Te pregunte si querías un jugo de arándano. Dijiste que sí sin mirarme, luego seguiste revisando mis apuntes.
Luego de salir de esa habitación pude soltar todo el aire pesado que había estado guardado en mis pulmones. Una idea apareció de repente en mi cabeza. Al llegar a las escaleras fingí que me había caído.
Cuando escuchaste mi grito saliste corriendo de mi habitación toda preocupada, esa cara de preocupación desapareció en cuanto te diste cuenta de la broma. No podías disimular tu enojo y yo no podía parar de reír.
Mi risa cesó cuando tu zapato impactó contra mi rostro. Eso sí que no me pareció gracioso, en nada, pero a ti te parecía lo más gracioso que haya pasado en el último milenio.
Ahí me di cuenta que serias una novia muy problemática. Si no mía, de otro.
Soñar no cuesta nada, ¿Cierto?