La noche envolvía a la ciudad en su manto de oscuridad mientras sus helados brazos devoraban a todo ser vivo que allí habitaba. Las luces que normalmente iluminaban las calles habían perdido su esplendor en aquel sector. Pasaba la medianoche, los habitantes estaban en sus hogares ignorantes de los sucesos que en breve se desarrollarían en las calles a tan solo unos cuántos metros.
Quizás aquella ignorancia fue lo que los favoreció ya que de haber sido concientes de lo que sucedería, el caos generado por ellos mismo se habría despertado.
Ecos de tacos resonaban por aquel pasaje situado entre dos oscuras calles solitarias, la responsable era una jóven de tan solo 14 años de edad. Vestía ajustados jeans blancos, zapatos al tono y una estrecha remera rosada. Su blanca piel resaltaba debido al excesivo maquillaje que llevaba puesto. Sus negros cabellos caían por su espalda.
La jóven caminaba con soltura y elegancia, su bolso pequeño era del mismo color que sus zapatos. Del interior de éste, extrajo un cigarrillo y un encendedor. Inmediatamente la débil luz del encendedor comenzó a iluminar un pequeño rasgo suyo. Sosteniendo el cigarrillo con sus dedos índice y medio de su mano derecha torcía la boca hacia arriba exalando el humo.
Sus pasos resonaban en aquella solitaria oscuridad. Unos ojos rojos como la sangre misma la devoraban con siniestra expresión, sin que ella lo supiera. A pesar del frío, ella llevaba ropas livianas y tenía un andar provocativo. El poseedor de esos ojos rojos olfateó el aire con avidez, una siniestra sonrisa se dibujó en su rostro mientras unos afilados colmillos crecían en cuestión de segundos. Sus uñas crecieron varios centímetros transformándose en garras.
El depredador estaba listo para saltar sobre su presa, previamente se hubo asegurado de no ser interrumpido por ninguna molestia que pudiese interferir en su deliciosa cena

Más veloz que el mismo rayo estuvo detrás de la muchacha sujetándola del cuello con firmeza; ésta, que unos segundos antes divagaba por los abismos de su mente mientras caminaba tranquila y al siguiente segundo estaba a punto de ser devorada por un extraño monstruo, comenzó a entrar en shock.
Cuando ella sintió cómo le clavaban en su delicado cuello dos filos punzantes y el dolor la invadió por completo, su cigarrillo junto a su cartera cayeron al suelo al tiempo que lanzaba un desgarrador alarido que partió el silencio reinante hasta el momento.
II
El vampiro iba succionando la sangre de la jóven con gran placer mientras se inundaba de sus sentimientos y emociones. Dolor, terror, angustia. El débil corazón de la jóven comenzaba a latir con menos fuerza cada segundo que transcurría. Aunque el vampiro lo sabía, su apetito era mucho más intenso que cualquier otro sentimiento.
Cuando el corazón de la humana se detuvo por completo, su apetito pudo saciarse. Soltó el cadáver que cayó al duro suelo inundado en restos de sangre. Sin vida ya. El vampiro elevó la vista al oscuro firmamento mientras los restos de sangre de la jóven seguían ensuciando su boca y quijada. Aquella terrible sed que lo quemaba por dentro había desaparecido al fin. El frío de la noche entrampaba sus sentidos embriagando lo en un dulce frenesí, extendió sus brazos hacía ambos costados sintiendo el placer de poder ser oyente de los susurros de la jóven noche. No obstante aquello duró solo unos momentos, ya que fue interrumpido por una horrenda sensación.
Volvió a estar alerta. Alguien se acercaba y no eran cualquier persona. Sus instintos le indicaron que debía huir ya que el peligro se acercaba. Pero al voltear para escapar vió a unos metros a tres personas que lo observaban en la oscuridad. Rugió como un felino mostrando sus colmillos y elevando sus encías.
El viento empezó a alterarse debido a la creciente tensión que iba inundado el ambiente. Esas tres personas eran las causantes de todo, meditó el vampiro. Dos jóvenes de 16 años de edad, gemelas. De largas cabelleras rojas que le llegaban a sus cinturas. Vestían minifaldas color violeta oscuro, con altas botas que llegaban a sus rodillas y de altos tacones. Color violeta oscuro también. Sus camisas eran rojo sangre y sobre ellas llevaban pullover cuello V color violeta oscuro. Los ojos de ambas eran esmeraldas y despedían siniestras miradas dirigidas hacía el vampiro. Ambas eran idénticas y pertenecían a la raza de los Cazadores. Algunos pensaban que esa raza ayudaba a los de su especie pero estaban equivocados, en realidad los mataban. Muchos vampiros murieron a manos de esa odiosa raza. La tercer persona, situada en el medio de ambas muchachas se adelantó unos pasos. Era un joven de la misma edad que ellas, de rubios cabellos que le llegaban a sus hombros. Ojos dorados. Vestía un pantalón violeta oscuro, zapatos al tono. Camisa roja y pullover cuello V color violeta también.
¿Quién era ese jóven? El vampiro no detectaba su raza, sabía que no era un Cazador. Sin embargo algo en él le despertaba una extraña sensación que le indicaba no atacar. Se concentró en él para estudiarlo, fue cuando su sorpresa lo alarmó al punto de ser incapaz de moverse debido al reciente descubrimiento.
- Señor...es usted... - susurró aquello mientras su corazón se disparó a mil.
Sin saber en qué momento, una de las gemelas se acercó a la víctima. La examinó en cuestión de segundos. Luego clavo una dura mirada en el vampiro llena de despreció
- Asesino - dijo con voz alarmantemente tranquila
Pero el vampiro seguía petrificado sin lograr moverse ni despegar la mirada del jóven rubio quien le devolvía la mirada con dureza e indignación.
En unos segundos estaba situado a metros de ellos y al siguiente los tenía encima. A escasos milímetros.
- No debiste hacerlo, te convertiste en un cruel asesino - le espeto el jóven rubio al tiempo que le incrustada sus afiladas garras, que habían crecido varios centímetros en décimas de segundos, en su interior perforando su corazón. El dolor se adueño del vampiro mientras la vida se le escurría como agua entre los dedos.
- Pero... Señor...¿Por qué?...Si ud es...es uno de los nuestros...