menos que…—decía Celeste quedándose callada repentinamente.
—¿A menos que, que Celeste? — pregunto Estrella.
—Hubieras cometido algún crimen— dijo Celeste, posando su mirada en la joven que llevaba antifaz.
—No, claro que no, yo no he cometido ningún crimen, ya les dije que es mi estilo—respondió Gatica rápidamente mientras pensaba—«Por más que trato de olvidar el pasado siempre surge algo que me lo recuerda»
—Así, no lo recordaba, discúlpame Gatica, pero sabes ahora que te veo así con tu antifaz y uniforme se me está ocurriendo una idea, tal vez la señora Candela la apruebe pues aumentara más la clientela— decía Celeste.
—¿Qué idea Celeste? — pregunto Estrella.
—En cuanto acabemos el turno lo sabrás— dijo sonriendo Celeste.
Las horas que restaron del turno de la noche no tuvieron mayores contratiempos. Ese día el bar tuvo buena venta y Candela estaba más que feliz con ello. Celeste fiel a su palabra se acercó a ella junto a Estrella y a Liza para comentarle su idea mientras las chicas también la escuchaban con atención.
—¡Que todas las chicas usen antifaz! — decía Candela intrigada.
—Si Candela, le daríamos algo de misterio al bar, además podríamos cambiar a unos uniformes más sexys— decía Celeste mientras Liza la miraba preocupada.
—Bueno lo de lo antifaces me parece buena idea, pero lo de los uniformes no, ahora no estamos para hacer otros gastos, la crisis económica en el país está muy dura si bien es cierto que nos está yendo bien en el bar, no quiere decir que vamos a despilfarrar el dinero, creo que el uniforme lo dejaremos a criterio de ustedes si quieren seguir usándolo como hasta ahora bien, pero si quieren modificarlo o usar algún disfraz ya será gasto suyo— respondió Candela.
—Yo seguiré usando el uniforme señora Candela— dijo Liza con una cálida sonrisa.
—Me parece bien Gatica— respondió Candela.
Tras la plática con la señora Candela, Liza fue a su habitación. Una vez que llegó a ella, entro y cerro con el cerrojo como siempre lo hacía, se dirigió hacia una vieja silla donde estaba su mochila, la tomo en su mano y la abrió para buscar dentro de ella una de las pocas ropas que tenía para cambiarse y dormir.
Una vez que ya estuvo cambiada se sentó en el borde de la pequeña cama al tiempo que unas imágenes vinieron a su mente, en ellas se vio corriendo junto a su padre, tras de ellos venían dos uniformados, luego de ello la imagen cambio y ya no estaba con su padre sino sola corriendo por unas inmensas calles, tras de ella venían unos policías.
Editado: 24.07.2022