Guerreros y Patriotas

Salinas

La información que le llega a Lorenzo Ceballos, sobre cómo está la situación en Córdoba, es impactante. Por un lado, hay dos frentes de batalla contra los patriotas, ya que en El Bosque Manuel María Gómez amenaza a la capital de la provincia, Santo Tomás; por otra parte, en el Oriente, José Antonio está en Bahía y Santiago en Paria, si ambos unen fuerzas van a tomar Salinas y con ello todo el Oriente.
Pese a que está situación podría ser desfavorable, los informantes le indican al Capitán General, que hay un cisma en el mando patriota y que es muy probable que estos tres Ejércitos no unan sus fuerzas.

Precisamente en eso fija su estrategia Lorenzo. Tiene que evitar que estos caudillos unan sus fuerzas. En tal sentido, envía órdenes a José Millán para que se mueva con prontitud, además que envíe a Thomas Alonso, con la mitad de las tropas, para que ataque directamente a Palacios, evitando que le lleguen refuerzos a este; mientras que Millán se debe colocar entre Salinas y Paria buscando un combate decisivo contra Santiago.

Por otro lado, Lorenzo está indeciso entre ir a meter en cintura a Luis Cáceres en La Isla Grande, quien, pese a que el Capitán General le perdonó, cometió atrocidades contra los ibéricos al irse Lorenzo a Nueva Andalucia. La otra alternativa es ir a la Provincia de El Bosque para hacer frente a la amenaza que representa Manuel María Gómez.

Finalmente se decide por lo segundo, ya que su Estado Mayor mayor lo convence del peligro que representa este General. Lorenzo, veterano combatiente, sabe que el mejor ejército de los cordobeses, es el que se encuentra en El Bosque, que, a parte de la experiencia en combate, tiene al que es considerado por muchos, el mejor comandante patriota, el díscolo Manuel María Gómez.

Mientras en el lado monárquico la estrategia está claramente definida, en el bando patriota hay un pequeño reacomodo de tropas y una gran lucha de egos. José Antonio insiste en concentrar fuerzas; sin embargo, solo logra atraer a unos pocos políticos y oficiales subalternos, que antes estaban con Carrige, pero que, a raíz del fracaso de la asamblea, lo abandonan y deciden unirse a Palacios. De todos estos quizás el más valioso es Joseph Alcalá, quien es un brillante oficial que se desempeñaba como ayudante de Campo de Santiago.

Por su parte, Gómez, es testigo como 100 de sus hombres, agrupados en la compañía de Carabineros de Los Esteros, desertan íntegramente, desde el Capitán comandante hasta el último soldado. Todos ellos reaccionan de esta manera, al enterarse del llamado que hace José Antonio Palacios y de la negativa de Gómez, de abandonar su plan de campaña, para concentrar tropas.

A orillas del Correntoso, Gómez decide no perder más tiempo y cruzar el río para comenzar el sitio sobre Santo Tomás. Ordena a Cayetano aproximarse a uno de los pasos del río, paso Angosto, e intentar cruzarlo con las pequeñas embarcaciones que han estado fabricando y que los indios llaman piraguas.

Este ataque constituirá una maniobra de distracción, debido a que el resto de la División de Gómez utilizará el paso de El Burro, que es mucho más ancho y caudaloso y es donde desemboca el Correntoso en el Río Ancho; por lo que el enemigo nunca esperara que por ese lugar se produzca el cruce.

Cayetano inicia el combate al alba. Al mando de un batallón, 500 hombres aproximadamente, hace fuego con sus armas de fusilería, casi al mismo tiempo envía a 200 combatientes en las piraguas, diez soldados por cada una, pero ya tiene preparadas veinte más. Estás irán vacías, ahí colocará monigotes y amarrará estás embarcaciones vacías a dos con tropas, para que sean arrastradas y así simular tener más tropas de las que realmente están cruzando el rio

El ataque es furibundo, el fuego es cerrado. Los monárquicos creen que es el ataque principal por la cantidad de disparos y la gran cantidad de piraguas que están en el ancho río. Además, por ahí justamente están esperando el ataque, ya que ese es el paso natural del río. El combate es cruento, el Comandante de Santo Tomás Miguel Torrepando, quien defiende la orilla, ordena traer los refuerzos que están en los otros pasos para poder contener el ataque.

Esto es lo que está esperando Manuel María, quien al escuchar el toque de corneta, entiende que el plan ha funcionado, ya que las tropas ibéricas abandonan el paso de El Burro. En ese momento el embarca a sus hombres, 1500, y, sin oposición del enemigo, pero sí del río que, con lo caudaloso que es, logra arrastrar y hundir unas 8 piraguas; pero, a pesar de esto, logra tomar la otra orilla y se dispone a envolver a las tropas de Torrepando; este, al darse cuenta de la maniobra, logra reagruparse y ordena una retirada efectiva hasta las murallas de la capital provincial.

El paso del río llena de prestigio a Cayetano, verdadero héroe de la jornada, pero las bajas son cuantiosas. Del lado de Gómez, la pérdida de 8 piraguas significan 80 soldados menos, mientras que el ataque de Cayetano se salda con 45 muertos , 93 heridos y 11 son los capturados por el enemigo. El bando patriota logra la captura de 18 monarquicos, todos pasados por las armas al momento, 10 eran cordobeses a los que Gómez ordenó ahorcar en lugares que pudieran ser vistos por los pobladores de Santo Tomás y 8 eran ibéricos que fueron fusilados, también cerca de las murallas. El sitio ha comenzado.

La noticia del paso del río acelera las acciones monárquicas. Thomas Alonso se entera que José Antonio se prepara para tratar de tomar El Valle y le corta camino, derrotándolo en una escaramuzas cerca del pueblo pesquero de Las Misiones.

Realmente José Antonio envío panfletos e hizo correr el rumor que quería liberar a El Valle del yugo ibérico. Emitió una proclama donde decía que dos mil guerreros, los más valientes y osados, iniciarían una cruzada desde el Oriente, para liberar la provincia de Los Esteros. Sin embargo, el solo tenía 500 hombres aproximadamente, esto contando a Judas Burgos y a Francisco que con sus escasos partidarios se le habían unido en detrimento de Santiago, además de la compañía de Carabineros que había desertado del mando de Gómez y que él, pese al reclamo de este, no había castigado, sino que los había incorporado a sus propias filas.




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