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Advertencia: Este capítulo tiene contenido sensible. Recordar que la novela es FICTICIA y los personajes son eso, personajes.
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Termino de preparar los macarrones y por el ventanal veo que Drake ya tiene la mesa de la terraza lista para cenar, se ha duchado y lleva una camiseta azul real que casualmente es mi color favorito, tambien va con un jeans negro y descalzo. Por mi parte estoy con mi pijama de algodón color celeste diamante. Sirvo los platos y los llevo mientras que el chico sirve las copas de vino.
—Huele muy bien ha decir verdad —musita a la vez que nos sentamos—. ¿Salud?
—Salud —susurro chocando las copas y bebiendo un poco.
—Creí que no cocinabas.
—Esto es lo mínimo, soy muy buena cocinando —pruebo un poco y realmente me ha quedado muy buena esta cena.
Comemos en silencio casi porque los dos teníamos hambre, pero es agradable porque no es un silencio de soledad, es raro, como casi todo lo que me pasa estando con Drake, ni siquiera con Marc me había llegado a sentir así.
—¿Tienes salida a la playa?
—Sí, dejo esto adentro y podemos ir —señalo los platos vacíos.
—Te ayudo.
Se levanta y me sigue llevando otras cosas más que habían en la mesa, limpio todo y llevamos una botella de vino junto con los dulces que él compró, salimos llevando una manta y seguimos el camino hacia la playa. Al llegar a la orilla se sienta en la arena atónito por lo que ve, yo ya sé lo privilegiada que soy por tener esto.
—Esto es hermoso.
—Cómo yo.
—Definitivamente —ríe y me ayuda a abrir la botella de vino—. ¿Entonces? ¿Qué edad tenías?
—Tenía siete, estábamos acá y ellos salieron a comprar —toma mi mano y sonrío mientras entrelazo nuestros dedos—, yo me quedé sola estaba jugando en la sala mientras veía la presentación del auto más reciente que papá había creado, todavía no lo lanzaba y yo lo amaba.
—¿Qué modelo? —cuestiona y yo sonrío recordando dónde está ese auto, yo ordené su fabricación, fue lo primero que hice cuando cumplí la mayoría de edad.
—Nunca se lanzó, pero se llamaba Marena como mi segundo nombre.
—¿Te llamas Marena? —asiento y este sonríe, sus ojos brillan con algo especial—. Qué nombre más extraño.
—Es un juego de palabras, por lo que más les gustaba a ambos, el mar y la arena.
—Entiendo, continua con la historia —me aferro a su mano cuando los recuerdos vuelven y veo todo como espectadora nuevamente, como si fuese un sueño.
—Pues, tuvieron un accidente esa misma noche a solo tres cuadras de distancia —lo miro a los ojos para que note que no es fácil para mí contar esto y mucho menos compartirlo con él justo en este lugar—. Para cuando mis abuelos llegaron yo estaba dormida en la sala, ellos vinieron tan pronto como los llamaron, yo no entendía porque ellos estaban acá y mucho menos entendía la razón por la que mi abuela lloraba mientras me abraza. Esa noche no me dijeron nada y por la mañana llegaron mi tía con su esposo y mis primos, ese día estaba jugando con mis primos cuando escuché a mi abuelo decirle a mi tía que alguien se tenía que hacer cargo de mi y que todo quedaba en mis manos, también escuché decir que el Hospital los había declarado muertos cuando llegó la primera ambulancia y por eso todo recaía en mi.
—¿Tenías siete años y entendiste? —asiento y tomo un poco más de vino, este rodea mis hombros con su brazo y me acerca a él.
—Sí, corrí a la playa y me escondí aquí mismo, cuando vino mi abuela le pedí que me dijera lo que yo había escuchado —recuerdo que me abrazó de esta misma manera, lloraba igual que yo—. Ahí me dijo que habían tenido un accidente, que papá murió pero que mi mamá estaba grave en el hospital, pero al día siguiente ella igual murió.
—¿Cómo alguien tan pequeña supera eso?
—No lo sé, pero ahí me quedé sola, con todo esto y lo peor, con una empresa de la cual era legalmente propietaria apenas mi papá falleció.
—¿Cómo? ¿Cómo le hacías con eso y porqué nadie sabía?
—Por mi seguridad, era muy pequeña y nunca se supo si fue un accidente o fue algo más planeado, siendo sincera tampoco quiero saber. Mi abuelo se hizo cargo de todo en mi nombre, a esa edad firmé el primer documento, luego todo lo que se tuviera que firmar me lo tenían que leer y explicar frente a una junta que yo no conocía, y firmaba todo junto con mi abuelo. Iba a cumplir 18 cuando mi abuelo falleció, de pronto todo volvió a caer sobre mis hombros.
—Pero es que a ti te llueve sobre mojado —asiento riendo entre las lágrimas amargas.
—Y ya desde siempre ha sido así, todos piden y esperan tanto de mí, pero no piensan por mí, no piensan en mí.Juzgan como si fueran perfectos. Tengo defectos como todo el mundo, no soy una diosa, no soy como mi papá que lo criaron y guiaron para ser fuerte, para hacer lo que yo no puedo. Soy la primera mujer en asumir, y aunque estuve casi cuatro años en las sombras, aún así señalan el mínimo defecto en lo que hago como si fuera lo peor del mundo.
—Pero entonces haz todo como tu quieres, piensa en ti y no en ellos, piensa en lo que tu crees que es lo mejor, y si te caes, te levantas, nadie es perfecto pero podemos superarnos, aprender. La vida no es un ascenso constante, es un altibajo como la frecuencia cardiaca.
—Lo sé, pero sería más fácil subir y caer acompañada, yo estoy sola, cuando subo tengo a muchos pero cuando hay indicios de bajar todos se van y cuando no pasa nada todos vuelven. No quiero relaciones por simple interés, quisiera tener a alguien que esté en las buenas y en las malas, quisiera que me quieran a mi por completo.
—Es que para quererte a ti, hay que querer un legado y no cualquiera se puede atrever a aquello, es un puesto de grandes estar contigo —concuerdo con él, algunos le dicen cuna de oro, yo le digo el ojo del huracán.
—Por lo menos estás ahora y me has visto llorar.