H2o

Capítulo XVI

Mientras tanto el mundo unificado seguía su curso. Borges quería implantar la libertad sexual absoluta. El sexo seguía siendo uno de los temas que más dividía las aguas entre la gente. Borges, con buen tino, no quería que haya diferencias sexuales ni ningún tipo de discriminación al respecto. Es más, él realmente creía en esa libertad que era algo innato y natural, le parecía una estupidez el hecho de meterse en la cama de los otros. Él había crecido con esa libertad y por eso envió un proyecto de ley al congreso mundial que había sido votado recientemente.

El congreso mundial aprobó casi por unanimidad, la ley del género único. Ya no había hombres ni mujeres, o a decir verdad, en los documentos ya no se especificaba el sexo de las personas. Solo el nombre y apellido. También se aprobó la ley de cambio de sexo. El estado se haría cargo de ese tipo de operaciones.

La iglesia católica, para seguir con su cerrada conducta histórica, había hecho saber al gobierno mundial, su desagrado y su sorpresa ante estas prácticas que creían aberrantes. Borges, con gran cintura, viajó a la santa sede para entrevistarse con el papa italiano Gregorio XVII. Antes de ser papa era conocido como el sacerdote Gianluca Prevento. Era un hombre de gran carisma y simpatía. Era alto y bastante obeso. Gustaba de la buena vida, sobre todo de los grandes banquetes con las mejores comidas y los mejores vinos del mundo.

Gregorio XVII esperaba a Borges con gran expectativa, pero con cierto temor. No olvidaba que iba a esta frente al hombre más poderoso de la tierra, y porque no, el hombre más poderoso de toda la historia de la humanidad.

Borges llego a la santa sede a las 17 horas, puntual como era su costumbre. Se encontró con el papa, se arrodilló y besó su anillo.

  • No hace falta, Borges-
  • Sí que hace falta su santidad, yo soy un ciervo más. Ante usted que es el representante de Dios en la tierra, mi poder no sirve de nada.
  • Es verdad, Borges. No hay nada más poderoso que el poder de Dios. Pero le aclaro algo, yo también soy un simple ciervo.
  • No me voy a poner a discutir eso con usted, su santidad. Usted es un ciervo que habla con Dios.
  • Ah...si. eso sí.

Se dirigieron a un gran salón dorado. El papa se sentó en un sillón dorado que simulaba un trono. Borges se sentó a unos pocos metros enfrente de él, lo seguían dos de sus custodios y su secretario privado, Paulo Monteca.

  • Su santidad sabrá de que he venido a hablarle…
  • Si Borges lo sé. Y agradezco que se haya molestado a venir hasta acá. Usted que es un hombre tan ocupada. No hay día que no surja algún lío en este bendito planeta. Usted también querer ser presidente del mundo…del mundo entero. El estrés va a matarlo.
  • Bueno…si eso llega a pasar y la muerte me da una señal unos instantes antes, quiero tener el honor de que usted me de la extremaunción...
  • Mmmm…sería un honor, pero no creo que yo esté vivo cuando eso ocurra. Usted es un hombre mucho más joven y saludable que yo. Míreme a mí, soy un pobre viejo obeso.
  • Deje de comer y tomar tanto su santidad, done todo eso que usted consume en exceso, a los pobres.

El papa sintió el golpe. Se dio cuenta que Borges venía con todo. Noto que iba a jugar con sus cartas más fuertes. Se sentía acorralado. Sabía que ese hombre sanguinario era capaz de cualquier cosa. Realmente le temía. Para él era un diablo y así actuaba realmente. Nunca había tenido problemas de matar a quien se le cruzara por el camino. Sobre todo luego de la demencial maniobra de hacer desaparecer a los Estados Unidos.

  • Bueno su santidad, soy todo oídos ¿Cuál es el motivo por el cual desaprueba el cambio de sexo y de género?
  • Joao – era la primera vez que lo llamaba por su nombre. Quería sentirlo más cercano – no solo es lo que yo pienso…
  • ¿Usted habla en nombre de todos los sacerdotes?
  • Si, Joao.
  • ¿Usted habla en nombre de todos los curas?
  • Así es.
  • ¿Usted habla de todos los seminaristas?
  • También.
  • ¿Usted habla en nombre de todos los católicos?- levantando muy alto el volumen de su voz.
  • Si, Joao, no hace falta que me grite.
  • Le grito porque se me canta. Pero de donde carajo sacó que todos los católicos piensan igual que usted. No tiene la menor idea de la cantidad de católicos que se han sometido a la operación de cambio de sexo. Basta de tratar a la gente como estúpida. Basta de pensar por ellos. La iglesia católica no sirve para nada. Usted no sirve para nada ¿Hizo alguna encuesta sobre el tema? ¿Hubo algún tipo de votación? Nada de nada, basta de tratar al pueblo de Dios como si fuéramos estúpidos. Y digo fuéramos porque yo creo en Dios, soy uno más del pueblo de Dios, no creo en esta iglesia de mierda rodeada de riquezas. Hipócrita.

 

Borges estaba agitado. Le pidió un vaso de agua a un cura joven que había entrado al salón luego de haber escuchado los gritos. El cura se lo trajo inmediatamente. Borges estaba agitado, parecía que la predicción del papa iba a cumplirse en ese momento. Pidió otro vaso de agua y de a poco su respiración iba volviendo a su normalidad y sus ojos que habían salido de su órbita, volvían a sus cuencos originales.



#23325 en Fantasía
#5180 en Ciencia ficción

En el texto hay: distopia, romance

Editado: 28.05.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.