El día se está despidiendo y la noche se empieza a ver, a pesar de que la luna no reluce en el cielo, el sol ya comenzó a descender dejando una estela anaranjada cubriendo la manta azul y algunas nubes blancas. En un pequeño claro de Alyak, el territorio licántropo, cerca del Aivilo, la parte humana, un grupo muy particular está teniendo una disputa.
—¡¿Cómo te atreves a traerlos aquí, Kayla?! —pregunta la única humana, Olivia, a su mejor amiga licántropa, Kayla.
—Cálmate, Liv —dice la rubia ceniza, de ojos verdes.
—¡Esta mañana estuvieron a punto de matarnos! —exclama claramente molesta y señalando lo obvio.
—No fue nuestra intención, lo sentimos —Habla la vampiresa de pelo tan rubio que casi llega a lo albino, en su voz se nota el arrepentimiento.
—Sí, yo nunca quise herir a Kayla, no debí entrometerme en su discusión, lo siento —El brujo castaño mira a Kayla con culpabilidad en el rostro, pero ella le resta importancia pues él mismo le curó.
—Olivia, ellos ahora son nuestros amigos —comenta el único semi-pelirrojo de ojos azules llamado Marcos, intentando razonar con su amiga humana.
—Liv, baja el arco, no son una amenaza —La humana se siente tentada a fijar su mirada en su amiga licántropa, pero sus ojos están fijos en el vampiro que le observa de la misma manera, cuyo mirar expresa lo mismo que ella, odio.
—Esta bien, sé que ellos dos no son una amenaza —dice aparentemente tranquila regalando una sonrisa, refiriéndose a la vampiresa y a el brujo.
—Entonces baja el jodido arco, humana —Sisea con molestia convirtiendo sus ojos rojos.
—No he escuchado tus disculpas —responde Olivia, y Kayla al recordar lo que pasó en la mañana gira en dirección al rubio vampiro con los brazos cruzados.
—¡Aidan! Discúlpate —Le ordena su hermana, Nadia.
—¿Por qué debería hacerlo? —Kayla y Olivia aprietan la mandíbula y Nadia se siente un poco avergonzada por la actitud de su hermano, mientras que los otros dos espectadores no saben que hacer o decir.
—No lo sé, tal vez porque ¡Me arrojaste contra un árbol! —Grita la humana a punto de lanzar su flecha si no obtiene las disculpas del vampiro.
—¿¡La arrojaste contra un árbol!? —preguntan los presentes sorprendidos, menos Kayla, pues estaba presente en ese momento.
—¿Eso hice? —Su actitud desvergonzada se esfuma al notar un ardor cerca de su mejilla— ¿¡Estás loca!? —Gira su cabeza y ve la flecha que quedó clavada en el árbol detrás de él.
—Creo que no calcule bien el ángulo de la flecha, las de plata son más pesadas —dice distraídamente mientras toma otra de sus flechas cuya punta es de plata y la apunta al vampiro, quien se altera notablemente—, la próxima no sólo te rozara la cara, la va a atravesar —asegura.
—Creo que hay que calmarnos —Habla por fin el único castaño nervioso.
—Oye, baja el arco por favor, lamento mucho lo que te hizo mi hermano, pero no lo mates.
—Pude haber muerto, tienes suerte de que el árbol estaba cerca, que tengo mucha resistencia y que tu hermana es sensata, porque no me molestaría la conciencia si acabó con tu mediocre vida —Culmina Olivia bajando el arco.
—Bien —Suspira Kayla ya un poco más tranquila y mira a Marcos quien se encuentra en las mismas condiciones.
—Creo que deberíamos presentarnos —dice Marcos mirando a todos a su alrededor y notando la tensión en el ambiente.
—Liv, ellos son nuestros nuevos amigos —Comienza Kayla acercándose a su mejor amiga y trayéndola junto a los demás presentes—; él es Daniel —El castaño de ojos grises, vestido con unos Jean desgastados y un polo shirt de mangas cortas en azul oscuro, sonríe y asiente con la cabeza— y ellos son Nadia y Aidan.
El par de gemelos rubios reaccionan de distintas maneras, el vampiro sólo pone los ojos en blanco y se pasa la mano por su mejilla aún enrojecida, sus ojos vuelven a su color oscuro, mientras que la vampiresa, la cual tiene una falda a mitad de muslo de color rojo con una camisa del mismo color, pero en un tono más claro, sonríe emocionada.
—Chicos, ella es Olivia, mi mejor amiga —La presenta y la susodicha sonríe orgullosa por como la presentaron.
—Es un placer conocerte —expresa emocionada la vampiresa acercándose a una velocidad sobre humana a la pelinegra—. Al fin tengo amigas con quienes hablar, es un infierno solo poder hablar con él desabrido de mi hermano.
Kayla y Olivia intercambian miradas cuando sienten como la vampiresa las abraza, sonríen y se rinden devolviendo el abrazo; los chicos las miran y también sonríen, quizás sea el comienzo de una gran amistad. Minutos más tarde los seis se encuentran sentados en el piso formando un círculo mientras charlan.
—¡Edades! No sabemos nuestras edades —recuerda Marcos, expresándose un poco eufórico.
—Nosotros dos tenemos dieciocho, recién cumplidos—dice Nadia hablando por su hermano, quien se ha mantenido reservado y comentado poco más que algunas frases, la mayoría sarcásticas.
—Yo igual —Agregan Daniel y Marcos al mismo tiempo.
Las miradas viajan a Kayla y Olivia pues son las únicas que no han dicho sus edades.
—Diecisiete —expresan las dos y los demás se sorprenden pues pensaban que todos tenían la misma edad.
—Tch —expresa con desinterés y un poco de molestia el vampiro, volviendo a mandar sus ojos al cielo cuyo manto se oscurece cada vez más.
—¿Qué? —pregunta a la defensiva la única humana— ¿Tienes algún problema con eso, vampirito?
—Para nada —responde fijando sus ojos en la pelinegra—, solo es obvio que tu actitud imprudente cuadre con tu edad.
—¡¿Qué dijiste?! —Una sonrisa malvada se cruza en los labios de Aidan y eso solo enfurece a Olivia— Ven y dímelo en la cara, cobarde —La sonrisa se desvanece y el ceño poblado de rubias cejas se frunce.
—Tienes agallas, humana insípida y despreciable —Los ojos de Aidan vuelven a ser rojos, pero Olivia no se deja amedrentar.
—¡Aidan, Basta! —Le grita su hermana.
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Editado: 11.09.2022