H2o

Capítulo IX

La noche me encontró lejos de la choza, debo dormir a la intemperie, no veo casi nada a pesar de que al menos la luna alumbra un poco. También se pueden ver, aunque tenuemente, algunas estrellas. Esta noche no tiene nada que ver con la oscura noche de ayer, las esperanzas de sobrevivir seguían incrementándose, solo me quedaba buscar más agua y más platas. Eso sí, debería tener mucho cuidado con esa búsqueda ya que algunas plantas podrían estar contaminadas al igual que el agua. Pero no tenía otra alternativa ya que yo debía ser mi propio conejillo de indias. Me quedé otro instante mirando el cielo que estaba casi tan limpio como cuando todo era tan distinto en este planeta poblado por la especie de la naturaleza más cruel y más asesina jamás creada. Me preguntaba como Dios había concebido a este ser (yo incluido), este ser sediento de sangre, de dinero, de poder. ¿Por qué el mundo estaba manejado por los más malos, por los más crueles? ¿Para qué una persona desea tener diez millones de dólares cuando tiene tres y con esa suma vive como un millonario? ¿Para qué? Y mi crítica no era para toda la humanidad sin incluirme, yo también había sido un ambicioso, un ciego que no me daba cuenta que las cosas importantes pasan por otro lado, que el dinero no nos da felicidad en si mismo, que no podemos comprar cosas esenciales con dinero. Yo ahora estoy en esta soledad que me abraza y si tuviese un millón de dólares en estas circunstancias enterrados a unos kilómetros de acá, ¿de que me servirían? Absolutamente de nada, o sí, solo como papel higiénico.

La ambición de los hombres logró que lleguemos a esto, a este lugar desierto casi sin agua con pocos alimentos al menos en esta parte de la tierra. La muerte ha azotado a la humanidad una vez más, la historia se repite cíclicamente. Antes los señores feudales mataban al pueblo de hambre o con castigos que querían ser ejemplares mientras ellos nadaban en la abundancia. También la iglesia castigaba por pecados que ella misma también cometía. Y ahora me preguntaba ¿Dónde está mi Dios? ¿Dónde estaba mi Dios cuando explotó la bomba final? ¿Dónde estaba mi Dios, cuando Brasil hizo desaparecer a Estados Unidos? ¿Dónde estaba mi Dios cuando Tamichiga formó él ejército rosa para que sea masacrado en China? Y cuantas veces mas podría preguntar por mi Dios por las veces que no estuvo, por las veces que abandonó a los hombres de bien. No tengo la respuesta y estoy seguro que jamás la tendré y, ahora, no tengo muchas ganas de pensar, solo pienso en como sobrevivir en como no morir de aburrimiento sin nada para hacer, ni siquiera una mujer, ahora hasta extraño los retos, los celos y el acoso de Aline. Uno siempre añora lo que no tiene a pesar de que cuando lo tenía parecía que lo rechazaba, todo un juego psicológico, una actuación, evidentemente aquello que tanto me molestaba de Aline o, aparentemente me molestaba, era una complicidad entre los dos y ahora me gustaría que me regañe por algo y yo contestarle y discutir irme al bar a tomar algo. Y, luego, volver, abrazarla, besarla, desnudarla, besar todo su cuerpo, penetrarla, hacerle el amor, una buena manera de reconciliarnos.

Encuentro un árbol para apoyarme, en realidad es un medio árbol, solo le queda la raíz clavada en la tierra y una parte de su tronco, igualmente me sirve para mi cometido que es solo apoyarme en él. Me acuesto apoyando levemente mi cabeza sobre el árbol, me cubro con la manta y a dormir.



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En el texto hay: distopia, romance

Editado: 28.05.2018

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