Luzbel era precioso, era el ángel más hermoso del cielo, pero en su corazón había maldad. Entre nosotros hay muchos Luzbeles, que disfrazan su maldad bajo una bonita máscara. Si no logras identificarlos y huir de ellos, cuando quieras hacerlo será demasiado tarde.
Isabel Anderson
Narrador omnisciente
La noche se hizo día e Isabel no pudo dormir de la emoción, aunque por fuera lo disimulara muy bien, en pocas horas comenzaría su último año de preparatoria, escuchaba las olas del mar desde su habitación, la brisa el olor a salitre la relajaban, vivía con sus padres y Ethan, su pequeño hermano. En Tybee Island, el sol estaba más brillante que nunca, todo anunciaba que sería un perfecto regreso a clases.
—Isabel, el desayuno ya está listo—
Le grito su madre desde la cocina, la adolescente se dio un último vistazo en el espejo. Su cabello largo hasta la cintura, color castaño, combinaba con sus ojos, unos vaqueros negros con una sencilla franela negra de su banda de rock favorita, con sus infaltables, converse rojos. Sin importar lo que llevara encima no pasaba desapercibida, era preciosa, alta, con elegancia natural, su madre decía que eran sus genes, cosa que no se ponía en discusión, ya que al ver a la Señora Kerry era evidente el parecido.
—Otra vez de negro —pregunto su madre con resignación. Isabel se encogió de hombros, el claxon sonó desde afuera y los gritos de Susan no se hicieron esperar.
—Isa, vamos a llegar tarde —se oyó a lo lejos.
—No me da tiempo de desayunar mamá —Isabel agarro una tostada con mantequilla de maní, con rapidez le dio un beso en la frente a su madre.
Camino hasta la puerta, un pequeño carraspeo la detuvo. Ethan con cinco años la veía con el ceño fruncido, sin hablar señalo su mejilla derecha. Isabel soltó una pequeña risita, fue corriendo a llenarle de besos toda la cara, a lo que el pequeño estallo en una grande carcajada.
—Te amo —le susurro Isabel
—Te amo, Chocolate —contesto el niño. Haciendo referencia al olor del cabello de su hermana.
—Me despides de papá, mamá —con rapidez salió de casa.
Susan la esperaba en su lujoso deportivo, color rosa chillón, su cabellera rubia brillaba junto a su piel bronceada, con lentes de sol, un conjunto de mini falda, top rojo. Isabel la vio, volteó sus ojos, eran como el día y la noche, aun siendo tan distintas, su amistad había permanecido desde el jardín de infancia.
—Preparada para hacer historia. —exclamo con emoción, elevando los brazos al cielo, la cara de Isabel dibujo una extraña mueca.
—Isa —le grito su amiga.
—Es el último año, debemos salir a fiestas reales. No de esas donde están nuestros padres —sacudió sus hombros con excitación.
—Sí, claro, Susan, enloqueceremos. Yupi —contesto su amiga con sarcasmo, exagerando la i, teniendo la boca llena de tostada.
—No entiendo por qué seguimos siendo mi amiga —murmuro, la rubia.
—Porque me amas y soy la única que te soporta —con sus ojos azules, Susan la observo con una ceja elevada.
—Lo tomo, pero quiero que sepas que me ofendes —con su mejor cara de digna encendió el auto dirigiéndose a la preparatoria. Minutos más tardes, entrando al estacionamiento un Camaro ZL-1 año 1969, paso velozmente ganándole el puesto donde se iban a estacionar.
—Pero que se cree esté idiota—eufórica comenzó a lanzar insultos al auto.
—Animal, casi nos llevas por delante, necesitas lentes, o tienes los ojos cerrados porque a punta de golpes te los puedo abrir—
Las puertas del Camaro negro se abrieron, como si el tiempo se fuera detenido para Susan, un pelirrojo bajo del auto, completamente vestido de negro de pie a cabeza, con una chaqueta de cuero. Ignorando a la rubia, clavo sus ojos en Isabel, que hasta el momento se había mantenido alejada en silencio.
Piel blanca, cabello como el fuego, ojos verdes como cuando llega la primavera, pensó la joven, sin pronunciar palabra.
—Jasha —hablo el chico, con un extraño acento, extendiéndole la mano. Cuando Isabel iba a contestar, la puerta del copiloto se abrió, dándole paso a su acompañante, una réplica casi exacta de Jasha bajaba del auto, ambas amigas se observaron sin ocultar el asombro.
Con lentes de aviador, camisa blanca y vaquero azul, bajo un segundo pelirrojo. Dejó caer sus lentes a la altura de la nariz, viendo de manera penetrante a las dos jóvenes.
Un ojo verde al igual que el de su hermano, pero el otro era una mezcla entre miel y verdes que lo hacía extraordinario. Jasha, aún con la mano extendida, lo señalo.
—Y él es Lukyan. Somos los hermanos Kuzmin —se presentó—
Susan golpeó el hombro de su amiga, Isabel ignoraba en qué momento había llegado hasta su lado, había algo en esos dos que le generaba una opresión en el pecho. Inquieta tomo su mano.
—Isabel y ella es Susan. —Jasha le regalo una perfecta sonrisa.
—Bueno, debemos irnos. —informó la joven intentando quitar su mano que aún era sujeta por Jasha. Retirándola con más fuerza de la necesaria, comenzó a caminar, el gemelo que seguia en silencio, susurro algo que ella no pudo entender, Isabel se giró con la interrogante estampada en su cara.
—¿Qué? —le pregunto—
—Bonita franela —dijo Lukyan acercándose a ella, con una seguridad que aterraba, agarró un mechón de su cabello, lo guardo detrás de la oreja de Isabel, fue como un látigo de corriente lo que ella sintió, su cuerpo se congeló, no tenía explicación para lo que estaba experimentando, lo que ella ignoraba, es que con la llegada de los gemelos su vida jamás sería la misma.
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Editado: 01.11.2022