Tuve que empacar algunas de mis pertenencias hace dos días, ya no era seguro quedarse en mi apartamento. Cristel me había asegurado que existía un hechizo para rastrear mi domicilio, con sus ojos reluciendo de pesar y culpa me ofreció quedarme por el tiempo que necesite en su apartamento. Si antes mi vida era un desastre ahora es peor, no poseo ni una casa donde encerrarme a lamentarme por mis desgracias.
Me he quedado en la casa de Cristel, sintiéndome atrapada y vulnerable. Ayer revisé las cámaras de seguridad de mi edificio encontrándome con una escena desgarradora, los tres individuos que me atacaron en ese club forzaban la puerta principal buscando desesperadamente algo que los trajera hasta mí. La ansiedad crecía dentro de mí mientras veía las imágenes de los invasores registrando cada rincón de mi casa. ¿Qué pasaría si encontraban algo valioso o descubrían información comprometedora? Me mordí el labio inferior con nerviosismo.
Era consciente de lo absurdo de mi miedo, teniendo en cuenta las horas interminables en las que Cristel inspeccionó mi apartamento deshaciéndose de todo objeto que pudieran utilizar en mi contra. No encontraron nada y era de esperar porque no se había cometido ningún error al momento de limpiarlo todo.
Salem subió hasta mi regreso en busca de mimos detrás de sus orejitas, todo ese tiempo lo había utilizado como aliciente ante mi dolor. Aprovechando que está en mis piernas chequeo su herida, cerciorándome que esté cicatrizando correctamente y no haya infección. Lo observo con tristeza por unos minutos y me agacho para darle un besito en su barriga mientras susurro una disculpa. Soy una pésima ama, no pude cuidarlo y lo lastimé.
—Creo que es el momento perfecto para considerar visitar a tus padres.
—No, no lo es —negué repetidas veces reacia a aceptar esa posibilidad, me rehusaba a regresar a Blagden por el momento. No quería volver al lugar donde había dejado tantos recuerdos dolorosos detrás.
—No estás pensado con clari…
—¡NO! —lo interrumpo sin darle oportunidad de seguir sugiriendo alternativas— Agradezco tú ayuda, pero esta es MI vida, yo decido que hacer y qué no —una lágrima se escapa de mi ojos derecho— Tu no podrías entenderlo.
—Entonces explicame.
—Tengo miedo —sorbo por la nariz abrazándome más a Salem—, tengo miedo de enfrentarme al pasado…
—Es comprensible —responde suavizando su tono—, pero no puedes quedarte aquí indefinidamente.
Sus palabras resonaron en mí, sin embargo, no sabía qué hacer o hacia donde ir para sentirme parcialmente segura.
—Es solo cuestión de tiempo para que los Disidentes den contigo —escucharlo hizo que un escalofrío recorriera mi cuerpo al recordar lo que pasó en ese baño—, quiero que lo tengas presente.
—¿Sabes quienes son?
—No.
Sentí como mi mente quedaba vacía de nuevo, la ausencia de Marius siempre me dejaba una extraña sensación de soledad. Entendía que intentaba darme espacio para pensar y no tomar una decisión apresurada, pero, tal vez, en ese momento necesitaba su presencia. Alzo la vista buscando el reloj en la pared y al ver lo tarde que era decido dormir, esperando que mis sueños me den un poco de lucidez o, si no es mucho pedir, algo de calma.
A duras penas despierto, preguntándome porque amaneció tan rápido, quedo un rato observando el techo y pensando en la decisión que había tomado. ¿Era la correcta? Aún no lo sabía. ¿Estaba segura? No, pero estaba decidida en hablar con Cristel. Una conversación que esperaba le diera las respuestas necesarias para decidir el rumbo de su futuro, o destino.
La luz del pasillo se enciende, escucho unos pasos pasar de largo por mi puerta, veo por unos minutos ese pequeño espacio entre la cerámica y la puerta armándome de valor para enfrentarla. Toco el frío pomo de la puerta y no pude evitar suspirar y cerrar los ojos. «Es el momento», pienso cuando el aroma a café llega desde la cocina.
—Al fin saliste —camino hasta tomar asiento en el desayunador—, ¿Quieres café?
Un asentimiento es lo único que recibe de mi parte mientras maquino cómo abordar el tema que me interesa; la razón por la que estaba viviendo bajo el mismo techo de un igual. Aún me impacta el que esté conversando con otra bruja, no obstante, no me sorprende que lo sea. Es claro que su interés comenzó desde la revista, ella sabía que esa exploción fue completamente generada por mis poderes.
—Supongo que este silencio incómodo es el presagio de una platica seria.
—No te equivocas.
Otro silencio largo sin mirarnos a la cara, solo se oye el sonido de las tazas de porcelana al dejarlas reposar en su respectivo plato.
—Deberías empezar a preguntar —sugiere tomando asiento a mi lado.
—¿Pensabas decírmelo? —muestra cara de incredulidad—, ¿ibas a decirme que eres una bruja?
—Me iba a presentar como tal, pero preferí no hacerlo luego de verte huir aquel día en la revista. Es obvio que no estás familiarizada con la magia, ni quieres estarlo.
—Entonces… ¿eso es un no?
—¿Cómo te hubieras tomado que te llegara diciendo que soy una bruja y sabía que tú también?