Gloria

-11-

Gloria se sonrojó con rapidez. No podía creer que su jefecito se sintiera atraído por ella. Era increíble porque no podía creer que al menos en algo era correspondida.

—Mmm... Señor...

—Enrique —la corrigió. Él estaba en el momento más importante de su coqueteo.

—Sí, sí, Enrique... No sé qué decir.

—El sonrojo dice que quizá yo también te gusto, Gloria. Para mí no es fácil admitir que me gusta mi secretaria, en verdad es... complicado.

—Muy complicado. Yo creo que es mejor que...

Enrique no pensaba perder a la presa que había caído en sus garras. Abandonó la ventana y fue hacia ella para rodearla. Con discreción, pegó su mano a la de Gloria y apretó sus dedos con delicadeza.

La chica sentía que sus piernas se habían convertido en fideos hervidos que no la podían sostener. Eso que vivía debía ser un sueño. Suponía que todavía estaba durmiendo y eso de estar en la oficina nunca pasó. Sin embargo, ella correspondió a ese contacto con un pequeño apretón que significaba que estaba de acuerdo con el acercamiento. Luego sintió que una de las manos de Enrique se posaba en su cintura. ¡Qué locura! Ella había tenido novios en el instituto, pero ninguno de ellos la había hecho sentir algo tan fuerte y ardiente dentro de sí.

Todo su cuerpo estaba envuelto en un montón de sensaciones desconocidas, pero muy agradables. No sabía cómo había pasado de odiar a Enrique, a sentirse atraída por él. Todas las cosas que le había contado el señor Trociuk sobre su hijo, habían dejado en ella una pésima imaginen y los primeros días de él en la empresa tampoco habían sido muy bueno ante los ojos de Gloria. Sin embargo, ahí estaban los dos, propiciando un acercamiento, al menos él lo hacía, porque ella solo se dejaba llevar.

Para Enrique no era difícil acercarse a Gloria. Ya había dado el primer paso, y si retrocedía, las cosas serían muy malas y él perdería la oportunidad maravillosa de tener a la chica con él. Le estaba permitiendo el acercamiento y eso era muy bueno para él.

Con esa mano atrevida, quería acariciar un poco el molde de su cintura.

—Desde que mi papá murió las cosas no han sido fáciles, Gloría. Lo único deseable que tengo eres tú.

—Deberías regresar a la universidad y continuar tus estudios. El señor Trociuk siempre aprovechaba el tiempo para hablar mal de ti —dijo Gloria que colocó su mano libre sobre el pecho de él, como para detener su avance, aunque en realidad era para tocar un poco de su cuerpo.

—Lo he pensado mucho y estoy indeciso. Tengo muchas dudas y mi cabeza está llena de preocupaciones. Ahora mismo lo que deseo es estar tranquilo y, de cierta manera, tú me das tranquilidad. Eres eficiente y siempre predispuesta a ayudar. Tengo un gran equipos de asesores...

—Pero el saber lo ocupa lugar. Lo mejor es que sepas a la perfección lo que pasa en la empresa que es tuya. Sé que esta parte del holding no está muy bien. He hablado con las secretarias de las otras gerencias del holding y me lo han dicho.

—Las otras unidades están trabajando bien. Esta es la que debe salvarse y no sé cómo, aún no lo sé.

Él soltó la mano de Gloria y colocó su mano libre junto a la otra, en la cintura de ella. No quería acordarse de tonterías si estaba en un momento feliz.

La miró a los ojos y después acercó sus labios a los de Gloria para pegarlos y perderse en el primer contacto de muchos que quizá tendrían.

Cuando comenzaron a besarse, Gloria sintió que todo su cuerpo palpitaba de emoción. Ya no sabía si estaba viviendo en un sueño o era la realidad más satisfactoria del mundo. Le encantaba sentir sus labios pegados a los de Enrique. Su lengua era traviesa y se metía en su boca para liarse con la suya. Ella por suerte ya sabía besar gracias a los novios que había tenido. Con Enrique no sabía lo que terminaría ocurriendo. Eran muy distintos y no sabía si una relación así pudiera prosperar al menos un tiempo.

Los dos parecían devorarse al abrir sus bocas. Estaban hambreados gracias a esa atracción que los llevaba en ese momento a perder la cordura.

El teléfono del lugar de Gloria comenzaba a sonar con insistencia, por lo que Enrique tuvo que separarse de ella para que pudiera contestar.

Gloria cogió el teléfono del escritorio de Enrique y estiró la llamada. Quien la llamaba era el guardia, para avisarle que el pedido del café estaba ahí.

—El café ha llegado —contó Gloria que tenía los labios rojos a causa de la pasión con la que se habían besado.

—Ve a traerlos... espera. —Enrique quitó unos dólares de su billetera y se los entregó a Gloria para que pudiera pagar.

—Ahora voy...

Cuando Enrique vio que ella salía de la oficina, él colocó su mano derecha en su frente y comenzó a cuestionarse lo que estaba haciendo. Se decía que debía concentrarse y que Gloria era un problema, pero su atracción por ella era tan fuerte que no quería negarse a tener un buen rato. Además, le serviría de motivación para ir a trabajar. Sus amistades no eran una opción en esos tiempos, porque lo distraían con fiestas. En cambio, Gloria tenía sus pies en la tierra y trabajaba con eficiencia. Consideraba que podría tener todo lo que le gustaba en un solo lugar.

Ella fue hasta donde estaba el guardia, pagó por el pedido y regresó hasta la oficina para entrar de nuevo a la boca del lobo. Su parte racional le decía que nada bueno podía salir de una relación entre Enrique y ella. Él no sabía lo que quería y era inmaduro, aunque en la inmadurez coincidían ambos. Gloria recién atravesaba el primer año de su carrera y no sabía qué le deparaba el destino. En ese momento solo estaba viviendo lo que su atracción le pedía. Al menos ya dejaría de imaginar cómo besaba Enrique, lo sabía y le encantaba.

 

 


 




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