Narrador desconocido
La sustancia líquida, espesa y de color carmesí corría por mis manos, sin provocarme ningún remordimiento y generando una gran satisfacción en mi interior, como cada vez que realizaba mi actividad favorita, apagar la luz existente dentro de esos dos faroles humanos llamados ojos.
Contemplaba mi gran obra de arte con una sonrisa macabra plasmada en el rostro, sus manos atadas con una cuerda robusta que a su vez estaba atada a un gancho del techo, mantenía su cuerpo suspendido en el aire dejando a la vista las marcas talladas por toda su piel.
Me miraba con los ojos llenos de lágrimas, teñidos de terror cual cordero degollado. La suplica en sus ojos solo me llenaba más de gozo y el cuchillo siendo enterrado lentamente en su muslo sacó un agonizante grito de su garganta que fue como música para mis oídos.
Observé como, lentamente, su mirada se iba apagando y su cuerpo quedaba laxo a medida que se desangraba en una muerte lenta. Giré mi cuerpo lentamente y caminé con paso tranquilo hacia la ventana, con las manos llenas de sangre sujetas a mi espalda, dejando tras de mí el cuerpo ya sin vida de la muchacha que solo fue una pieza más en mi juego.
Yo era el lobo que se disfrazaba de oveja para atraer a sus víctimas, disfrutaba jugando con sus sentimientos y controlando sus acciones a tal punto que se convertían en mis marionetas sin saber el peligro que corrían en mis manos. Los juegos previos hacían todo más divertido pero lo que realmente disfrutaba era quitarme la máscara, liberar el monstruo que habitaba en mi interior y ver el terror emanar de sus ojos transformando su expresión. Me encantaba ver la desesperación por librarse y escapar de mis manos, y la derrota al percatarse de su inminente futuro.
Miré a través del cristal hacia el exterior, ya era de madrugada y estaba oscuro afuera, pero eso no fue impedimento para ver la sombra entre la maleza que me observaba en la lejanía. Una mueca similar a una sonrisa ladeada se plasmó en mi rostro sin emoción, desde aquí podía sentir el peso de su mirada llena de reproche, sin embargo, el sabía que eso no era suficiente para persuadirme. Literalmente era mi sombra, siempre manteniéndose oculto pero presente, era participe de cada una de mis hazañas.
No acababa con su vida porque nos unían más lazos de los que me gustaría y él, sin saberlo también era una pieza clave que usaba a mi antojo y el lo sabía, aunque se hiciese el tonto.
Tras contemplarlo un par de segundos más me dispuse a descolgar el cuerpo del techo, envolviéndolo en una manta y colgándolo sobre mi hombro para sacarlo del lugar y eliminar las pruebas. Esta era la parte más tediosa ya que si quería seguir con esto debía hacerlo bien. Una vez ocultas todas las pruebas del crimen me dirigí hacia el camino rocoso rumbo a la que se podría llamar mi casa, silbando la melodía que había marcado mi infancia, aunque no de la mejor manera. A la mitad de camino detecté un movimiento a mi lado derecho que me advertía de presencia humana pero no me hacía falta girar la cabeza para darme cuenta de que la figura a mi lado pertenecía a ‘mi sombra’.
—Tienes que parar esto. Ya. Te estas saliendo de control y vas a acabar mal. —Escuché su voz aparentemente indiferente a mi lado, aunque a mi no me engañaba, sabía que en el fondo estaba inquieto, preocupado, esto podía arrastrarlo a él también.
—Este soy yo ahora. —Dije tajante. Con un tono que no admitía discusión. —Si no te gusta no andes merodeándome cuando me estoy divirtiendo.
—Sabes perfectamente porque lo hago. —Comentó exasperado con una mueca molesta en su rostro y un tono de reproche. — si no estuviese detrás de ti todo el jodido tiempo ya estuvieses entre rejas.
Solté una ligera risa cínica ante su comentario.
—Cuando te necesité no estuviste ahí para sacarme del infierno que viví. Si lo hubieses hecho las cosas serían muy diferentes. —Mi voz se tornó profunda y seria, con la rabia y el odio recorriéndome el cuerpo como cada vez que recordaba el pasado. —Ahora no vengas a hacerte el héroe que ya no te necesito, ni a ti ni a nadie. Me sé salvar el culo solo.
—Si hubiese podido estar ahí para salvarte lo hubiese hecho. Pero sabes tan bien como yo que las circunstancias no me lo permitieron. —Su tono era fuerte y severo, proyectando culpabilidad camuflada de molestia. —No intentes sacar culpables de donde no los hay, el causante de tu calvario ya esta muerto. Tienes que dejar el pasado atrás y parar este estúpido juego que no te va a traer nada bueno. Si el era un monstruo tu te has convertido en el mismísimo Lucifer. —Menciona esto último con desprecio.
—Esta es mi realidad ahora y estoy muy a gusto con ella. —Dije despreocupado sin hacer mucho caso a sus comentarios. —Lo que tu digas u opines me trae sin cuidado. Ya deberías saberlo.
Desde mi posición puede notar como su cuerpo hervía de ira a medida que nos íbamos acercando a la casa, sin embargo, no dijo nada más, tuvimos esta conversación varias veces y sabía que por más que lo intentase no me iba a convencer de nada.
Los sucesos vividos en mi infancia y mitad de mi adolescencia me convirtieron en el monstruo que era ahora, el que fue mi ejecutor y mi peor pesadilla en aquel momento, murió en manos de su víctima, pero para ese entonces ya había sembrado la locura en mi interior que fue evolucionando, convirtiéndome en lo que era hoy.
Otros en mi lugar hubiesen acabado suicidándose o persiguiendo a los depredadores que seguían los pasos de su verdugo. Yo, sin embargo, me convertí en la pesadilla en las sombras de muchas, siendo su ángel protector hasta dejar a la vista el demonio que se esconde bajo ese manto angelical.