Una semana después
Me observo por última vez en el espejo y salgo de la habitación hasta el primer piso donde estará el circo del que seré partícipe por las ideas locas de mi abuelo, suspirando me acerco al único que no está de acuerdo con esta locura. Mi amado primo.
—No tienes que haces esto —intento sonreír, porque sé que para él no está siendo fácil verme arruinar mi vida y no poder hacer nada.
—Sabes que sí, no tengo otra salida —él gruñe con fuerza y toma mi mano.
—Odio no poder hacer nada —ahora si sonrío, para tranquilizarlo.
—Está bien, no pasa nada —sus ojos se ven tan negros que sé que su sentimiento de culpabilidad lo está consumiendo.
—Te espera en el despacho, necesitan hablar contigo de nuevo —asiento alejándome de él para caminar hasta el despacho de mi abuelo.
—Aquí estoy, ¿Para qué me necesitas?
Mi abuelo se acomoda su saco y luego me larga un bolígrafo que miro con los ojos entrecerrados.
—¿Qué quieres que haga con eso?
—Que firmes el contrato matrimonial y uno donde te comprometes a darle un hijo a tu esposo antes de que cumplan dos años de casados.
Abro los ojos desmesuradamente porque eso era lo que más me temía, no quería tener que ver nada con ese hombre.
—No pienso acostarme con él y eso no está en discusión.
—No tendrás que hacerlo, el embarazo será por inseminación artificial, ahora deja el drama y firma el contrato Valeria.
Suspirando hago lo que me dicen por qué lo que más quiero es terminar con esto de una buena vez.
Firmo los papeles rápidamente sin leer nada y sonrío para mis adentros porque ser una de las hackea tiene muchas ventajas y una de ellas es que voy a hacer que este matrimonio desaparezca cuando yo lo quiera.
Mi abuelo me observa fijamente y sin decir nada me invita a caminar hasta el altar donde se encuentra un hombre alto con un traje negro a la medida que le queda perfecto y muestra lo trabajado de su cuerpo.
Cuando llego hasta él, mi abuelo me suelta y el hombre sin mirarme una sola vez toma mi mano y me coloca a su lado para que empiece la ceremonia.
Pasan los minutos y ruego que esto termine rápido porque me estoy volviendo loca con el silencio de este hombre.
Al final el padre da la bendición y nos invita a darnos nuestro primer beso como casados.
Suspiro observándolo cuando se voltea para tomar con fuerza y rudeza mi rostro y estampar su boca contra la mía.
Abro los ojos desmesuradamente porque jamás me imagine que ese hombre me besara de esa manera y mucho menos que introdujera su lengua en mi boca para jugar con la mía.
Lo que parece una eternidad para mí siento y veo cómo se aleja y cuando lo puedo ver bien a los ojos abro los míos cuando sé quién es.
—¿Raymond?, ¿Eres tú?—sonrío con mucha alegría cuando veo que el hombre con el que me case fue y es el amor de mi infancia.
Después de tanto tiempo lo tengo frente a mí, mi sonrisa y alegría es muy notable por lo que él aprieta con fuerza la quijada haciendo que yo me sorprenda por su actitud.
—Deja esa cara de felicidad, recuerda que esto es solo un acuerdo, no te ilusiones mucho —suspiro agachando la mirada porque me sorprendió mucho escuchar su rabia y desprecio cuando me habló—. Espero te Comportes y recuerdes tu contrato prematrimonial.
—Estaba tan desesperada por terminar con este circo que no lo leí.
—Lástima por ti, porque si llegas a incumplir alguna de mis reglas me tendrás que pagar el doble de lo que di por ti.
Aprieto las manos con fuerza y me suelto de su mano con un poco de fuerza.
—Eres un cretino.
—No eres la primera que lo dice —Sonríe alejándose de mí.
Caminó entre la gente dejándome como una imbécil parada mirando cómo las personas se dispersen por el lugar para disfrutar el banquete que ahora daremos por la celebración de la boda y también para el primer baile de los novios, pero como el tarado de mi esposo se fue creo que tendré que quedarme como una tonta parada buscando la manera de excusarlo.
Busco a Raymond, pero no lo encuentro por ningún lado, así que me doy vuelta para regresar al salón y me topo con un hombre parecido al, que me sonríe y extiende la mano.
—Es hora del baile de los novios, así que por esta noche seré el suplente de mi querido primo.
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La fiesta estaba siendo un infierno para mí, todos me miraban porque el novio había desaparecido y no sabía dónde estaba el condenado, no podía creer que ese chico tierno y bueno que conocí unos años atrás se hubiera convertido en ese infernal y engreído hombre que parecía que nada le importaba.
Me dirijo hacia la cama para quitarme este vestido de novia que me está ahogando, y luego irme al baño para darme una ducha y olvidar este día que fue mucho peor de lo que imaginaba.
Entro en el completamente desnudo y me choco con fuerza contra el torso mojado y duro de mi futuro esposo.
Abrí los ojos grandemente y busque rápido algo con que taparme. Por el esfuerzo caímos de bruscos al piso con él encima de mí.
Sus ojos me observan con atención y oscuridad y me muevo incómoda porque nuestras partes están tocándose y lo que estoy sintiendo no es nada agradable, así que pongo mis manos en su pecho para levantarme y poder estar en una mejor posición.
—¿Puedes quitarte?—veo cómo levanta una de sus cejas en mi dirección y luego sonríe.
—No me digas que te incomoda. —Asiento porque es lo que ahora mismo estoy sintiendo.
No creo que podamos llevarnos bien y estar en paz si estamos los dos desnudos uno encima del otro.
Él, en cambio, hace todo lo contrario a lo que le pedí, se acerca a mí aún más y hace que nuestras narices se toquen y otras partes, mi corazón empieza a acelerarse salvajemente por su cercanía y ahora mismo solo quiero que se corra y me deje tranquila
—¿así es como te gusta que te traten?—me alejo de él para fruncir el entrecejo porque no estoy entendiendo lo que quiere decir.