Llegó la noche turbia con brisa pesada, los meses anteriores habían sido más serenos. Entre refugios en cuevas, lugares abandonados y persecuciones, este parecía ser específicamente el que más les atemorizaba. Quizás las persecuciones habían cesado pero el peligro de nunca abandonar el continente, causaba tal terror que ante la simple idea de imaginarlo los hacia estremecerse. Entonces, hacía que esa noche, invisible ante los pasos de las personas que desfilaban entre unos árboles con la nieve de intermediario, hiciera que el cruzar el bosque que estaban a punto de ingresar sin retorno, pareciera infinito, dejando al descubierto al depredador más grande, el miedo.
Un grupo de personas desfilaban silenciosos, encabezando el grupo una mujer que iba encapuchada, como el resto, mientras dejaba flotar sobre la palma su mano una llama de fuego que era algo inestable a causa de la pesada brisa, la nieve hacia que la flama se consumiera poco a poco.
Intentaban que sus perseguidores no se dieran por enterado que llevaban a niños y jóvenes consigo. Llevaban las manos entumecidas por el frio y los otros cambios de clima en los últimos meses desde la partida. A cada cierto tiempo se les hacía ingerir a los niños y jóvenes un trozo de chocolate con forma circular. Evitaban usarlo con frecuencia, pero algunas ocasiones lo ameritaban, porque aun, pese a la orden que se les había dado de ser cautelosos, un niño de cabello castaño, el cual era llevado por la mujer de la flama, respondiera a la orden. Así sus llantos y palabras pasaban a formar parte de la pesada brisa de la noche.
Porque no creas que aquel era un chocolate que usaban como consuelo a los cautelosos, era más bien para un uso determinado, el mantenerlos callados. Así hablaran, lloraran o gritaran, no serían escuchados.
Los más jóvenes, quienes eran llevados por un adulto, se limitaban a mirarse entre sí, a la vez que le sonreían al pequeño infante castaño que lloraba desconsolado. Mientras los de mayor edad entre los jóvenes, se le acercaban al niño con cautela, para caminar junto a él, se internaban cautelosamente a un bosque inundado.
A los mayores se les informó que pasarían por ahí, y que luego de sobrepasar el bosque, estarían casi libres. Entonces, a medida que se internaban en el bosque inundado, los pasos se hacían más pesados, como si caminasen en una masa de color purpura, reflejado así el agua del pantanoso liquido por el color de los diamantes que los arboles tenían incrustados.
Las ramas crujían, los animales y otras criaturas invisibles ante sus ojos, parecían observarlos desde la penumbra.
-Falta poco –susurró luego de horas de silencio. Una mujer rubia se descubrió el rostro con sumo cuidado, miró hacia los lados antes de hacer eso. Una niña, también rubia, iba aferrada a la mujer.
Pero la mujer que encabezaba el grupo se llevó el dedo índice a los labios para indicarle que hiciera silencio. A la vez que otra persona inspeccionaba que todos los jóvenes y niños, aun tuvieran bajo su cuidado una gema colgada al cuello, todas de distintos colores.
Los niños temblaban por el frio.
En un momento determinado se tentaron a descansar, llevaban meses ese ritmo. El grupo, comenzó en esa parte del camino a sentir una perplejidad, sabían lo que hacían, o eso creía, esperando hacer lo correcto, al menos ese sentimiento lo mantenían los adultos, observándose mutuamente sin posponer la marcha. Entonces se decidieron a detenerse, debatiendo en un idioma inentendible para los jóvenes y niños, quienes esperaban intranquilos por el panorama sombrío y aparentemente solitario, sin embargo a lo lejos se escucharon unos caballos, relinchaban y se mantuvieron en silencio, el grupo se sobresaltó esperando el chapoteo de los pies al caminar en el agua. Nada sucedió.
Todos se miraron entre sí, la llama se apagó, previniendo lo que llevaban meses ahuyentado.
-El barco queda cerca –susurró otra con cautela.
Hubo momentos en los que parecía las espesas aguas del bosque, los absorbían, haciéndoles imposible seguir, así, algunos cargaron algunos niños y otros simplemente respiraban con dificultad y esperaban que todo terminara.
Todo se había vuelto oscuridad y silencio, o eso sucedió por un breve momento, porque en algún momento comenzaron a escuchar pasos del agua chapoteando bajo unas pesadas pisadas, se acercaban, unos caballos relinchaban y eran callados de inmediato. Habían sido encontrados. El aire pesado de la nieve aumento y escucharon un grito.
-¡Ahí! –Gritó alguien.
Los pasos se volvieron menos cautelosos a diferencia de los de ellos, no tenían tiempo de ser cauteloso, solo de ser rápidos, les faltaba tan poco para llegar a la cueva, y aunque la misma representaba otro problema, seria en ese momento, morir despellejado al terrible final que los someterían si eran capturados. Y entonces el efecto del chocolate terminó y los llantos retenidos desde hace horas se hicieron escuchar.
-Están con ellos –gritó una voz similar a la primera.
-Corran, corran, ¡Corran! –La mujer de la llama se descubrió el rostro, dejando al descubierto un rostro hermoso, blanco como una perla y de rasgos pequeños y delicados- los distraeré. Por favor, cuídenla –lo último que escucharon de sus compañera fue un lamento entre sus gritos.
-¡Agatha! –Gritó alguien, pero nadie se detuvo, tenían un propósito esa noche por los suyos y desde un inicio todos se habían dispuesto a arriesgar su vida si era posible, con el único propósito de sacar a esos niños y jóvenes de ahí.
Editado: 18.08.2021