Quise ir a hablarte, y decirte lo genial que estabas. Pero tuve miedo de que me sacaras los ojos. Miedo constante.
Pensaste que te veía como te ven mis amigos: Como carne fresca o solo una chica a la que pueden relajar y con la que pueden divertirse.
Muy lejos de la realidad.
Cada una de tus acciones cada vez me hacía creer que eras el ser humano más especial del universo. No estaba equivocado.