Mi reflejo me devolvía la mirada, mi cabello castaño revoloteaba con el sereno de la noche mientras internamente agradecía que faltara meses para la llegada del invierno. Llevaba al menos unas dos horas, cuanto mucho, arrodillada a la orilla de la laguna esperando que algo mágico sucediera. Me siento una imbécil sin saber que estoy haciendo.
—¿Tú quién eres?
La pregunta hizo que automáticamente alzara la vista para buscar el emisor, encontrándome con unos ojos despiadados, piel traslucida y un largo cabello negro que caía como cascada alrededor de la mujer.
—Semine —no me inmuté—. Semine Blackwell.
—Diosa del sol, la luna y las estrellas. Otra más —la evalúo desde su posición con interés— el olor en ti es más concentrado.
—Creo que me estás confundiendo no soy ninguna diosa.
—Oh claro que no muchacha, ese es solo el significado de tú nombre.
Observé su rostro buscando respuesta, desconcertada por no deducir a que se refería. ¿Acaso tendría un olor particular? O peor, ¿Tendría mal olor? Me aseé antes de salir de mi casa, no lo creo posible.
—Soy Sybill.
—¿Qué eres, Sybill?
—Un demonio —respondió—. Un Caoineag para ser precisa.
Supongo que mi mirada revelaba la incredulidad y mi ignorancia respecto a lo que afirmó ser porque resopló y se acercó dos pasos a mí.
—Por las noches canto y lloro en la oscuridad para atraer a mis víctimas y matarlas.
—Eres tú la de los cuentos —Sybill asintió satisfecha de que temieran de ella— ¿Seré yo la futura muerta?
—No. —se rió— Primero porque eres un ser mágico y el convenio no me permite tocarte siquiera y segundo me agradas. Tienes coraje.
No quise indagar mucho más, quizá por mala suerte cambiaba de opinión y me despellejaba por molesta. Suspiré y la miré para preguntar:
—¿Sabes cómo ingresar? —le señalo el lago.
—Tienes que abrir el portal en las aguas del Mors Lacrimae, por supuesto.
—¿Mors qué cosa?
—Así se llama el lago, Lagrimas de la Muerte en tu idioma —muestra una sonrisa macabra—. Recibe el nombre gracias a mis hazañas, cuando mantienes la mirada conectada con la mía puedo mostrarte tú peor pesadilla hasta el punto de hacerte llorar sangre.
—¡Qué asco! —Exclamé— No me digas que debo entrar a las aguas llenas de sangre de desconocidos.
—Lamentablemente es exactamente lo que debes hacer.
Maldigo para mis adentros. Nacer fue un gravísimo error, ¿por qué tuvieron mis padres que olvidar el condón? No estaría aquí si no fuera por eso y mucho mejor no tendría que cumplir un destino con el cual no quiero ser asociada, pero la vida es injusta.
Intento recordar el inicio de todo esto, sería la mejor forma de iniciar a contar esta historia, sin embargo, hay muchos de ellos.
Podría ser el día en que nací o cuando cumplí mis cinco años, uno de mis más viejos recuerdos, pero sería demasiado atrás y detalles innecesarios. Tal vez mi decimosexto cumpleaños cuando mis poderes alcanzaron su supremacía.
No. No. No. Sigue siendo muchos años por contar, lo mejor sería empezar por el inicio. El inicio de toda esta catástrofe y el motivo de estar arrodillada como una tarada inspeccionando un lago mientras un demonio intenta ayudarme.