Las dos misiones de las Gerarai siempre han sido las mismas: servirle a Dionisio y ahuyentar a las Keres -espíritus femeninos de la muerte- para proteger a la humanidad. Pero poco tiempo pasó para que tuvieran que servir a Morfeo en lugar de Dionisio.
Las cinco sacerdotisas en un principio eran escogidas por Dionisio, quien buscaba en ellas la pureza y, sobre todo, la inteligencia. Sin embargo, no fue hasta la Edad Media donde las Gerarai comenzaron a estar bajo las órdenes de Morfeo, ya que, por miedo a ser juzgadas por practicar rituales paganos, se comunicaban con él a través de los sueños.
A partir de entonces las Gerarai siempre han sido de la misma sangre, pues el padre de sus hijas es el mismo. En un principio Dionisio aceptaba como sacerdotisa a cualquiera que cumpliera con los requisitos. No obstante, cuando Morfeo se hizo cargo de ellas se dio cuenta de que debía prevalecer su linaje. Para hacerlo tenían que reproducirse, y por eso Morfeo tomó el control del proceso eligiendo al padre de las futuras Gerarai con características tales como la benevolencia y la sabiduría.
La segunda misión de las Gerarai siempre se ha mantenido. Protegen a la humanidad con la ayuda de los Oniros -personificaciones de los sueños sin forma definida-. También obedecen en todo a Morfeo y es su obligación seguir con la línea de sangre procreando con el elegido, y así tener sólo mujeres…
Todo eso lo sabe muy bien Nikolás. Entiende de antemano que él jamás será parte de las Gerarai por una razón obvia: su padre no fue el impuesto por Morfeo, además de que él no es mujer.
Siempre ha sido discriminado a lado de las hijas de las actuales Gerarai: Irene, Anna y Galatea. Ellas tomaron clases con los Oniros mientras que él tuvo que ir a un colegio como cualquier persona normal. Nunca ha sido muy sociable, ni siquiera con las futuras sacerdotisas y sus madres, a pesar de que todos conviven en la misma casa.
Nikolás detesta el trato que le dan a su madre. Él la defiende, pero siempre quedan en desventaja pues son sólo dos contra el resto, exceptuando a Galatea, la hija de Esther, que siempre se muestra indiferente y sólo se sienta a observar.
Después de la muerte de su padre, Nikolás decidió estudiar con un tutor en casa, excluyéndose aún más socialmente. Las tardes en compañía de su madre es lo único que lo hace feliz y lo aleja de una realidad odiosa para él.
El chico siempre destaca en lo que hace, pues heredó la inteligencia de su padre. Una muestra de ello es la destreza que tiene para resolver problemas de cualquier tipo.
A pesar de que Nikolás jamás ha entrado a una clase con los Oniros, sabe todo sobre los rituales, los Dioses y las Keres. Sabe, por ejemplo, cómo defenderse de éstas y cómo utilizar todas las armas que Morfeo les proporciona a las Gerarai. Todo esto es gracias a que Mintha le ha enseñado a escondidas, incluso, lo pone al tanto de lo sucedido en cada reunión con sus hermanas por medio de mensajes encriptados. Hoy no será la excepción:
–Madre.
–Nikolás, ¿ocurre algo?
–No vuelvas por favor a recomendarme en otro trabajo como el de hoy.
–Lo siento, hijo, pero tienes que hacer algo de provecho. Sé que no abusas de la herencia de tu padre ni de la fortuna de las Gerarai, pero de vez en cuando es bueno despejarse de todo lo que pasa en la mansión. ¿Bajarás a cenar?
–Sabes que no me gusta cenar con ustedes.
–Entonces que pases buenas noches.
Mintha se retira hacia el comedor en la planta baja. Nikolás observa cómo su madre se aleja y él se dirige a su habitación. Al entrar se tira en la cama y piensa en su compañera de trabajo, cuyo nombre no recuerda ni le interesa. Sin embargo, su forma de ser y su físico, le parecen haberlos visto antes, mas no sabe de dónde.
Su mente está tan absorta que no percibe que alguien ha entrado a la habitación. Es una mujer de la servidumbre:
–Llamé a la puerta pero no respondía. Lo lamento, señor Hatzivrettas. Le dejo la cena.
Nikolás no responde y, con esa mirada tan penetrante propia de él, ordena a la mujer implícitamente que se retire.
La mujer sin tanto ruido se va. Nikolás observa la comida en la charola pero no tiene hambre. Cambia su atención a la rosa roja que está en el florero junto al plato de verduras. Se acerca, quita la flor e introduce sus dedos en el recipiente donde estaba, toca algo -que es lo que le interesa- y lo extrae. Se trata de una hoja enrollada, sabe de quién es, así que no duda en leer su contenido. Se ríe al ver la criptografía barata, pero sabe que su madre no es experta:
(2a – 1) (1 + 2 a)
L M H S I A Y T Y P B U Q W N R N N C F U B B E Z X V G A O T X P V S O M O R C Z T D B A L Q D N S O Q H R T X M R N O B Y R V Z F I T E A A O U B L W R O A X C I D O S V N H G F A M I L O R B F M H T A P H M T H O S W R G U F I N E Q B O C E V R L E T F N U E D A P R Z X A T I P Q M R G F O H E N A B T N L O S I A T K L K I A O B M G U A W U N F M S T X I C H O E M N