—Mañana es 31 de diciembre, ¡que ganas tengo!
—Y yo que pensaba que los espíritus no teníais emoción con este tipo de cosas.
—Yo soy diferente—dijo Annie riéndose. El policía Carlos y su hija adoptiva Coral, estaban terminando de comer. Llamaron al timbre.
—Voy yo—dijo Coral levantándose. —Hola Lyra, pasa, estábamos terminando de comer.
—¿Está mamá?
—Em… si, como siempre, en el espejo—dijo antes de cerrar la puerta. Lyra parecía seria.
—Hola hija, ¿Qué tal estas?
—Muy bien papá. Mamá, podemos hablar en privado ¿por favor?
—Em… claro, ¿por qué no?
—Nosotros estaremos en el parque por si nos necesitáis.
—¡Al parque si!—Cerraron la puerta y se quedaron solas.
—Muy bien, ¿de qué quieres hablar?
—Ahora que te vuelvo a ver si que te pareces a la pintura del templo.
—¿De qué hablas?
—Cuéntame algo de tu pasado ¿Cómo conociste a papá?—Preguntó sentándose.
—¿A qué viene tanto interés por mi pasado?
—Solo quiero saber cosas que una hija debería saber de sus padres ¿no? Como se conocieron, estudios que tienen los padres, aventuras y momentos inolvidables que pasaron a la historia…
—Lyra, ¿estás enfadada conmigo por algo?
—Solo quiero saber cosas de ti, esto es todo, no creo que sea tan malo ¿no?
—En realidad no, pero…
—¿Tienes un secreto que no quieres que sepa? Te voy a explicar lo que ha pasado recientemente. No sé si sabias pero debajo de la biblioteca hay un templo, con bastante información acerca del pasado. Y fíjate que curioso que, vi una pintura de dos mujeres y una de ellas era pelirroja, como tú, con el pelo largo.
—Hay muchas mujeres pelirrojas Lyra. Y muchas se parecen a mí.
—Se parecía mucho.
—Lyra, ¿estás culpándome de algo? Escucha, hay un secreto que, realmente tenía ganas de decírtelo, es sobre ti, tu nacimiento y tus poderes.
—¿Mis poderes?
—Hay una leyenda, sobre una sirena, la reina de los mares. Ella te dio sus poderes.
—Tendrás que ser más concreta porque no entiendo nada.
—Yo era joven y estaba feliz con tu padre y contigo, con pocos meses de nacida, pero… un día, nos atacaron, un barco enemigo, querían algo, nunca supe el que, pero no podía permitir que os pasara nada así que, decidí invocar a la gran reina del agua, la sirena de los mares.
—¿Y qué pasó?
—La leyenda dice que cada persona puede pedirle un deseo a la reina del mar, solo uno en toda su vida, y ésta te lo concedería con una condición suya.
—¿Que pediste?
—Gracias a eso, hoy estas aquí, viva, y tu padre también.
—¿Y tú? ¿Por qué no te protegiste tú también?
—No pude. La condición de la sirena no me lo permitió. De hecho, esta vez tenía dos condiciones. Una era que yo debía morir, y la segunda era que tu serias la elegida para ser su sucesora. Por eso tienes el control del agua.
—Yo… pero no puede hacer eso.
—Ya está hecho Lyra, escucha, si en algún momento sientes que el mar te llama, ve hacia él. Eso significa que estas lista para ser la reina del mar.
—Pero, si soy la reina, puedes pedir otro deseo ¿no? Soy otra reina, no esa que no te permitió sobrevivir.
—Solo los vivos pueden pedirlo. Pero, no quiero que estés enfadada, gracias a ella puedes estar viva, y te puedo ver crecer.
Lyra abrazó al espejo simulando que la estaba abrazando. Pasaron las horas y ya se hizo de noche. No podía dormir, eran las 23:47 de la noche y seguía despierta en su litera. Melody ya se había dormido, y las demás también.
Salió de casa en silencio mirando las estrellas en el cielo. Tenía pensado en ir a la playa para ver si podía comunicarse con esa sirena que arrebato la vida a su madre.
—¿Lyra? ¿Qué haces aquí? ¿Porque no estás dentro?—preguntó Sue, quien la vio por casualidad.
—No puedo dormir, necesito ir cerca del mar—dijo mirando la entrada del pueblo.
—¿Pero no puede esperar a mañana?
—Tengo un asunto importante que resolver y no podre dormir si no lo hago.
—¿Quieres que te lleve?
—¿De verdad?
—Sí, además, iba a coger el coche igualmente.
—¿A estas horas?
—Es una cosa mía.
—Otra cosa, no se lo digas a mi madre.
—¿A cuál de las dos?
—A las dos.
—De acuerdo, pero tú tampoco le dirás nada a Desmond.
—Tienes mi palabra—ambas subieron al coche rojo. —Pero porque no quieres que se entere Desmond? Tú ya eres adulta, no tienes que darle explicaciones a tu hermano.
—No es por eso, es que este coche es suyo.
—¿Qué?
Sue arrancó el coche rojo de su hermano y salió del parquin de coches, del mismo pueblo. Bajó la montaña cuesta abajo, poniendo atención a los arboles que habia, hasta llegar a la ciudad Crisocola.
—Cuanto tiempo tardaras?
—No lo sé, pon una hora más o menos—dijo bajando del coche.
—Muy bien, ¿por qué parte de la playa estarás? Lo digo por si no apareces.
—Cerca del acantilado, más o menos.
—Perfecto, nos vemos dentro de una hora—Sue arrancó el coche, dejando a Lyra sola, con su chaqueta larga.
—Muy bien, allá voy.
Lyra llegó a la playa, al trozo más apartado de toda la costa, al lado del gran acantilado. Miró el mar, las pequeñas olas chocaban contra la arena mojada, las tres lunas brillaban, pero no estaban del todo llenas. Se quitó los zapatos y entro en contacto con el mar.
—Esto es una pérdida de tiempo, ¿en qué estaría yo pensando? ¿Poder ver a la reina del mar? Mejor me voy antes de que alguien me vea por aquí.
En ese momento, el agua cambiaba su curso, se movía con descontrol, Lyra ya no estaba en contacto pero agua seguía cambiando, hasta que el mismo mar se partió en dos, dejando un camino de arena en frente de ella y ahí estaba, una botella de cristal con una nota de papel.
Lyra confundida, avanzó con precaución, llegó hasta la botella y volvió a la arena seca sin tiempo que perder, el agua seguía separada mientras que Lyra sacaba la nota de la botella.
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Editado: 14.08.2021