Llegamos al restaurante, un elegante lugar llamado "Marchica". No estaba seguro de dónde llevar a Isabella, y noté que estaba callada, perdida en sus pensamientos. No quería parecer invasivo o demasiado directo, pero la oportunidad era perfecta.
Marchica es un restaurante de comida mediterránea de clase media alta. Pensé que podría gustarle y, lo más importante, aquí las posibilidades de toparnos con alguien conocido son mínimas.
—Isabella, llegamos —anuncié, mirando cómo sus ojos color esmeralda se volvían hacia mí con una mezcla de sorpresa y confusión. Me preguntaba si le había dicho algo realmente terrible. Por favor, Señor, dame paciencia. Creo que las mujeres bonitas tienen un tornillo suelto.
Entregué las llaves al valet parking y me dirigí hacia la entrada con Isabella, ofreciéndole mi brazo. Ella lo tomó con una postura confianza que me hizo pensar que esta chica tiene clase.
Sin embargo, algo le preocupa. Y esta noche, voy a averiguarlo.
Pero antes, había algo que no podía dejar pasar. Justo antes de llegar a la entrada, me detuve y coloqué un brazo alrededor de su cintura, atrayéndola hacia mí. Vi cómo sus ojos se abrieron en sorpresa y escuché un ligero "¿Disculpa?" antes de que pudiera decir algo más. Aproveché la oportunidad y la besé.
El beso fue suave al principio, casi tentativo. Sentí cómo su cuerpo se tensaba, pero no tenía intención de soltarla. El roce de sus labios me hizo sentir que estaba desafiando una regla no escrita, pero no me importó.
Para mi sorpresa y placer, ella respondió. Su aroma a flores, dulce pero no empalagoso, me embriagó. Nos acercamos más, y la sensación de su cuerpo encajando con el mío me hizo sentir como si estuviéramos en una burbuja de tiempo.
Nuestras bocas se abrieron ligeramente y profundicé el beso. Ella marcó un ritmo nuevo, suave pero intenso. Mis manos exploraron su espalda, pero me contuve de tocarla demasiado. Estaba en la gloria.
Ella rompió el beso, y me miró con esos ojos esmeralda llenos de deseo. Solo podía pensar en pedirle que fuéramos a un lugar más privado, pero ella me sorprendió con su siguiente comentario.
—Gracias por traerme de vuelta. Estaba pensando demasiado en las cosas. Este lugar me gusta y creo que nos dará suficiente privacidad para hablar de MATIZZES y conocernos.
Un balde de agua fría. ¿Es en serio? Debe notarse la decepción en mi rostro, porque ella agregó:
—Si lo que buscas es un revolcón de una noche, dímelo de una vez. Me gustas, es cierto, pero mis motivos para estar aquí son diferentes. Si no estás de acuerdo con eso, terminemos en un hotel o en cualquier otro lugar, pero no utilices mi empresa como carnada. No necesitamos hacer este circo si esa es tu intención.
Una dosis de realidad. Esta mujer es clara y directa. Tiene razón, y yo vuelvo a la realidad. Respiro profundamente, me aparto de ella y le digo:
—Siempre cumplo lo que digo. Quiero conocer más sobre tu empresa y también quiero conocerte. Solo estoy adelantando el proceso y el orden coherente de las cosas.
¿Dijo que le gusto? Una sonrisa se dibuja en mi rostro. Le doy un beso corto y rápido, tomo su mano y seguimos caminando.
Llegamos a la puerta del restaurante, y nos recibe Mónica, la asesora gastronómica de la noche. La veo saludar a Isabella con familiaridad, y me quedo sorprendido. Mónica nos guía a nuestra mesa.
Hacemos un pedido basado en las sugerencias de Mónica. Mientras comemos, le pregunto a Isabella cómo conoce este lugar, y ella menciona que ha venido aquí con su hermana. Hay algo más, pero no me dice qué.
—Cuéntame sobre la empresa familiar. ¿Cómo nació la idea de MATIZZES? —pregunto, observando cómo su expresión cambia de vulnerable a una llena de fuego y determinación.
—Bueno, Fabio, antes de empezar, quisiera dejar claros algunos puntos —comienza, y me doy cuenta de que está lista para hablar en serio. Asiento, listo para escuchar.
—Este día ha sido realmente inesperado. —Empieza a hablar, y mi mente se pone a trabajar. Decido dejarme llevar y escuchar.
—Quiero que tengamos claro que mi empresa familiar es el resultado de un esfuerzo conjunto. Me halaga el interés que has mostrado, pero te pido que la respetes como tal. Sé que tu empresa actúa como ángeles inversores, pero no toleraré el cobro en "especias" —dice con una firmeza que me hace querer reír, pero me contengo.
—Partiendo de este principio, te presentaré MATIZZES —comienza a compartir conmigo sus planes a mediano y largo plazo. Me habla de cómo han reforzado cada área de la empresa, la propuesta de valor, el nicho de mercado que abarcan, y la solución que ofrecen a una necesidad abierta en el mercado.
—Gracias por compartir esto conmigo y darme más claridad. Más allá de ser una idea innovadora, están posicionándose en un campo en crecimiento. Los primeros en llegar siempre obtendrán más beneficios —le digo, y ella me mira con complacencia. Con esta información, podré preparar una propuesta en un par de días.
—Cuéntame, Isabella, háblame de tu vida —digo, tocando un punto débil que veo en su rostro.
—¿Qué puedo contarte más allá de lo que seguramente averiguaste? —responde, algo defensiva.
—He investigado sobre tu empresa, cómo se mueve en el mercado y los resultados obtenidos, pero no específicamente sobre ti. Quiero que me lo digas tú misma —le digo, mientras su mente empieza a maquinar.
—Podría ser una conversación para otro día, ¿te parece? Hoy ha sido largo, la comida ha estado deliciosa y la compañía buena, pero me gustaría descansar —responde, evadiendo el tema.