Get Me Out Of Hell (sácame del infierno)

Three: El demonio.

Estoy en un debate con mi cerebro entre leer o no leer el mensaje.

Estoy hasta la mierda de asustada, si Parker me está escribiendo quiere decir que él está vivo, si lo encuentran podría decir que yo estuve allí. 

Que sofocante.

Una pequeña parte de mí se había alegrado de que muriera, sí, suena mal, pero hay veces que uno por más que no quiera sentir algo es imposible reprimirlo. Me sentí aliviada al pensar que era así, claro, ahora ya sé que estaba equivocada.

Reúno un poco de valor, leo el mensaje antes de borrarlo.

«Él va por ti.»

¿Qué carajo...? Vuelvo a leer el mensaje.

Lo releo unas cuatro veces más pero sigo sin entender a qué se refiere.

¿Él va por ti...? 

¿Estará hablando de sí mismo? ¿Otra persona? maldición ¿qué significa eso?

No le respondo el mensaje y lo borro enseguida esperando no arrepentirme por haberlo hecho.

Cierro los ojos pensando en ovejas saltando una cerca, para poder dormir, necesito dormir y no pensar.

 

****

 

Santa mierda ¿qué es ese sonido?

Arrastro la mano por la mesita al lado del sofá hasta agarrar el teléfono que suena con insistencia y por consiguiente no me deja dormir tranquilamente.

—¿Quién carajos llama a esta hora? —contesto importándome poco quién está al otro lado de la línea.

Escucho una exclamación indignada y luego la voz suave de Tom habla.

—Solo hay una razón para que estés de mal humor —ríe—, eso es que acabo de levantarte ¿cierto? —él sí que me conoce bien.

—Pues claramente así es.

—Oye, no te enojes —ruedo los ojos por su chillido—, tienes que venir antes del anochecer a mi casa. Mi padre encontró unos papeles firmados por tu abuela que te interesaran mucho.

Ahh. 

Gracias al cielo mis padres aún no saben que ella me dejó todo a mí porque si mi madre lo supiera pegaría el grito al cielo. Ni siquiera estoy segura que sepan que está muerta, quizás esa fue la razón por la que no se presentaron, pero así es mucho mejor.

—Está bien, me voy a vestir, ahorita hablamos —cuelgo.

Tom es el hijo del abogado de mi abuela, es súper drámatico, antes creía que yo era dramática hasta que lo conocí.

Estiro mi cuerpo soltando un gemido de satisfacción cuando mis músculos dejan de estar tensos, me levanto del incómodo sofá yendo a mi habitación. Me pongo unos vaqueros y una camisa azul junto con mis botas.

Cepillo mis dientes y reviso todo antes de confirmar que ya estoy lista.

Salgo a la sala, beso la cabeza peluda de Copito antes de irme y también le sirvo un poco de agua.

Tomo mis llaves y cierro con seguro la puerta.

En el pasillo camino hacia el ascensor que está en este piso afortunadamente. Presiono el pisoqe baja al parqueadero, cuando llego salgo del ascensor, después de buscar por pocos minutos mi auto finalmente lo encuentro y entro en él sin problema.

Reviso la hora y apenas son las siete de la noche, no se ve tan oscuro, por lo que estoy a buen tiempo ya que la casa de Tom queda muy lejos.

Salgo del parqueadero y conduzco tranquila con un poco de música.

Gracias al silencio recuerdo el mensaje de ese Parker, debería bloquearlo, no debí haberle dicho mi nombre real. Ya para este punto es claro que hice un montón de estupideces que ahora me está cobrando el karma.

Bendita sea mi suerte.

 

****

 

—Aquí estoy, hombre —sonrío abiertamente abrazando por el cuello a Tom, sus labios también tiran formando una sonrisa y me responde el abrazo.

—Por favor, ambas sabemos que soy más femenina que tú —alardea mirándome con sus brazos cruzados.

Tiene razón pero no se lo diré, se le subiría el ego.

—¿Dónde está tu padre? —pregunto curiosa e impaciente.

—Justo detrás de ti, rubita —ruedo los ojos. Solo hay una persona que le gusta molestarme con ese mote.

—Marc, hola —sonrío falsamente—. Tanto tiempo.

Sonríe complacido por mi tono para después envolverme en un abrazo.

—Eres una ingrata —me asusto por la mirada que me da, por un momento pienso que sabe dónde estuve anoche y palidezco—, hey, no te asustes rubita, el único castigo que tendrás por no visitarnos a Margaret y a mí será no comer las deliciosas galletas de mi mujer.

Cierro los ojos suspirando aliviada, le sonrío formando un puchero con mis labios.

—¡No! No me puedes privar de esas delicias —contesto con dramatismo.

—Claro que puedo —se mofa—. Ahora, a lo que viniste. Pasemos a mi despacho —se hace a un lado para que yo pase, luego mira a su hijo—. Tom —este gira a verlo esperando que prosiga— dile a tu madre que en unos minutos estaré en la cocina, por favor.

Tom asiente y me lanza un beso antes de irse.

Llegamos al despacho de Marc, él me pide que me siente en la silla que está frente a su escritorio, lo hago acomodando mis manos sobre mi regazo y mirándolo en silencio mientras se moviliza por todo el espacio con unos papeles para dejarlos encima del escritorio.

—¿Qué son? —apuesto a que está por soltar una respuesta sarcástica así que le lanzo una mirada amenazante y él hace bien en no hablar. 

Sí, puedo ser aterradora cuando quiero.

—Tus padres hace dos días se enteraron que Lily Rogers había fallecido —comienza sin rodeos—. Tu madre me llamó histérica para preguntarme qué había sucedido y quién es ahora el dueño de los bienes —dice con cautela sentándose en su silla frente a mí—, es una mujer inteligente, supo que si no le llegó ninguna notificación de nada el dinero no fue heredado para ella —prosigue pasándome la primera hoja de color blanco llena de firmas.

»Le dije la verdad, le dije a tu madre que Lily le dejó todo lo suyo a la única persona que se lo ganó con creces e hizo lo que ella no en solo tres años, no tuvo que pensarlo mucho para saber que estaba hablando de ti. Pegó el grito en cielo, me amenazó, me dijo que llamaría a los mejores abogados y me metería a la cárcel.



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En el texto hay: comedia, romance, demonio

Editado: 06.01.2022

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