La primera vez que lo vi, yo tenía seis años.
Un caluroso día de verano, en el bosque del Dios de la montaña donde se dice que viven los yōkai, me desvíe del camino y me perdí.
Corrí y corrí en busca de una salida, pero el cansancio pudo conmigo.
Me sentí tan sólo y asustado que no podía más que llorar… hasta que apareció él.
Editado: 09.12.2020