Gatica

Capítulo 13: "Los sentimientos no se pueden ocultar: El inicio de un romance"

Un apuesto joven de cabello negro estaba sentado junto a una jovencita de antifaz y cabello castaño en una banca de madera en un pequeño parque, mirándola preocupado pues la jovencita se encontraba un tanto pálida.

 

—¿Te sientes mal Gatica? — dijo Sam al ver parte del rostro de la chica de antifaz más blanco que un papel.

—Sí, no me siento bien— creo que es mejor volver a casa de la señora Candela—respondió Liza, lo más calmada que pudo, mientras trataba de asimilar lo que el oficial había comentado.

—Pero, ¿qué te sucede? — pregunto Sam intrigado, mirándola a los ojos, poniéndola aún más nerviosa de lo que ya estaba.

—Me siento algo cansada, ha sido una semana de mucho trabajo— dijo Liza, tratando de sonar tranquila.

—Está bien, vamos a que descanses, me hubiera gustado seguir platicando contigo y hasta invitarte algo en algún puesto de comida, pero no hubo ninguno abierto a estas horas— pronunciaba con nostalgia Sam, mientras se ponía de pie al mismo tiempo que la castaña.

—Es que la mayoría de negocios aquí, son solo por las mañanas, solo los fines de semana la atención se prolonga a las noches—respondió Liza, lo más calmada que pudo al tiempo que sintió la mano de Sam en su brazo.

—Te daré apoyo, no quiero que vayas a caer al piso, se te nota muy débil—dijo Sam.

—¡Gracias¡ — pronunció Liza, mientras continuaba su camino junto al joven oficial, hacia la casa de Candela.

—¿Mañana podemos volver a salir? — agregó Sam, haciendo una pausa para luego decir: Tengo tres días de descanso acumulados más el fin de semana y esos cinco días las pasare aquí en este pueblo y pues quiero tratarte más Gatica.

—Yo también quiero tratarte más— respondió Liza, de manera inconsciente, haciendo que el apuesto oficial sonriera.

—No sabes cómo me alegra esa respuesta, entonces mañana paso por ti para que desayunemos fuera, por supuesto yo te invito— dijo Sam sonriendo.

—Está bien, respondió Liza mientras pensaba: No quiero alejarlo de mí, no quiero además tal vez él no sepa nada de ese caso, él es nuevo en el pueblo y a lo mejor hasta ya archivaron el caso, claro eso no quiere decir que yo me sacare el antifaz porque no lo hare, el viejo de Kralf podría estar escondido por algún lado buscándome y yo no puedo exponerme a que me encuentre, no puedo, este antifaz me protege, y todos en el pueblo lo consideran como una parte mía.

—Entonces mañana nos vemos niña linda—dijo Sam deteniendo sus pasos frente a la casa de Candela al tiempo que acercaba su rostro al de la jovencita de antifaz para depositar un cálido beso en su mejilla.

—Hasta mañana— respondió Liza, en tono nervioso mientras se alejaba del apuesto joven para entrar a la casa de Candela.

 

Liza entro a casa de Candela con la mirada llena de brillo y con sus mejillas sonrojadas al tiempo que de unos pasillos salió una mujer morena robusta junto a tres chicas.

 

—Cuenta, cuenta— decía Estrella.

—Sí, ¿ya se te declaro? — pregunto Cielo.

—¿Cómo fue la declaración? — decía Celeste.

—¿Qué? — pronunció una sonrojada castaña.

—Chicas, chicas, no asfixien con sus preguntas a Gatiquita, dejemos que ella nos cuente como le fue—dijo Candela tomando del brazo a la jovencita castaña para llevarla a un gigantesco sofá.

 

Liza les platico a las chicas y a su jefa sobre su paseo por el pueblo, y sobre algunos temas que platico con el apuesto oficial, así mismo les comento que quedaron en volver a salir, ello produjo mucha algarabía entre sus amigas y la señora Candela, que empezaron a darle consejos a la jovencita para su próxima cita. Tras varios minutos de plática, Liza fue a su pequeña habitación, se cambió de ropa, se lavó el rostro, y se acostó la pequeña cama con una amplia sonrisa, una amplia sonrisa que permaneció reflejada en su rostro hasta el amanecer del día siguiente.

El insistente sonido de la puerta de la habitación donde dormía la chica de antifaz con una bella sonrisa tatuada en sus labios hizo que esta interrumpiera su sueño.

 

—Ya voy— decía una somnolienta Liza, mientras se levantaba de la cama.

—Hija, aun estas en pijama— escucho la joven de antifaz.

—Señora Candela, disculpe, quedamos en ir a comprar víveres, ¿verdad? — decía somnolienta la castaña mientras tomaba el antifaz para ponerselo, luego de ello camino hacia la puerta para abrirla.

—No hija, no, el oficial Sam está en el recibidor esperándote, me dijo que quedaron en que desayunarían juntos fuera— respondió Candela.

—¿Qué?, ¿ya amaneció? — dijo alarmada Liza, al recordar que en efecto ella y el apuesto oficial habían quedado en verse para desayunar juntos.

—Si hija, ya amaneció— respondió Candela riendo, haciendo una pausa para agregar—Si solo me hubieras comentado que hoy habían quedado en salir, te hubiera venido a levantar más temprano.

—Hay, que vergüenza— dijo Liza, mientras se dirigía a buscar sus accesorios de baño.




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