El día siguiente fue un total y completo asco. Me sentía mal por lo que Becca me confesó, claro que en parte era mi culpa por haberla obligado a hablar ¿por qué simplemente no la ignoré? Rayos, pero, ¿realmente mi madre no me quería? Ignoré la posible respuesta que mi mente formulaba.
A pesar de que no quería levantarme de la comodidad de mi cama tuve que hacerlo porque gracias a mi tan patética suerte hoy no sólo era lunes sino que también era el primer día de entrenamiento para la "gran" prueba.
De mala gana me levanté, tomé la toalla violeta para la ducha y fui en dirección al baño. Becca ya estaba lista, vestía el traje negro con las típicas franjas violetas y los botines. Ella me sonrió en cuanto pase por su lado. No le devolví la sonrisa. Y sí, sabía perfectamente que no era su culpa, pero no me sentía lista para enfrentarlo.
Media hora después ya duchada, peinada y vestida salí del baño descalza para ponerme los botines e ir al entrenamiento, pero apenas crucé la puerta me encontré con unos ojos azules mirándome fijamente. Me limité en dejar la pijama sucia en el cesto de la ropa y me senté en el borde de la cama para colocarme las botas.
—¿Por qué llorabas? —preguntó, sin despegar los ojos de mí.
Lo ignoré.
—Leigth, sé que soy idiota pero no tanto. Es obvio que anoche lloraste, las bolsas bajo tus ojos lo demuestran —indicó, cruzándose de brazos.
—Nada Matt, todo está muy bien —mentí.
Él volvió a repetir la pregunta ignorando mi vaga respuesta y yo como una niña súper madura, me limité a sacarle la lengua antes de salir de la habitación en dirección al campo de entrenamiento.
Caminé en línea recta y en el momento que iba a cruzar en el pasillo de paredes de vidrio choqué con un cuerpo de manera brusca haciéndome caer de bruces al suelo.
—Lo siento —dijimos ambos a la vez.
Una mano se extendió hacía mí y no dude en tomarla, al levantarme mis ojos se enfocaron de manera automática en su iris amarillo.
—Debemos dejar de encontrarnos así —bromeó, sacudiéndose el flequillo castaño.
Era aquél chico con el que había chocado el día anterior. Sí, exactamente aquél que me había tratado mal. Me quedé mirándolo un par de segundos mientras lo detallaba: cabello castaño, piel clara, ojos disparejos, las facciones en su rostro estaban algo definidas.
—La verdad, sí —opiné sobre lo que había mencionado antes, y al ver que no estaba de mal humor o algo parecido le sonreí.
Él me devolvió la sonrisa.
—Soy el experimento nueve, nombrado Jackson y conocido como Jack —se presentó con un tono de voz algo gracioso.
—Yo soy el experimento quince, conocida… solo como Liesel.
Él soltó una baja risa e hizo una reverencia frente a mí. Al ver la hora en el reloj de su muñeca fue cuando caí en cuenta de que iba realmente tarde .
—Debo ir al entrenamiento, quizás te vea luego.
—De hecho, iba a buscarte. Ya todos están en el campo, solo faltabas tú —confesó.
El calor se apoderó de mis mejillas, de seguro me había puesto más roja que un tomate, podía sentirlo.
Seguí detrás de él y entramos al campo. No dudé en ir hasta donde estaban los demás. Solo éramos cuatro. Me planté de pie al lado de Becca. Todos estaban en silencio esperando las indicaciones. Recorrí el lugar con la mirada y no vi por ningún lugar a Jack.
—Chicos atención, deberán hacer todo lo que sus entrenadores indiquen ya de está manera su cuerpo se desarrollará mucho mejor y tendrán mas posibilidades de pasar la prueba —indicó Rebecca en voz fuerte y clara —. Como saben el Doctor Todd y el Doctor Heinsword son científicos por lo tanto ellos no dirigirán cómo tal el entrenamiento pero sí sus resultados.
》Los ejercicios serán dados por cinco chicos que ya aprobaron la prueba y obtuvieron los mejores resultados, así que por favor experimentos ocho, cinco, tres, siete y nueve, vengan acá.
Los nombrados comenzaron a caminar hacía Rebecca. A diferencia de nosotros sus trajes negros tenían franjas de otros colores, al igual que el grupo de adolecentes que había visto ayer luego de mi primer encontronazo con Jack. Solo una chica tenía franjas violetas así como las puntas de su cabello.
Distinguí a Jack, pero se veía diferente, lo observé de pies a cabeza y caí en cuenta; su ojo amarillo ya no estaba. Ahora era café al igual que su otro iris.
—Mi nombre es Megan, soy la experimento cinco y estaré encargada de darles clases en defensa personal.
Ella tenía un largo cabello rubio que le llegaba unos dedos sobre la cintura, era alta, en su rostro blanco unos grandes ojos verdes y unos labios acorazonados le daban un aspecto de niña dulce. No parecía tener más de 13 años.
—Yo soy Lucy, me han puesto a cargo de enseñarles como mantener a su cuerpo y mente en armonía.
Lucy a diferencia de Megan era más baja, su cabello era negro y brillaba con los rayos del sol. El flequillo le cubría parte del rostro por lo que solo podía verle un ojo y notar que éste era verde esmeralda y resaltaba en su aterciopelada piel.
La siguiente chica en hablar se presentó bajo el nombre de Jane no podía tener más de diez años era aproximadamente de mi estatura. Lastima que no podía comprobarlo. Ella se encargaría de enseñarnos que hacer y no hacer en el área nueve
Si me ponía a observar Jane, Lucy y la otra chica, aquella que era más alta y de puntas violetas, se notaba que ellas tres tenían muchas similitudes como los ojos verdes, su cabello negro cual carbón y su piel clara ligeramente bronceada ¿serían hermanas?
—Yo soy Danitza, tengo 15 años y me encargaré de enseñarles lo que deben hacer en la prueba.
Sentí que me jalaban del brazo, pero lo ignoré cuando escuché hablar a Jack.
—Nadie de ustedes me conoce y espero que tampoco pase, no quiero amigos así que no busquen que lo seamos porque tendrán como respuesta un gran y genuino "no" —enfatizó lo último—. Esto no es un parque de diversiones, ni mucho menos un lugar de descanso o de vacaciones. Aquí deberán comportarse y seguir las reglas si no quieren que les vaya muy mal.