Capítulo 3.
Bonhomía.
“Afabilidad, sencillez, bondad y honradez en el carácter y comportamiento”.
La semana pasó rápido y era sábado. Ese día su abuela le había avisado que había invitado a unos vecinos nuevos a comer y ella le había ayudado a hacer su pasta especial con carne y queso.
—Ve a cambiarte, cariño —Dina le había contado que había conocido a la Señora Griselle porque se encontraron camino al mercado y la señora estaba perdida: eran nuevos en el vecindario y a su abuela la señora le había agradado.
Hailey ya no había vuelto a ver al chico tatuado. Cuando llegaba a la facultad, él ya estaba ahí. Parecía que no se iría más en autobús.
—¡Hace mucho calor, abuela! Me pondré un short —subió corriendo y se buscó su short negro con tirantes. Tomó una blusa blanca con mangas y se vistió rápidamente. Se cepilló su cabello y dejó sus rizos sueltos.
Se puso sus tenis, blancos y bajó al escuchar el timbre y la voz de su abuela recibiendo a los invitados. James –su abuelo– bajó junto a ella y lo primero que reconoció fue el brazo tatuado del chico.
—¡Que alegría que hayan venido! —La voz alegre de su abuela la sacó de su ensoñación. Sintió un empujón y entró a la cocina, mirando a una señora con un vestido de flores y el cabello rubio hasta los hombros. Junto a ella, estaba un niño de nueve años serio, con el mismo cabello rubio con la mirada perdida y se encontraba quieto junto a su compañero.
—Dina, este es mi hijo Rust —señaló al niño—. Y Adler.
Adler. Ese era su nombre.
—Mucho gusto, señora —dijo el chico—. Trajimos un poco de pastel de chocolate, esperamos que le guste a usted y su familia.
—¡Pero que chico más elegante, James! Pasen a la mesa, de hecho el pastel de chocolate es el favorito de mi nieta.
Hailey avanzó y sus ojos se cruzaron. Él le miró con sorpresa, pero alejó su vista de ella y tomó lugar en la mesa.
—Ella es nuestra nieta, Hailey —la presentó James—. Es la luz de nuestro hogar.
—Mucho gusto —le extendió la mano a Griselle y ella le saludó de beso. Le agradó la sonrisa dulce de la señora.
Saludó a Rust y finalmente le extendió su mano a Adler.
—Es bueno verte otra vez, Hailey.
—¿Se conocen? —Preguntó su abuela pasando platos y vasos.
—Vamos a la misma universidad y en la misma clase —respondió él.
—Me alegra que Hailey tenga un amigo —respondió su abuelo sirviendo la pasta—. Suele ser muy callada, casi no habla.
—¿En serio? —Dijo con sorna—. Si la conocí hablando sola —murmuró para él y la castaña lo escuchó.
—Sí, a veces le cuesta hacer amigos, excepto por esa pelirroja extraña.
—Se llama Lynn, abuelo —se fue a su lugar y ayudó a pasar los platos.
—Me alegra que mi Adler conozca a alguien —el cariño en la voz de la mujer le recordó a su madre—. Es un buen chico, solo que poco antipático.
—Gris…
—Es la verdad, cariño —se preguntó por qué no le diría mamá.
—¿Y qué sueles hacer, Adler? —James preguntó interesado.
—Voy a la universidad y trabajo en un restaurante —dijo con una sonrisa. Su suéter negro tapaba su brazo tatuado, pero ella sabía que estaba ahí—. Nos cambiamos porque la universidad y la escuela de Rust quedaba más lejos de nuestro antiguo hogar.
—Admiro a los chicos que trabajan y estudian —la comida empezó y todos se entretuvieron en la charla de los adultos. Hailey notó que Rust en ocasiones tenía la mirada perdida y que Adler le ayudaba a cortar su comida. Parecía como si el niño estuviera muy pequeño y no pudiera cortar su propia comida.
—… y entonces… —su abuela contaba la historia de cómo se había conocido con su esposo. La verdad era que Hailey adoraba esa historia, porque Dina le contó que el día que se conocieron su abuelo la salvo de caer en un charco tomándola de la cintura y que cuando le miró a los ojos fue como encontrar algo que no sabía que buscaba.
Pero James en ese momento tenía novia, e intentó no caer en los encantos de la hermosa castaña, pero cuando menos lo esperó, ya había caído en ellos. Después de decidirse por su abuela, fue y le declaró su amor y ella lo aceptó después de que ahora él la persiguiera.
¿Cómo sería encontrar tu pieza restante? Se preguntó la castaña mientras daba un sorbo a su gaseosa.
Sus ojos viajaron a los del tatuado y se encontraron.
—Bueno, muchas gracias por todo —Griselle y su familia estaban por marcharse. Adler escribía en su celular mientras Rust se despedía de todos—. Me dio mucho gusto conocerlos, esperemos que la próxima invitación sea a nuestro humilde hogar.
—Sería un placer —dijo su abuelo.
—¿Saben? —Griselle llevó su vista a su hijo y de ahí a Hailey—. Adler puede llevar a Hailey en las mañanas, su camioneta está lista y así no se tendrían que ir en autobús, ¿verdad Adler?
Editado: 16.05.2020