—Necesito que me digan cuán loca puedo llegar a estar por aceptar esto.
Mi mejor amiga observó mi aspecto, junto con su hermana mayor. Cada vez que ellas dos se unían, ardía Troya. Si algo había aprendido después de convivir casi 15 años con las hermanas Maritano, era que siempre era preferible que Irina y Tamara se comportaran como enemigas y no como amigas. Ambas eran malévolas para organizar planes por separado, pero unidas eran peligrosas en extremo.
Iri hizo un gesto con su mano, indicándome que diera una vuelta para ella y después de evaluar con detenimiento cada parte de su creación, respondió tranquila:
—¿Quieres entrar en el equipo? ¿O que te sigan menospreciando por ser mujer?
Apreté mis labios e incliné la cabeza. Esta mujer me conocía.
—Sí, quiero entrar en el equipo. Pero deseo que me aprecien por ser yo, no un chico que no existe... En teoría.
—Ese dato es irrelevante —Tamara movió sus manos restándole importancia a ese detalle y se colocó delante de mí—. Hiciste un excelente trabajo ocultando los pechos.
—Y sí que fue trabajo duro —Irina colocó su mano en la frente y largó un suspiro tormentoso.
—Cállate —la reté y ellas rieron.
—Amiga, tienes copa C, es un sufrimiento tener que taparlo bajo las gasas y las vendas, sólo porque el binder todavía no llegó y tus padres te sacaron medio torcida.
—¡No te metas con mis papás! —Irina se burló y Tamara le golpeó la parte trasera de la cabeza.
—Yo daría lo que fuera para que papá y mamá fueran más como Luca y Simon. Aparte, que le guste el básquet no es de sus padres… nunca vas a encontrar a personas más conectadas con su lado femenino que ellos dos.
—Lo siento, tenés razón —Irina levantó las manos en rendición—, retiro lo dicho.
La faja que habían hecho con tela a la altura de mis senos de manera provisoria dolía, no podía respirar. Pero sacando eso de lado, me sentía conforme con el resultado. El pantalón jogging gris oscuro tapaba mis piernas por completo, la remera blanca básica era ancha por lo que simulaba el poco pecho que me había quedado visible; la campera de algodón negra (perteneciente al hermano egresado de las chicas), me llegaba al inicio del pantalón y me quedaba grande. Las zapatillas, por suerte, eran mías: unas vans negras regalo de mis padres a principios de año.
Tamara se había esmerado en ocultar mi abundante cabello rizado en un gorro de red y cuando quedó satisfecha con el resultado, me ayudó a acomodar la peluca castaña de pelo corto y liso que habíamos conseguido unas semanas atrás.
—Mientras pongas una voz ronca y hagas lo típico de chico: acomodarte la entrepierna cada tanto y sentarte con las piernas abiertas, todo estará bien. —Irina se colocó a mi lado y me abrazó de costado.
—Eso sí, evita que te vean desnudo —le lancé una mirada de enojo a Tamara—, perdón, desnuda. Y eso de los baños, o te aguantas o finges que estás por hacer el segundo.
—Exacto —concordó Irina y Tamara besó mi mejilla y me dio una última mirada antes de despedirse.
—Si no fuera heterosexual y supiera que eres mujer, sin dudas saldría contigo —mis ojos se abrieron y la hermana de dieciochos años de Irina salió de la habitación riendo.
—No le hagas caso, está buscando venganza desde que terminó con Tomi. Va, para él no terminaron.
—¿Venganza?
—La engañó.
—Uh… —Torcí un gesto con mis labios y me quedé mirando la puerta por la que Tamara acababa de salir—. Si esto funciona y consigo lo que quiero; tranquilamente me hago pasar por su novio.
—¿No sería medio raro eso de chica de dieciocho, legal, y el nene de diecisiete recién cumplidos?
—No van a decir nada, porque soy hombre —Irina me lanzó una mirada graciosa—. Bueno, en teoría. Los beneficios de ser hombre, aunque la que salga ganando sea yo. Porque a mí me van a tomar de ídolo por conseguirla y ella sólo le va a dar algo de qué pensar a Tomás por salir con un compañero de equipo menor que él.
Pareció pensarlo un poco y asintió con la cabeza.
—Bueno, eso es interesante. Y también nos da otra cosa en qué pensar. —Se dirigió a la puerta y la abrió invitándome a pasar delante de ella. —Vamos macho alfa, necesitamos que tus papis te firmen esos permisos.
(…)
—¡Pás! —Antes de terminar de cerrar la puerta de la entrada con Irina detrás, ambos padres aparecieron delante de nosotras.
—¿Qué te has hecho, linda?
—Vaya manera original de salir del clóset. Amor, tenemos un hijo trans. —Papá número uno miró sorprendido por mi apariencia y volteó a ver a papá dos, sin dar crédito de las palabras que acababan de salir de su boca.
—Por favor, no se espanten ni tampoco dramaticen todo. —Mis papás intercambiaron una de sus conversaciones silenciosas por miradas antes de asentir y pedirme que continuase. —Necesito que me firmen unos papeles para el colegio, dando a entender que soy su sobrino —remarqué la o—. Esta es mi oportunidad para poder entrar al equipo de básquet y demostrarles a todos esos idiotas, machistas y retrógradas que no se necesita tener algo colgando entre las piernas para poder ser una buena jugadora. En cualquier deporte.
—Entonces... ¿no eres chico trans? ¿Sólo buscás recrear She's the Man? —Papá número dos (Simon) repreguntó buscando una confirmación. —Nos da igual que seas lesbiana, o que seas chico trans, pero necesitamos tiempo para procesarlo, bonita, sólo eso. Adoptamos una niña, no puedo cambiar tan rápido ese chip, amor, pido un poco de tiempo, no más.
—No es eso, papá, no salí del closet ni tampoco me identifico como chico trans —Irina trataba de contener su risa, porque de todos los escenarios, este no era el que pasó por la cabeza de ninguna—. Lo único que quiero es que me admitan en el equipo de básquet, demostrarles lo buena jugadora que soy. Y después de que ganemos, cerrarles la boca al desenmascarar que soy mujer.
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Editado: 11.02.2024