CAPITULO 7

Kaia

No consigo pegar ojo el resto de la noche ya que el suceso que tuvo lugar me dejó aterrada. Después de leer la nota me metí en la cama tapándome entera, metiendo la cabeza bajo las sábanas como hacía cuando era pequeña y le temía a la oscuridad.

A la mañana siguiente me levanto con unas ojeras oscuras bajo los ojos gracias a las escasas dos horas de sueño que logré conciliar. Al dar un par de pasos hacia el baño siento un punzante dolor en la planta del pie que me hace soltar un grito ahogado y trastabillar hacia atrás cayendo sentada en la cama.

—¡Mierda! Los cristales—Murmuro con un tono quejumbroso recordando que no recogí el vidrio hecho pedazos de la ventana rota en la madrugada.

Apoyando el pie sobra la rodilla me inclino para sacar el pedazo de cristal clavado en mi piel y comprobar que tan grave es la herida. Una vez localizo el fragmento incrustado cerca del talón, me armo de valentía pellizcando la parte visible y sacándolo lentamente con una expresión de dolor en el rostro. Me es imposible no emitir un lamento en el proceso ya que no tengo demasiada tolerancia al dolor. Cuando ya está fuera un hilo de sangre brota de la herida que desinfecto con un poco de alcohol untado en un trozo de algodón que tenía guardado en el cajón de mi mesita de noche para luego ponerme una curita sobre el corte. Con cuidado me pongo en pie notando una ligera molestia al apoyar el pie en el suelo que intento ignorar.

Tras el pequeño incidente me coloco las zapatillas de estar por casa para evitar cortarme de nuevo y me dispongo a recoger todo el desastre que se ha ocasionado recogiendo mi habitación en el proceso.

Al terminar me preparo para la universidad y tras asearme y hacer mis necesidades me dispongo a vestirme con un jersey de punto color canela y unos vaqueros. Finalmente tomo mis botas de color beige y me las coloco con cuidado de no presionar demasiado la herida.

Al bajar las escaleras y entrar a la cocina, espero encontrar a la señora Johnson preparando el desayuno, sin embargo, solo veo un post-it de color rosa pegado a la nevera en el que, con una caligrafía un tanto desordenada pone:

“Buenos días querida, espero que hayas pasado buena noche. He tenido que salir a un recado, te dejé desayuno en el microondas. Nos vemos en la tarde.

Sra. Johnson”

Arrugo la nota en mis manos tirándola a la basura sin darle mayor importancia y me dirijo a coger el desayuno encontrándome con unos gofres con sirope de chocolate y trocitos de fresa por encima. La boca se me hace agua y me relamo los labios expectantes por dar el primer bocado.

Me siento en la barra de la cocina y mientras me como el desayuno mi mente viaja a la noche anterior. Estoy segura de que quien quiera que sea la persona que lanzó la piedra tiene que ser el asesino o bien alguien muy cercano a él que esté involucrado en todo este tema. Se que debería desistir de esta loca idea de descubrir lo que ocurre, pero mi curiosidad es superior a cualquier temor que pueda llegar a sentir. No puedo dejarme atemorizar por lo de anoche y menos después de haber encontrado el pendiente de Adara en lo que podría ser el lugar del crimen o, al menos, donde estuvo retenida.

Por un momento ese asunto queda en segundo plano cuando recuerdo que los síntomas de la depresión no se han dejado sentir demasiado debido a los acontecimientos que han tenido lugar desde que llegué a este pueblo lo que por una parte me alegra, sin embargo, los motivos por los cuales me he mantenido distraída no son demasiado alentadores.

Sacudo la cabeza despejando mi mente de cualquier pensamiento y dirijo la mirada a mi plato percatándome de que ya he terminado mi desayuno. Recojo el plato y los cubiertos metiéndolo todo en el lavavajillas y luego tomo la mochila para dirigirme a la universidad.

Una vez en la facultad me encuentro con Elie, Ivy y Cole hablando en la puerta. Me uno a ellos y charlamos durante un rato hasta que llega la hora de entrar a la primera clase. La primera mitad de la jornada me la paso de una clase a otra, las cuales comparto con alguno de los chicos, intentando adaptarme aún al sistema educativo ya que es un tanto diferente al que estaba acostumbrada. 

La hora del almuerzo llega y salgo de clase dispuesta a encaminarme a la cafetería. A unos pocos pasos encuentro a Elie recargada en la pared como si estuviese esperando a alguien.

—¡Hey! Te estaba esperando para ir juntas a la cafetería. —Dice con la sonrisa que la caracteriza plasmada en su rostro.

—Justo iba para allá. —Comento devolviéndole la sonrisa mientras caminamos hacia nuestro destino. —Muero de hambre, la comida es mi debilidad.

Suelta una carcajada ante mi comentario que me contagia y acabamos riendo juntas.

—Oye, te lo pensaba comentar a la salida, pero ya que estamos te lo pregunto ya. —Habla Elie cuando ha cesado el pequeño ataque de risa. —¿Te apetece venir a mi casa esta tarde? Así nos conocemos un poco más y tenemos una tarde de chicas. No hemos tenido oportunidad de hablar mucho.

—¡Claro! Me encantaría, no conozco a nadie más por aquí. —Digo algo emocionada.

—¡Genial! Entonces dame tu número para agregarte y así te mando mi dirección.

Saca su móvil para apuntar mi número y a continuación mi celular suena con el mensaje entrante que contiene su dirección.

—Listo. ¿Te parece bien a las 17:00pm?

—Me parece perfecto, allí estaré. —Respondo empujando la puerta de la cafetería la cual se está empezando a llenar de estudiantes hambrientos.

Elie y yo vamos a buscar nuestra comida para luego dirigirnos a una mesa en el fondo de la cafetería donde se encuentran Ivy y Cole hablando animadamente.

—Hola hola. —Saluda Elie con voz cantarina dejando su bandeja sobre la mesa y sentándose en el puesto que queda frente a Cole.

Les saludo dedicándole una sonrisa a cada uno mientras imito a Elie sentándome frente a Ivy. Charlamos entre risas mientras comemos y contamos anécdotas vergonzosas hasta que suena la campana que indica el final del periodo del almuerzo.