Genéticamente Modificada

Matt, un pequeño y roto soñador.

Me desperté de golpe. Había tenido una pesadilla, aquella que desde hace varias noches atrás me estaba atormentando.
Con cuidado me senté y estiré mis brazos, los sentía agarrotados. Di un largo bostezo y tallé mis ojos, el reloj electrónico marcaba las 3 am sobre el mesón. Era la primera vez que despertaba a estás horas, mayormente nada interrumpía mis sueños. Siempre seguía la pesadilla hasta el final buscando algún error o diferencia, pero siempre era lo mismo. Cerré los ojos para resoplar, sin embargo no llegué a hacerlo porqué algo me interrumpió, me quedé en silencio y entonces lo escuché de nuevo: un 
ronquido.

Pegué un brinco golpeándome la espalda con la cabecera de la cama. Solté un quejido en un murmullo. Me bajé de la cama y caminé de puntillas hasta la puerta donde a su lado había una escoba la cual no dude en tomar. La sujete fuertemente con ambas manos y caminé a paso lento hasta la cama que situada frente a la mía. Fruncí las cejas cuando capté un bulto entre las sábanas; un cuerpo.

Me paré al lado de la cama y miré curiosa ¿Quién rayos estaba en mí habitación? Noté como la persona/cosa/lo que sea se removía hasta que retiró la tela de su cara y mis orbes negros se encontraron con unos iris tan azules que brillaban en la penumbra de la habitación. Ambos soltamos un grito agudo y yo le lancé la escoba encima.

Él se quejó.

Corrí hasta mi cama y presioné el botón rojo con fuerza y repetidas veces. Cuando vi que el chico se levantaba de su cama tomé carrera hasta la puerta del baño y me adentré a el con la respiración agitada. Le coloqué el seguro a la puerta y me dejé caer en el suelo soltando un suspiro nervioso. Podía escuchar los latidos de mi corazón tan fuertes que creí que se saldría de mi caja torácica; nunca había tenido una experiencia así, sin contar aquella vez…
Escuché una puerta ser abierta y una voz chillar haciendo que me encogiera en mi lugar antes de escuchar dos golpes sonar en la puerta junto a un grito:

—¡Liesel, ¿estás ahí?!

Dude el si responder o quedarme callada, pero Peter volvió a hablar.

—¿Estás bien? —inquirió. Seguí sin responder —¡Joder! Liesel sal de ahí o haré que tumben la puta puerta, necesito verificar que estés bien.

—Lo estoy.

Escuché un bufido y un golpe seco contra la puerta. Temí que algo le pasará por la fuerza con la que golpeaba y temí por lo que podría pasarme si no hacía caso. Entonces tomé una decisión: me levanté y quité la traba de la puerta antes de abrir.

Sus verdes ojos me escanearon de pies a cabeza, dio un par de pasos hacía atrás y miró hacía la puerta donde Rebecca estaba junto a dos hombres vestidos de negro.

—Vean como está Matt yo hablaré con ella para saber que pasó.

No contradijeron ni se negaron, los tres salieron de allí cerrando la puerta tras de si. Peter y yo nos sentamos en mi cama y él me miró con curiosidad.

—¿Golpeaste al chico? —preguntó sin más.

Bajé la mirada.

—No me pegues, por favor.

Él abrió ligeramente los ojos con sorpresa y dijo:

—No te voy a regañar, ni mucho menos te pegaré. Liesel, solo quiero saber que le hiciste, el muchacho tiene una ceja rota.

—Le pegué con la escoba…

Peter asintió lentamente y lo vi embozar una pequeña y disimulada sonrisa.

—Esta bien, no lo hagas de nuevo ¿vale? Eso está mal, muy, muy mal.

Yo asentí repetidas veces y solté un repentino bostezo. Peter sonrió.

—Son las tres y media de la madrugada, te dejaré dormir unas horas tienes mucho que hacer hoy —anunció—. Traeré a Matt más tarde cuando estés despierta y espero que le des una disculpa por tu actitud y ese golpe.

Me metí entre las sábanas y le regalé una sonrisa.

—Que descanses Liesel.

—Hasta pronto Doc.

El despertador comenzó a sonar a eso de las 9 de la mañana, no tenía muchas ganas de levantarme, pero obligué a mi cuerpo a hacerlo y a llevarme a rastras al baño. Hice lo de todas las mañanas, sin embargo, con una flojera mucho más grande que las veces de antes. Cepillé mis dientes, lavé mi cara, hice mis necesidades, me di un baño rápido y me puse el traje negro con franjas violetas.

Cuando salí del baño atisbé dos cuerpos sentados en la cama donde golpeé al chico desconocido.

—… y éste es tu uniforme, todos acá lo usan —escuché decir a Peter—. Ah, ¡Hola Liesel!

—Hola doctor T.

El ojiazul a su lado me recorrió con la mirada y frunció los labios. Su ceja estaba roja, desde allí podía notar que le habían puesto unas puntadas. Pobrecito.

—Matt ella es Liesel —me presentó el mayor.

El chico se limitó en sacudir su azabache cabello y a ver al doctor.

—Si claro, ya sé. La niña que me golpeó. No hace falta presentación —bufó y se cruzó de brazos sobre su cama.

Yo di un par de pasos quedando medianamente cerca de su cama y lo miré.

—Para tu información tengo un nombre y no debes llamarme así, fue un accidente —gruñí y cuando él alzó la ceja que no tenía lastimada y luego la mirada de desaprobación de Peter me dio me retracté—: Lo… lo siento —murmuré—. Rebecca me dijo que mi compañero llegaría mañana, no sabía que fueras tú. Mi primer instinto al verte fue defenderme, ha sido mi culpa lo de tu ceja y espero te recuperes pronto.

Nadie dijo nada. El azabache me miró por un segundo y asintió lentamente, entonces, me regaló una sonrisa.

—Supongo que empezamos ¿cómo se dice…? Ah, sí. Con el pie izquierdo, ahora sí: es un gusto Liesel.

Forcé una sonrisa, no se la merecía, él había sido el culpable de su ceja rota. No yo.

—Bien, me alegra que ustedes ya comenzaron a llevarse mejor, solo procuren por favor no lanzarse escobas en la madrugada.

Los tres reímos y el doctor Todd se puso de pie.

—Debo ir a resolver unos asuntos chicos, nos vemos luego.

Ambos lo vimos salir de la habitación y yo estaba por sentarme en mi cama cuando la voz del chico llegó a mis oídos:




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