La ansiedad rompe el espacio-tiempo, porque el aquí y ahora, se convierte en el allá y el jamás, te hace perder de vista el presente, temer al futuro, quizás hasta decirte al oído… ‘¿Acaso saldrás de aquí?’
Primer día de clases, New York, lunes 28 de septiembre, 2015.
Petra Russo.
Me miro en el espejo porque algunas veces decido mutilar mi felicidad así. Hoy me tomé como propósito evitar caer en mi imaginación, porque sí, se siente bien escapar de la realidad… Pero al volver, siempre sería igual.
—Es todo lo que puedo hacer por ti, Petra —me susurré. Y sí, eso era todo, escondo las ruedas en mi abdomen con la ropa, mis pecas con el maquillaje, mi pelo en la cola de caballo y mi sonrisa al sonreír sin mostrar dientes… Es todo lo que puedo hacer.
Mi existencia no la puedo ocultar, aún no he encontrado una manera.
Ya no tengo un vestido hermoso que haga menos notorio mi cuerpo, sino un pantalón dos tallas por encima de la mía con un suéter a la par, para ocultarlo. Porque yo era el conjunto de lo imperfecto, jamás podría saber cómo sería ser de otra manera, ¿Cómo se sentiría amarse a uno mismo? Seguro no como se sentía odiar cada parte, así que supongo que querría eso.
Con el paso del tiempo he comenzado a ver que la ansiedad se está volviendo un tema de popularidad. Hay miles de gurús, miles de oradores, pero es que no es lo mismo escucharlo que vivirlo, y mucho menos es igual para todos. La ansiedad es tanto no poder moverse, tener el corazón acelerado, temblar y demás, pero también es sentirte consumido por tu propia mente. En esos momentos no queremos saber qué parte del cerebro lo hace o que hormona lo contrarresta. Saber qué es que tu corazón se rompa dentro de tu pecho mientras aún late, es entender que solo querías un lugar para romperte, para deshacerte a ti misma, sin miedo a que esas partes se rompan o a que rompan a alguien más.
Total, siempre terminamos reconstruyendonos.
No charlas, ni consuelo. Solo paz. Porque estar solos y sentirnos solos no es lo mismo, ni es igual.
Diría esas cosas a cara de a psicóloga escolar que solo come granola mientras nos da la terapia, pero el don de expresar no es lo mío. Algo en eso de sentirse cohibido ante otras personas traía el sentir vergüenza de saber que ellos pudieran pensar que eres débil.
—Señorita Petra —sonrió aquella rubia—, el desayuno está servido. La familia Russo la espera.
Guardé en mi mochila el dibujo que hice ayer, de un piano y de las flores desbordando,y reí al pensar en ese chico, ¿Por qué la vida me lo pone en frente si no va a dejarme conocerle? ¿Por qué mi imaginación tiene que ser tan buena?
—Buenos días.
—Buenos días, mi Petra —me devuelve el abuelo cuando saludé al ir a la cocina.
Papá sube la mirada y mi alma misma tiembla, el desprecio fue tal que llego a pensar que quizás le hice algún mal, porque eso no es algo normal. Se siente como si odiara mucho más que mi presencia, como si mi mera vida fuera un inconveniente para él. Pero deja su mirada al final en los papeles que están sus manos, obcecado en ignorarme.
—Te los preparé especialmente a ti, Petra —me susurra la abuela.
Saben al cielo...
—¿Cómo puedes comer eso? —Cecile me mira con asco—, ¿Sabes cuántas calorías tiene un panqueque?
—Solo me comeré uno.
—Uno tiene más calorías de lo que deberías consumir en un solo día. Deberías dejar de comer como si fueras vaca. Te pondrás gorda. Ningún chico querrá estar contigo ¿Cómo esperas que Cross quiera casarse contigo? Por esa mierda es que Cross ya no te quiere.
—Ser una linda vaca no suena a algo malo, Cecile.
—Igual no lo hará —levanta la mirada papá mientras me fulminaba con ella—, anoche Cross anunció que era gay.
¿Qué?
—Como sea no debes comer tanto, Petra —sigue Cecile mientras mira a papá esperando que él le siga la corriente.
Dejo el plato y comienzo a tomar una fruta.
—¿Coges las cosas sin preguntar ahora? —la voz de Cruise resuena estridente contra mis oídos —Por Dios, niña. ¿No te enseñaron modales en la selva que Ingrid te tenía?
—Lo siento… —vuelvo al panqueque, pero él bufa—, ¿Qué debo hacer entonces?
Le molesta que coma una cosa y no me deja tomar la otra, ¿¡Espera que no coma?!
—Solo es un poco, amor.
—Toda esa grasa se irá a las caderas. Petra, no te permito que te lo comas.
—¡Pero ella quiere comerse los panqueques, Cruise! —se exalta la abuela Cara— ¿Cuál es el problema?
—Ya no te alteres, viejita, no es bueno para tu corazón.
Es cierto, la abuela tiene problemas del corazón.
—Que es mi casa, y si le digo que no coma, no come. No tendré obesas. Nadie querrá casarse con una gorda. Y tenemos intentando conseguir una reunión con el hijo de Marta Rod, quizás su hijo se rebaje a casarse con Petra. Ya que está aquí, puede ayudar en algo.
—Es un maldito panqueque —Vuelve a intervenir sin mirar y fumando su cigarro el abuelo—. Petra, princesita, cómete todos los que quieras —le miro amando que me defendiera.
—Mi casa, mis reglas. Cómete una manzana y ensalada. Punto.
Mamá lo mira con enfado, pero cuando va a hablar él la hace callar con la mirada; como todos los días.
—Estaré un poco ocupada estos días, así que casi no me verás, hija —Louan era dueña de una academia de Ballet muy reconocida—. Jane, una de las profesoras tuvo una caída ayer y está en el hospital... Así que tendré que redistribuir todo.
—No hay problema.
Cygne noir es su pequeño trozo de felicidad. Así que, si ella necesitaba durar todo el día allá para olvidarse de unas cosas, no hay problema. Todos tenemos nuestras maneras de brillar.
Cruise, mi padre biológico, habla con Cecile animado sobre cómo ella había sacado diez en su curso de moda. Yo, como apenas tenía un año recién cumplido en esta ciudad, y mi horrible ansiedad social me impedía hacer cualquier cosa que incluyese a alguien desconocido, no había entrado en ningún club. ¡Pero que tengo un gato!
#3412 en Joven Adulto
#18190 en Novela romántica
pasion deseo tristeza tragedia juvenil, hombre mayor mejores amigos traicion, ternura y pureza
Editado: 26.09.2023