Recuento.
Eros se había vuelto loco. Tenía unas ganas intensas de matar a Xel y a Gray. Por su culpa eso había pasado, tal vez solo tal vez si ella no hubiese escuchado eso no se hubiese ido.
"—No podías evitarlo, Eros. Ella no tiene poderes para irse, alguien se la llevó —"
Le habían repetido esas palabras, una y otra vez, pero se negaba a crearles aunque muy en el fondo sí sabía que eran ciertas. Y eso empezó a tomar muchísimo más peso al pasar los días y ella no estar ahí.
Los primeros tres días se creó una búsqueda intensiva, todos los lobos estaban obligados a participar, ya que, Gea a pesar de no ser presentada formalmente era la reina de los lobos y luna de la manada Fores. Se habían comunicado también con brujas poderosas e incluso se intentó con los poderes de su creadora Analí, pero fue imposible. No obtuvieron nada.
Analí había tenido días de practica y había mejorado. Aquella humana se había adaptado tal como lo había hecho Gea en el mundo de Klaus. Isa por su parte lograba ingeniar sus maquiavelicas ideas en su cabeza, cada día que pasaba era un día en el que todo parecía salir de acuerdo a sus planes.
Xel quería morir. A pesar de estar al lado de su alma gemela, quien no parecía ser cien por ciento compatible con él se sentía infeliz. Ella no era su alma, ella parecía serlo. Gray se sentía culpable, pero al contrario de Xel se sentía feliz. Amaba a su mate, con toda su alma.
Jake se mantenía al margen, no opinaba sobre nada. Lo único que le interesaba era poder encontrar a Gea, a su pequeña. Sabía que no podría estar con ella, de ninguna forma lo lograría, pero al menos la quería recuperar y hacerla feliz. Darwin parecía haber sido tragado por la tierra, aparecía de vez en cuando y cuando lo hacía se iba al instante.
Clarisse estaba desesperada, ella sí anciaba encontrarla, después de todo eran amigas.
Cuando llegó la primera semana Eros pareció perder la cabeza nuevamente, sus pesadillas, sueños extraños en los que su Gea, su mate, su deseo; era arrastrada a la oscuridad, a lo más allá, lejos de él. Alucinaciones en las cuales ella le pedía que durmiese un poco, ya que, en sus sueños la podría encontrar.
Jake le pedía, casi como una súplica que comiera, que tratara de ser fuerte por ella. Por Gea, pero en cambio Eros lanzaba algo contra él.
La segunda semana Isa había empezado a meterse en la cabeza de Eros, de alguna forma se habían enlazado y se había vuelto su mano derecha. Él era el rey y su reina había desaparecido, su beta se hacía cargo de todo mientras que los demás se preguntaban dónde estaba, cuando volvería.
Todo era desastroso. Ella había empezado a hacer cosas a las espaldas de él mientras estaba encerrado en su despacho, sin ir siquiera al castillo.
Un rey puede caer fácilmente cuando su reina no está. Muchas personas habían empezado a pensar eso y no era mentira.
Faltando poco para las tres semanas Isa se reveló completamente, encerró a todos a excepción de Analí, lo que ella decía sentir por Xel era cierto, pero lo que él sentía por Gea lo era mucho más, lo encerró por esa conversación...
—No puedes pretender que te permita amarla, no tú.
—Eres un rey, Eros, pero lo que quieres impedir ha ocurrido hace mucho tiempo ya.
—¿Pretendes tú qué te deje vivir?
—Yo no vivo si ella no está conmigo.
—Te veo de pie, Xel.
—Estoy agonizando, cada segundo que pasa es mucho más tortuoso.
Isa había escuchado eso y se había vuelto loca, por ende actualmente estaba de pie frente a la mansión de Eros. Había tomado el poder de toda la manada y no había nadie que pudiese impedir aquello.
Isa tenía un poder, era una maldita serpiente astuta, podía hacer cualquier hechizo siempre y cuando su sangre cayera al fuego. Quería usar a la que esa vez fue su hermana, pero esta se negaba completamente. Estaba atada a Gray y nada podía hacer que se despegase de él.
Los hombres de Eros habían sido utilizados a su manera y lo disfrutaba, ¿Pero el qué? ¿Cuál era la razón de hacer todo aquello? ¿Celos? ¿Soledad?
Isa había cambiado tanto el curso de la historia que ni siquiera ella misma sabía lo que quería, aunque algo sí motivaba su corazón. El verlos morir a todos, que se desangraran frente a ella mientras miraba sus ojos, mientras el último suspiro llegaba. Eso sí.
Su cuerpo se movió, entrando a la casa vió fijo a la servidumbre. Estaban todos temerosos de que Isa les hiciera algo, ¿Acaso podría? No del todo, ella aparentaba ser fuerte, pero no era lo suficiente. Aunque sí, había que temerle.
Llegó a una parte oscura de la casa, dónde en vez de bombillas existían antorchas pegadas a la pared, había suficiente iluminación por lo que sí lograba ver el camino. Al pasar por cada celda se sentía poderosa e indestructible.
Sus rasgos habían cambiado y ya no parecía tener solo quince años, parecía tener veinte o más. Su sonrisa era mucho más malévola, sus ojos estaban llenos de crueldad, su postura gritaba peligro. Era una reina.
—Queridos míos —Habló estando frente a la celda. Los ojos de todos fueron a ella, con odio.
—Eres una maldita perra, hija de puta, ojalá te mueras —Gritó la chica de piel morena, enojaba. Sus manos estaban entre unas esposas que evitaban el poder usar su poder.
—Isa —Habló Xel. Se ganó una mala mirada.
—Estoy agonizando, Gea sálvame —Se carcajeo esta con ironía.
Las personas en el lugar de tensaron, extrañando un poco más a la chica, mientras que Analí la miraba fijo. La incomodidad en Isa palpitó y vió a la chica, preguntándose que pasaba con ella.
—¿Te urge algo, hermanita? —La sonrisa de Analí se ensanchó. Malévola, terrorífica. Sus ojos se volvieron de un azul claro, como el mismo mar cuando está en tranquilidad. Justo como lo había hecho Gea al estar con Klaus.