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Preguntas sin respuestas
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Vanessa.
— ¿Enviaste los archivos a los inversionistas? —su voz rasposa seguida de la toz me hizo suspirar por tercera vez en los últimos diez minutos. —Campbell, te estoy hablando. —estornudó.
— ¿Estás seguro de que estas bien? —inquirí no del todo segura de sus maldiciones diciéndome que si desde que comenzamos a hablar. Él no sonaba bien en lo absoluto. —Elijah.
— Que sí te dije. —suspiró cansado. —Envíame todo lo que hiciste hoy para terminar de detallar las cosas. Volveré en una semana y debemos retomar las reuniones con los italianos para el tema de la fusión.
— Considéralo hecho. —dije por lo bajo, mi mente mas preocupada por su salud que por el hecho de que teníamos mil cosas encima. Que hombre tan terco, sabía que si le decía que fuera a un hospital me saldría gritando y al final no iría a ningún lado. —¿Algo más? —la toz llenó mis oídos cuando del otro lado de la línea Elijah se alejó del teléfono y comenzó a sacarlo todo. —Parece que no. —solté, para luego colgar la llamada y quedarme como una tonta mirando el celular.
Las llamadas perdidas de papá llenaron mi campo de visión y tuve que bloquear la pantalla para no torturarme mas con esto. Me había buscado y me encontró. No sabía que trabajaba para Elijah, pero si que dio con mi nuevo numero de celular. Era cuestión de tiempo antes de que buscara en el lugar correcto y viniera por mí.
Jeremy no se había quedado atrás, mi reputación estaba en entredicho en nuestro circulo social porque tuvo el descaro de decir que me fui detrás de un pene y dejé a mi familia botada. Elena había estado reacia a decirme, pero al final, las palabras salieron y me contó todo lo que se decía de mí. Tuve que forzar una sonrisa luego de ello para poder enfrentarme a una Emma completamente embelesada por su pequeño recién nacido, y ya de ello iban dos semanas.
Ella estaba feliz y yo amaba verla así. Esperaba conseguir eso pronto. La manera en que Nicholas la miraba a ella y a sus hijos era arrolladora, ese hombre estaba dispuesto a quemar el mundo solo por ellos tres. Mi amiga obtuvo su final feliz luego de tanto sufrimiento, y estaba poco a poco reconstruyendo su relación con su padre. Aunque Elijah no lo viera con buenos ojos, Miles Brown estaba intentando enmendar sus errores de la mejor forma que sabía y Emma valoraba eso, porque ella siempre quiso ser la niña de papá y no le importaba haber tenido que esperar veintiséis años para ello.
El hombre también estaba intentando acercarse a Elijah, pero ese idiota simplemente no cedía, y lo entendía. Tenía sus razones, pero vivir con rencor toda tu vida no debía ser bueno, más aún cuando alguien estaba buscando la manera de pedir perdón.
— Ness. —miré a la puerta, la sonrisa brillante de Tam saludándome. —Ya me voy, linda. —asentí. —¿Necesitas un aventón?
Lo pensé y sacudí la cabeza mirando mi celular. Tenía una llamada por hacer. —Tomaré el metro. —su sonrisa desapareció. —Está bien, aceptaré que Joshua me lleve. —no es como si prácticamente no lo hubiese estado haciendo en las ultimas semanas.
Ante mi negativa, el hombre me había seguido a la estación y tras verme dentro se dirigía a mi casa y esperaba a que llegar a la estación siguiente, siguiéndome todo el trayecto hasta que cerraba la puerta.
— Son ordenes del señor Brown.
Algo tiraba de mí cuando esas palabras salían cada noche. Elijah nunca había sido amable conmigo y los últimos meses fue un completo idiota así que me sorprendía su nivel de dadivosidad en lo que a mi seguridad en las noches se refería.
— Perfecto. Nos vemos, hermosa. —asentí, viendo como desaparecía de la puerta y se perdía en el pasillo.
Mi mano derecha fue a mi boca inconscientemente. Me había besado, no solo una sino dos veces. Y no iba a negar que pensé mucho en ello. Elijah no era mi tipo de hombre, pero ese roce de labios a medio tocar me sacó de orbita por la sensación de perdida cuando se alejó.
Al primero no le di muchas vueltas, pero por alguna razón el segundo, se sintió...casi real. La mirada cariñosa que me dio incluso aunque se trató de un simple teatro me llenó.
Olvídate de eso, Vanessa.
Elijah solo estaba siendo amable, compensándome por ser un maldito imbécil desde que comencé a trabajar aquí. Eso era. No podía colocar mas ideas en mi cabeza de las que ya estaban. Era algo absurdo.
Marqué el número de Elena, agradeciendo en voz baja cuando la línea quedó descolgada al segundo timbre. —Hola, cielo. —su voz sonaba cansada y angustiada.
— ¿Todo bien?
Suspiró. —Acabo de llegar del hospital, ¿sucedió algo?
— Odio tener que hacerte esto, pero quería pedirte si podías ir a comprobar a Elijah. —tragué en seco cuando las palabras salieron de mi boca queriendo tomarlas de vuelta. ¿qué hacía yo preocupándome por ese hombre?
— ¿Le pasó algo?
— Hablé con él y no se oía nada bien. Estoy algo preocupada. —su ligera risa resonó en mis oídos.
— En una hora voy, no te preocupes. —la sonrisa se extendió en mi rostro. —Tengo que hacer un par de cosas en la casa antes, pero te llamaré al llegar.
— Gracias, Elena.
— No tienes que darlas, cielo. Mala hierba nunca muere, ¿recuerdas? —se burló, para luego despedirse y colgar.
¿Por qué hice eso?
(...)
Dos semanas después.
— ¿Necesitas que me quede? —su rostro preocupado se encontró con el mío mientras pasaba de mirar su teléfono en su mano.
— La reunión es mañana, tengo que dejar todo listo. Tú puedes quedarte o irte, sé que estas noches no han sido del todo tranquilas con todo el ajetreo. —se quitó la chaqueta del traje, tirándola con todo y celular al sofá.
— Me quedaré. —las palabras salieron sin consultarlas con mi cerebro. —¿Le pasó algo a Ed? —sus ojos grises me observaron con tristeza.
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Editado: 18.08.2024