Conocí a Victor hace menos de tres meses en la exposición "Ciudad inteligente". Me gustó el rubio alto de ojos grises, pero no han sido pocos los que he conocido, tanto de ojos grises como de ojos marrones. Con el fin de ahorrar tiempo a todos los que quieran tener relaciones, bajo cualquier pretexto, los invito a mi casa e inmediatamente les presento a los niños. Y allí todo se soluciona de modo natural.
Debo decir que Vanya y Matvey hacen todo lo posible para que los admiradores se retiren lo antes posible. Parece que se le activan motores a reacción invisibles. Además, los amplificadores de sonido funcionan al máximo.
Pero en cuanto la puerta se cierra tras el huésped inesperado, los chicos se vuelven suaves como la seda y dóciles, y eso me parece terriblemente entrañable.
Uno de los aspirantes se quedó toda la tarde. Pero tan pronto como me preguntó por qué formalicé la custodia, (se lo digo a todos tan pronto traspasamos el umbral) si "tienes una madre, la edad se lo permite, y tú, Katerina, eres joven, ¿por qué echarte ese yugo al cuello?", en un abrir y cerrar de ojos quedó fuera de la casa. Tiré los zapatos detrás de él y no olvidé darle la chaqueta.
Víctor reaccionó inesperadamente de manera sorprendente: soportó los chillidos de los niños e incluso jugó a las escondidas con ellos.
A la tarde siguiente vino con regalos y me sorprendió gratamente llamando con antelación para saber si los niños podían tomar chocolate. En el más corto plazo, conoció a mi madre y prometió resolver el problema de la terapia de rehabilitación con un médico de renombre.
Empezamos a salir y hasta me enamoré un poco. Ya estaba preparándome para una relación más cercana cuando, de repente, Víctor se presentó en casa de mi madre y trató de convencerla para que se hiciera cargo de la custodia de los niños con el fin de liberarme para una futura relación con él.
Debo otorgar el debido reconocimiento al hombre, prometió apoyo financiero y moral. Mi pobre madre estuvo de acuerdo con Victor en todo y estaba de acuerdo en firmar cualquier cosa. Pero tan pronto como él se fue, fue ingresada en el hospital con un diagnóstico de crisis hipertensiva.
El enamoramiento se me pasó inmediatamente. Victor fue incluido en la lista negra y bloqueado, me negué a encontrarme con él y a explicarle cualquier cosa. ¡Y tuvo que suceder que apareciera en la misma Trattoria donde nuestro departamento celebra el primer salario de Klim!
Por cierto, mirando cómo Klim se regocija ruidosamente de un avance relativamente pequeño, (el mío es casi el doble del suyo), estoy dispuesta a creer que Averin no miente, y la casa realmente no es suya. ¡Me gustaría ver qué apartamento alquila! Solo me gustaría echar un vistazo y ya, de inmediato quedará claro si la persona vive allí o es para cobertura.
— Katerina, no me escuchas en absoluto, — la voz ofendida de Victor me devuelve a la realidad. Y a tiempo.
Desde el lado de nuestra mesa, vuelan proyectiles directamente a Victor. El punto de lanzamiento son los ojos de Averin. Es necesario intervenir inmediatamente, y al mismo tiempo darle una lección a este insolente con esa mirada tan peligrosa y precisa.
Me vuelvo hacia Victor.
— Estaba a punto de marcharme, ya es hora de ir a casa.
— Bueno, te estaba ofreciendo llevarte.
— Excelente. Chicos, hasta mañana, — me vuelvo hacia la mesa e, intentando parecer feliz, saludo con la mano a los que están sentados allí.
Me siento en el "Subaru" de Victor y al principio escucho atentamente sus palabras. Pero rápidamente me doy cuenta de que ya no lo escucho, sino que estoy mirando atentamente en el espejo retrovisor, si tras nosotros no va una moto, brillando con sus costados cromados a la luz de las farolas que se van encendiendo.
Trato de recordar febrilmente si Averin bebió en la Trattoria. Creo que había un vaso de cerveza delante de él. Y un par de veces realmente me parece que veo la moto. O tal vez lo imaginé…
Pero luego me convenzo de que no es un fruto de mi imaginación, cuando, después de esquivar el beso de Victor y huir a casa, miro por la ventana y veo a Averin apoyado en el timón de su motocicleta. Busca algo, deambulando con una mirada difusa por las ventanas. Desde el tercer piso lo veo bien.
En un estado de pánico, retrocedo y me escondo detrás de la cortina, y luego tomo la firme decisión de darle a Víctor una oportunidad y comenzar a salir con él nuevamente. Creo que me ofreció algo así en el camino a casa. O al menos para crisparle los nervios a Averin, porque en el fondo entiendo que no podré resistir por mucho tiempo.
Esto dura tres días. Víctor me recoge de la oficina, llegando cada tarde con un ramo de flores. Beso tiernamente la mejilla bien afeitada, y siento como me quema y me pica debajo de los omóplatos, es Klim haciéndome agujeros con su mirada, como si fuera un taladro.
Víctor quiere que lo invite a casa, pero encuentro diferentes pretextos para evitarlo. Y luego veo desde detrás de las cortinas como Averin se va.
Al quinto día ya estoy lista para aullar con un lobo, sentada en una cafetería arrancando pequeñas migas de una rebanada de pan. Para desgracia propia, accedí a cenar con Victor, pero la mera idea de comer me repugna, como mismo me repugna el hombre que está sentado frente a mí. Así que cuando Klim entra en el café, me alegro tanto que casi me le lanzo al cuello.