Me desperté cerca de las ocho de la mañana, sintiéndome como todo un perezoso al ver mis ojos hinchados de tanto dormir en el reflejo del espejo del baño. Sin embargo no me preocupó demasiado. Me sentía feliz, con todo un brillante y hermoso día por delante.
Me arreglé con esmero, poniéndome loción y peinando mi cabello mejor de lo que hacia normalmente. La enorme sonrisa en mi rostro.
Soo Min.
Ese nombre bastaba para hacerme feliz. Recordar sus palabras de la noche anterior, recordarla diciendo que me amaba... Recordar sus besos, la dulzura de sus labios. Ya nada podría ir mal entre nosotros, lo sabía.
Abandoné mi habitación tras una última mirada en el espejo, asegurándome de lucir perfecto para ella. Sonriendo ante el simple hecho de pensar en ella. Y mientras bajaba las escaleras escuché un estruendo, uno muy parecido al que había escuchado el día anterior. Y el sonido de la porcelana al quebrarse contra el piso.
No pude evitar esbozar un media sonrisa ante esto. Sabía quién era lo suficientemente torpe y dulce como para tropezar dos veces con la alfombra y derribar otro florero, por muy valioso que este fuese.
Llegué al vestíbulo, más que listo para socorrerla si estaba en problemas realmente, pensando en las palabras que le diría.
Lo único que no pensaba ni me esperaba era que en lugar de ver a Soo Min me encontré con una figura masculina de espaldas a mí, de rodillas, intentando recoger lo que parecían los trozos de un florero amarillo.
Me quedé quieto un segundo, pensando en que me había equivocado cuando aquel chico volvió el rostro hacia mí, logrando que mi respiración se agitara y los latidos de mi corazón se dispararan casi hacia el cielo.
Porque pese al corte de cabello, al pecho plano y al conjunto de pantalón y saco no dejé de notar sus suaves facciones, sus labios rosados y sus grandes ojos. Soo Min, pero... pero...
Y entonces lo recordé. Soo Min tenía un hermano gemelo. Un varón. Pero, caray, eran idénticos. Demasiado.
—Tú... eres Sung Jong, ¿verdad?
Inquirí, intentando recuperarme de la impresión mientras él se levantaba y yo lo miraba de arriba a abajo, su cuerpo siendo fácilmente visible gracias a su ropa. Era tan esbelto como Soo Min por lo que veía.
Mis ojos se cruzaron entonces con los de él, notando lo iguales que eran a los de su hermana. Y notando el ligero rubor de sus mejillas. Y notando también como mi estómago se revolvía ante ese gesto.
—Sí —murmuró —y tú eres Kim Myung Soo.
Arqueé una ceja.
—¿Cómo lo sabes?
—Soo Min me habló de ti —y mantenía sus ojos fijos en mí. Su mirada demasiado parecida a la de mi prometida —eres tal como dijo.
No pude reprimir una sonrisa ante esto, recordando las palabras de Soo Min la noche anterior, asegurándome que le hablaría bien de mi. ¿Se habían visto anoche cuando él llegó?
—¿Ah si? ¿Y qué fue lo que te dijo?
Sung Jong se mordió el labio inferior un segundo antes de responder, sin despegar sus ojos de mí.
—Dijo que eras guapo, no, más que guapo, dijo que eras hermoso; pero que tu apariencia física era lo de menos, que lo mas importante era tu interior. Dijo que eras dulce, amable y considerado. Dijo que eras como un príncipe y que cuando esta a tu lado ella se siente a salvo, como si ella misma fuese una princesa —mantenía mi boca abierta ante sus palabras. ¿Soo Min pensaba eso de mí?—. Y dijo que... que ella te ama mucho.
Fue en ese momento en que Sung Jong apartó los ojos de mí, sin embargo yo ya no lo miraba, con el corazón latiendo a toda prisa. Ya no debían quedarme dudas al respecto. Soo Min me amaba como yo a ella.
El crujido de la porcelana nos hizo dar la vuelta a ambos, topandonos con la señora Lee, quién mantenía el ceño fruncido al ver aquello.
—Lo siento, mamá —se disculpó Sung Jong, yendo hacía ella —me tropecé con la alfombra.
—Jongie, cariño —su madre llegó hasta él y le acarició la cabeza con ternura —no te preocupes. Pero, ¿me harías un favor?
—Claro, mamá.
Y observé un estado de sumisión parecido al que Soo Min y Sung Kyu tenían frente a sus progenitores.
—Hoya está en el jardín regando mis rosas. Ese niño es tan madrugador. ¿Le ayudas?
—Sí, mamá.
Y Sung Jong se dio la vuelta, aunque no dejé de notar sus ojos fijos en mí de nuevo, mirándome de una forma que no logré comprender. ¿Yo le agradaba o seria otra causa pérdida como Sung Kyu?
Finalmente el gemelo se marchó, dejándome a solas con su madre.
—¿Ha visto a Soo Min?
Quise saber entonces, mientras ella miraba el desastre del vestíbulo.
—Todavía no se levanta. Anoche se durmió muy tarde.
—Me lo imagino —comenté, pensando en que debí quedarme con ella anoche a esperar a su hermano, aún si la vergüenza por lo ocurrido en el balcón me estaba matando —con la llegada de Sung Jong y eso.
—Sí, claro, querido. Me alegra que lo hayas conocido ya.
—Parece un buen chico.
—Sí, lo es —la señora Lee miró hacia las escaleras y fruncio el ceño—. Parece que Sung Kyu aún no se levanta. Iré por él.
Y se dirigió a las escaleras. Iba a dejarla ir, pensando en Soo Min, pero entonces recordé cierta conversación con Woo Hyun el día anterior. Y la horrible idea de que ese idiota lo hubiera hecho me hizo correr detrás de la señora Lee.
—Eh, ¿por qué no deja que yo despierte a Sung Kyu y usted va por Soo Min?
—¿En serio? Te lo agradezco, cariño. Sung Kyu suele estar mal humorado en las mañanas. Igualito que su padre.
Y sin más se marchó, rumbo al ala que pertenecía a los gemelos. Solté un suspiro, rogando porque Woo Hyun no hubiese hecho nada. O para que Sung Kyu lo hubiese rechazado.
Y era que todo ese asunto entre esos dos era raro y confuso. ¿Qué no se odiaban? Los había visto asesinarse con la mirada...
No tenía muy clara cual era la habitación de Sung Kyu, pero terminé por encontrarla, el nombre del mayor escrito en la puerta; y esta cerrada y ningún tipo de ruido del interior. ¿Debía tomar eso como una buena señal?
Golpeé suavemente con los nudillos, pero no recibí respuesta. Así que lo intenté de nuevo.
—¿Quién es?
Escuché su voz. Su madre tenía razón, sonaba malhumorada. Y decidí gastarle una broma.
—Tu padre —respondí, endureciendo la voz —abre ahora mismo.
Lo siguiente que ocurrió fue tan gracioso que de no ser por la otra voz que escuché en el interior me habría puesto a reír. Sung Kyu evidentemente levantándose de golpe. Y esa familiar voz quejándose en algún sitio.
Maldije interiormente. Nam Woo Hyun... que gran imbécil.
—Ya voy.
Sung Kyu abrió la puerta, su mirada asustada pasando a estar furiosa al ver de quién se trataba. Aún si se encontraba completamente vestido, como si llevara un rato preparándose para salir.
—¿Qué quieres?
Bufó, con ambas manos en el marco de la puerta. Detrás de él miré a ese imbécil que tenia por amigo, vistiéndose a toda prisa.
Joder, habían pasado la noche juntos.
—Tu madre esta por venir a verte.
Sung Kyu soltó un gruñido e intentó cerrarme la puerta en la cara, pero no le dejé metiendo medio cuerpo a su habitación, aprovechando para fulminar a Woo Hyun con la mirada.
—Será mejor que bajen los dos. Sung Jong ya llegó así que...
—Mierda —me interrumpió Sung Kyu —lo había olvidado —y se volvió hacia Woo Hyun, quien se ponía los pantalones—. Es por tu culpa.
—No te oí quejarte anoche.
Replicó mi amigo sin atisbo de vergüenza. Sung Kyu lo miró con odio y sin mas abandonó la habitación. Mi amigo y yo nos quedamos callados.
Mis ojos recorrieron la habitación, de paredes y cortinas blancas; además de una vasta colección de libros. Y una enorme cama, cuyas sábanas estaban revueltas. No quería ni imaginarme lo que había pasado esa noche.
—Eres un imbécil.
Dije y me di la vuelta para irme, escuchando las risas de Nam por detrás de mí. Una parte mía esperaba que esa noche pusiera fin a lo que fuera que hubiera entre ellos, después de todo Woo Hyun, pese a su lado cursi, era famoso por ello. Una noche y adiós. Pero había otra parte mía que deseaba que no fuese así, lo entendía ya que se trataba del hermano de Soo Min y no me agradaba la idea de que Woo Hyun jugase con él.
Eché a andar por el pasillo, yendo detrás del mayor, pensando en si debería hablar de eso con Dong Woo cuando de nuevo escuché una voz familiar:
—¡Ya te dije que no! No voy a quedarme con este horrible vestido puesto. ¿Y qué con el peinado?
—Soo Min, espera...
—No, mamá. Es tonto y ridículo. ¿A quién mierda se le ocurrió?
Y justo al dar la vuelta en el pasillo me tope de frente con Soo Min, derribándola sin querer.
—Lo siento.
Me disculpé de inmediato, ayudándola a ponerse en pie. Usaba un largo vestido amarillo, con un cuello de encaje y su cabello caía en ondas sobre sus hombros. Se veía dulce y encantadora, no ridícula, pero no tuve tiempo a decirle nada de eso ya que se zafó de mí de un tirón, me lanzó una mirada asesina y se alejó corriendo por el pasillo, dejándome completamente sin palabras.