—¡Ya llegó la noche! Y hoy es 24 de diciembre ya sabéis lo que significa esto ¿verdad?—Dijo Ilonka abriendo la puerta de casa, venían de la biblioteca.
—¿Cena familiar?—Pregunto Melody.
—¡La navidad y los regalos! El elfo de los regalos estará cerca para entregarnos los regalos.
—Que irónico, no entregará otra cosa ¿verdad?—Dijo Melody riéndose.
—Regalos, lo que yo quiero no me lo podrá dar—Dijo Yuko sentándose en el sofá.
—¿Por qué dices eso? ¿Qué quieres?
—A mi madre, verla una vez aunque sea, tenerla aquí conmigo en navidad.
—¿Qué ha pasado dentro del túnel?—Preguntó Ilonka sentándose a su lado. Un ruido las asustó. —¿Mamá? ¿Eres tú? ¿Qué está pasando ahí arriba?—Todas siguieron el ruido que despertó su curiosidad.
—¿Que ha pasado aquí?—Preguntó Edith, la habitación de Amunet estaba todo patas arriba, pero no había ni rastro de ella. —Quien está ahí, no es recomendable que te enfrentes a nosotras.
Un montón de ropa se movía por la cama, alguien o algo estaba debajo.
—Ya está bien, basta de juegos—Yuko cogió la ropa y la sacó de la cama. —¿Pero qué?—Era un pequeño elfo desorientado, con un traje verde con el gorro a juego y con un cascabel, pero extrañamente no sonaba.
—¡El elfo de los regalos! ¿Has venido a traernos regalos?
—No.
—¿¡Has venido a traernos la nieve!?
—No.
—¿Comida tradicional?
—¿Tengo cara de repartidor de comida?
—¿Entonces qué estás haciendo aquí?—Preguntó Lyra.
—Me he desviado del camino, tengo que llegar al pueblo Ópalo para repartir unas cosas.
—Este es el pueblo Ópalo, no te has equivocado de camino.
—Ja, al final este cacharro puede funcionar sin su cascabel.
—¿Por qué no suena?
—Porque lo he perdido, ¿qué pasa? ¿Vas a llamar a papá Noel para que me regañé?
—Vale, vale, cálmate, no vamos a hacer nada—Dijo Melody.
—Eso pensaba—Bajó de la cama. —Ahora si me disculpáis tengo muchas cosas que repartir. Así que iros a vuestra casa.
—Resulta que esta es nuestra casa—Dijo Yuko.
—¿Ah sí? Ah, bueno, también será mi estudio para los regalos, espero que no os importe.
—En realidad…
—Perfecto, gracias—La interrumpió.
—Ya esta, se acabó.
—Espera Yuko, deja que se quede, solo por esta noche, ¿sabes lo feliz que me hace recibir un regalo del elfo de los regalos? ¿Sabes cuánto tiempo he esperado?
—¿Todo el año?
—364 días. Por favor.
—Está bien, pero yo no soy la que tiene que decidirlo, la señora Amunet es la dueña de la casa.
—¿La señora Amunet? ¿Por qué no la llamas mamá? Como antes.
—Nunca la hemos llamado mamá además, no es mi madre, ni la tuya tampoco—Dijo antes de subir por las escaleras. Ilonka la observó hasta que llegó a su habitación.
—Dejadme trabajar, necesito silencio para hacer los regalos.
Amunet llegó a casa y le explicaron la situación, Amunet accedió con la condición de que pudieran ir y venir libremente por la casa sin problemas, el elfo aceptó sin tener otra opción. Yuko seguía en su cuarto, con la puerta cerrada, pensaba en lo que había visto y lo que había leído en las paredes de aquel túnel.
—“Dos amigas enfrentadas y un final horrible, el destino solo traza el rumbo que la gente quiere hacer. Dos reinas separadas por el orgullo y la codicia”—Recordó.
—Toc, toc—Hizo el ruido con su voz y abrió la puerta—¿Se puede?
—Se puede…—Dijo sin ánimos. —¿Que quieres?
—Vaya, si que has cambiado, Lyra me ha explicado lo que ha pasado.
—Ella no tiene ni idea.
—Yuko. Tú sabes tan bien como yo como es Lyra, es una niña extrovertida, encantadora, buena amiga y buena hermana, sí que es verdad que se mete en líos, pero vosotras no vais por distintos caminos, las cinco sois un torbellino con patas, pero lo que me gusta es que os apoyáis y pase lo que pase, os ayudáis mutuamente.
—Supongo que eso no lo puedo negar.
—No, no puedes, porque es la pura verdad, ahora dime, ¿por qué la tratas diferente? Quiero tu opinión.
—Hoy hemos ido a la biblioteca, todas, y hemos entrado en el templo subterráneo, que solo se abre de día y con una llave, y nos hemos separado. Entonces yo he estado con Coral y con Lyra, y… hemos encontrado unas pinturas y unos escritos que nos han sorprendido.
—¿En qué sentido?
—Las pinturas eran nuestras madres, la del pelo negro con labios rojos y vestido blanco era mi madre Yuu Lin mientras que la otra, pelirroja y de ojos castaños era Annie, la madre de Lyra.
—¿La fantasma?
—Sí.
—¿Que ponía en los escritos?
—Básicamente eran dos reinas y se traicionaron, eran rivales.
—¿Y por eso te tienes que enfadar con Lyra? Ni que su madre la hubiese matado, ¿por qué crees que enfadarte con Lyra te hará sentir mejor?
—Si nuestras madres eran rivales, siento que si soy amiga de Lyra, estoy deshonrando su memoria.
—Yuko, escucha, esto no puede ser lo que piensas realmente, os he visto juntas desde pequeñas, habéis crecido como hermanas, además, antes de suponer cualquier cosa, ¿qué tal si investigas lo que pasó? Yo de eso no sé nada, solo sé que te llevaron conmigo porque estabas en un hospital y lo iban a destruir.
—Seguro que… puede que esté equivocada… Lyra no es mala.
—Eso es, vamos, que hoy es navidad ¿Qué puede salir mal?
—No, no digas eso, en las series, las películas y en los libros, cuando alguien dice esa frase se suele cambiar todo a mal, no lo digas.
—En este caso no estamos en una serie pero vale, no lo diré, vamos abrázala fuerte—Dijo abriendo la puerta de su habitación, Yuko bajo las escaleras y desde arriba Amunet pudo contemplar cómo se abrazaron.
El elfo era de color moreno, se puso bien su gorro y se apretó su cinturón, con un saco lleno de regalos, “por alguna razón no habían podido ver lo que estaba haciendo, aunque estaba en el comedor haciéndolos”, hasta que los terminó todos.
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Editado: 14.08.2021