La vida cotidiana de Alpha era muy simple, y su felicidad tenía el mismo precio que el de respirar. Su rutina volvía a ser la misma desde los incidentes que lo implicaron en una situación indeseada, ahora Beta no se iba de su lado y las chicas saltarinas eran las primeras que intentaba evitar (aunque no se topó con ninguna aparte de Krona).
Era por la mañana, casi mediodía. Meep esperaba que el ser de negro cruzara las puertas para pedir un café matutino, no sin antes ver como se deslumbraba por las pequeñas campanas que daban una melodía algo arrítmica. Alpha y Beta se sentaron a una mesa, y esperaron a ser atendidos. Pero esta vez no fue tan simple como generalmente pasa. El pequeño Alpha a pesar de mirar por todos lados no lograba ver a Mei y se empezó a preocupar (por si su café no iba a llegar ese día). Lo que no se dió cuenta es que alguien más estaba esperando a tomar su orden. No era Mei, ni siquiera se parecía en lo más mínimo. No tenía gran trato con los clientes pero no por ser agresivo, ni por tímido, ni por no comprenderlos; simplemente no los escuchaba, porque estaba muy ocupado apuntando sus ojos a las pequeñas letras de su libro. El hecho de ser tan despistado en ese sentido (a pesar de que está trabajando) ayudó a que ni siquiera notara a Alpha y sólo esperaba unas palabras que tal vez no iba a escuchar de todos modos. Luego de lo que bien pudieron ser minutos, largos minutos, el chico se dio cuenta que nadie estaba ordenando y su concentración pasó del libro a la situación, mas sus ojos no perdieron de vista el libro.
La paciencia se terminó y justo antes de que su vena explotara, gritó al pequeño Alpha completamente ansioso.
–¡¿Vas a ordenar algo o qué?!
Al bajar la mirada notó el espécimen con el que estaba tratando. Comúnmente la reacción normal al encontrarse con tal persona sospechosa es, disculparse y retirarse; asustarse y retirarse o sólo retirarse y olvidar que eso sucedió. Pero esas reacciones sólo funcionaban con aquellos que no estaban al tanto de la existencia de Alpha, y lamentablemente para este hombre, ya lo había encontrado antes.
–¿Es posible que me hayan descubierto? Ya es la segunda vez que me encuentro con esa cosa de negro y mi teoría parece hacerse cada vez más real. Estoy en peligro, Red está en peligro, toda su familia, y ahora que lo pienso tal vez es más grave de lo que pensaba; esta ciudad ya no es segura. De hecho todos en la ciudad están en peligro si todo continúa así. No me queda más opción que ir a advertirles. Pero, son demasiados. ¿Por dónde empezar?
–¿El café de siempre Alpha?
Las señas afirmativas le contestaban a la voz femenina que apareció de repente. Luego del paranoico palabrerío del chico con lentes que trabajaba de mesero y se dedicaba a entrar a casas ajenas a dejar notas en sus neveras, comenzó a tranquilizarse y pensó para sus adentros que si toma café "como siempre" no puede ser tan sospechoso. Pero toda su tranquilidad dejó su cuerpo en tan sólo un instante cuando esa criatura de negro no consumió su café de manera tradicional. Su caja de zapatos estaba satisfecha... ¿Tal vez?
Pero a pesar de que su actitud haya sido completamente extraña y un poco sospechosa, no dejaba de verse un tanto infantil; lo que el muchacho interpretó como una persona no peligrosa.
–Por cierto pequeñín, no sé qué relación traigas con Red, pero al estar en su casa debo asumir que al menos lo conoces. Me gustaría que me digas si mi nota fue entregada sin ningún problema.
Por supuesto Alpha no respondió, pero no se puede estar seguro de que no fuera capaz de entender todas esas palabras, ya que si te esforzabas un poco, girabas la cabeza, entornabas un poco los ojos y te agitabas mínimamente se lo notaba un tanto apenado que él fuera el culpable de que su nota no llegara a su destinatario. Pero alguien más escuchó, por supuesto, ya que este chico que no sabía medirse ni lo más mínimo, su volumen superaba el de una conversación tradicional, por lo que en el café todos estaban enterados de sus preocupaciones y fue Mei quien le trajo una respuesta (en forma de pregunta) a sus dilemas existenciales.
–¿No creo que sea ésta, verdad?
En la mano de la mujer se veía lo que claramente era una nota escrita en un papel algo antiguo, justo como el del libro que trae el muchacho en la mano, y del tamaño justo para rellenar una rasgadura en una de sus hojas. Pero claro, palabras ya no era lo que traía encima, sino una mezcla uniforme de tinta que formaba una especie de animal que no vivía en este mundo y que todo el mundo rece que nunca exista si queremos seguir cuerdos, todo gracias al agua de la fuente.
–¿Qué? Ahora tendré que ir a hacerlo nuevamente...
–O podrías decírselo directamente...
–No se me había ocurrido, es una gran idea. Está decidido, ahora mismo me dirijo a su casa para advertirle.
El chico con lentes se arranca el delantal de encima y se dirige hacia afuera del café, con la intensión de advertir de algún peligro a Red y a su familia.
–Aunque podrías hacer terminado tu turno primero...
Mei un tanto fastidiosa, le sugiere a Alpha acercándose realmente cerca, que lo acompañe; y por supuesto que Alpha obedece, nunca se perdería la oportunidad de ir con uno de sus grandes compañeros, de esos que darían la vida por uno; o al menos eso es lo que Alpha cree.