FLORENCIA, ITALIA
GIULIA
Mi boda fue perfecta, hasta la parte que el loco de manicomio de Emmanuel decidió drogar a mi cuñado Franco y este terminó en el hospital con una arritmia muy grave dónde casi no la cuenta. Juro que quería matar a ese imbécil con mis propias manos, quería asfixiarlo y hacerlo sufrir hasta su último aliento, pero de eso se encargó el tío Dante y espero que Sofía al menos le haya dado sus patadas que lo dejen impedido y hasta estéril. Total, basuras como esas no merecen reproducirse.
Me entró un miedo terrible al ver la debilidad en Doménico después de ayudar a su hermano junto a Manuela, su cuerpo —en especial su corazón— resiente todos esos intercambios energéticos y me molesta que eso haya tenido que pasar precisamente el día de nuestra boda. El día que se suponía todo tendría que haber salido perfecto y nosotros deberíamos estar en camino a nuestra luna de miel en las Bahamas, en cambio, estamos todos alterados por lo sucedido.
Observo a mi ahora esposo dormir a mi lado, es lo que ha estado haciendo las últimas horas, entrar en un estado de sueño profundo que hasta envidia me da porque, aunque sí dormí un poco, no he dejado de pensar en lo sucedido y que de haber sido más grave, la historia sería otra.
Dudo que ellos soporten perder a alguno de sus hermanos, yo no podría perder a ninguno de los míos. Mucho menos a mis padres, si mi papi me falta creo que me volvería loca por un buen tiempo. No digo que no sufriría por mi madre porque es mi mamá y la amo, pero mi papi es otra cosa.
«¡Basta de fatalismos, Giulia!», me recrimino mentalmente y debo recordar lo aprendido en terapia, pero esto es lo que más me cuesta mantener a raya: el fatalismo.
Descubro un poco la sábana que cubre a mi esposo y acaricio su fornida espalda, sus hombros y uno de sus brazos, verlo dormir así es un deleite y confieso que me gusta hacerlo. Se me salen algunas lágrimas porque el sentimiento dudo que se me pase pronto, pero doy un respingo cuando su brazo se mueve para atraparme contra él.
—Solo a ti te dejo desgastarme, esposa. —murmura, abriendo primero un ojo y después otro, sonrío en automático porque mi esposo es demasiado bello—. ¿Por qué estás tan intranquila? Puedo estar dormido, pero te siento, amor.
Su mano repta por mi espalda y mi hombro hasta mi rostro, donde delicadamente limpia mis lágrimas con sus dedos y eso solo provoca que me den más ganas de llorar, cierro los ojos y me hundo en su pecho.
—Me dio mucho miedo por Franco, por ti, vi todo lo que esto te hizo y la sola idea de que tu corazón se vea afectado hace que me muera de miedo porque no soportaría perderte. —confieso y lo siento dejar un beso en mi cabeza.
—Mi corazón es tan fuerte como el de mamá, así que vas a tenerme contigo mucho tiempo más, mi Reinota. Además, apenas empiezo a ser el mejor esposo del mundo mundial, no puedo faltar ahora.
Sonrío un poco por esas palabras y dejo un beso en su pecho antes de subir una pierna a su cadera y pegarme más a él, necesitando con desesperación sentirlo y no soltarlo. Solo toma un instante en que él me hace mirarlo y me pierdo en esos ojos azules largos segundos antes de besarlo como si hoy fuera el último día de nuestras vidas.
Nuestros cuerpos se buscan por instinto y hacer el amor con mi esposo es algo que dudo deje de fascinarme alguna vez, la forma en que me hace sentir que soy suya, que mi cuerpo, mi alma y mi corazón le pertenecen es una experiencia increíble. Desde la primera vez juntos ha sido grandioso y solo nos hemos compenetrado más con el pasar del tiempo, ahora que somos más maduros siempre buscamos sorprendernos y llenarnos de detalles que van más allá del solo intercambio físico.
Su efecto calmante me invade y quedarme dormida después de ser amada por mi hombre es algo que no me cuesta; así que cuando me despierto nuevamente, siento como si hubiera dormido por horas y todo mi cuerpo está tan relajado y liviano que no hay ni una pizca de estrés en mí en este momento. Y eso es algo que solo mi Dome puede lograr, por eso siempre digo que es mi equilibrio perfecto.
Salgo de la cama sintiéndome como nueva y voy en búsqueda del olor delicioso a comida que empieza a inundar el espacio, seguro mi hombre está cocinando y mi estómago no tardará en despertarse y pedir comida. Al acercarme a la cocina puedo escuchar la hermosa voz de mi hombre y me asomo con cuidado para verlo de espaldas, meneando un poco sus caderas mientras canta y cocina; muerdo mi labio porque su trasero es digno de ser enmarcado y solo yo lo puedo manosear, además que esa espalda ancha y fornida se me hace muy sensual.
—Repongamos calorías y después me sigues asfixiando, amor. —comenta sin girarse y suelto una carcajada mientras corro para abrazarlo y dejar un beso en su espalda.
—No estaba pensando en eso, Domenico Federico.
—Claro que sí, amor, y está bien, no te culpo, soy el esposo más bello y sensual del mundo. Solo tú puedes desearme y usarme cada que quieras. —Se ofrece como siempre y estoy sonriendo.
Beso su hombro y él se gira, dándole un repaso descarado a mi cuerpo desnudo porque aquí tenemos libertad, es nuestra casa y nadie se aparece nunca sin avisar, lo tienen prohibido. Bueno, más bien yo se los prohibí, solo estrictas emergencias pueden aparecerse sin avisar. Si nadie está muriendo, te da tiempo de llamar y avisar.
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Editado: 14.10.2023