Vanessa.
Desperté, tomándome un par de segundos para acoplarme a la luz que entraba por la ventana de la habitación del hotel. Sonreí un poco al sentir el brazo de Elijah aferrándose a mi cintura mientras su respiración chocaba contra la piel desnuda de mi cuello.
De verdad estábamos aquí de nuevo luego de tantos meses separados. Si bien ayer cuando planeé este teatro tenía la esperanza de que llegara, en el fondo una parte de mí no quería aferrarse a ella. Ya habíamos pasado por tanto que supe que si no lo arreglábamos anoche sería el final de una buena vez.
Agradecía no haber desistido de mis ideas en realidad. Elijah era el único hombre con el que quería estar algún día. Nunca creía que ese idiota que tanto llegué a detestar se convirtiera en mi razón de sonreír en las mañanas y aquí estábamos, completamente desnudos luego de "recuperar el tiempo perdido" como lo llamó.
Sus dedos comenzaron a pasarse con suavidad por mi abdomen yendo y viniendo con lentitud mientras se removía un poco tras de mí. —No quiero abrir los ojos. —solté una risita cuando las palabras golpearon en mí oído.
Mi mano se encontró con la suya, deteniendo sus movimientos para luego girarme y poder encararlo. Sus ojos seguían cerrados cuando me volteé. —¿Por? —mi dedo índice fue a sus labios, repasando la curva que comenzó a generarse al sentir mi toque.
— La última vez que estuvimos así actué como un idiota. —expresó. Sí, lo hizo, pero eso no venía al caso ahora. No teníamos un justificante más que el hecho de que nos amábamos para lo que hicimos anoche. No había hormonas de embarazada haciendo estragos en mi sistema para que me abalanzara sobre él. Solo éramos él y yo. Tal como antes. —Lo pienso y solo quiero golpearme por ello. —sus ojos seguían cerrados, provocando que soltara una carcajada por las expresiones de su rostro.
— Recuerdo haberte dicho que lo idiota no se te quitaría. —sonrió, una verdadera sonrisa mañanera que me descolocó.
— ¿Aún lo crees?
Me acerqué, depositando un cálido beso en sus labios que se fruncieron al alejarme. —Lo sigo corroborando todos los días. —me burlé. Sus ojos se abrieron, parpadeando al notar la claridad que llenaba la habitación.
— Se nos olvidó cerrar la cortina. —la picardía brilló en sus ojos. —Aunque valió la pena. —rodé los ojos, aunque mi centro palpitó recordando como me tomó en el balcón hace nada más un par de horas. El miedo mezclado con el peligro colocó mis niveles inhibición por debajo de lo normal al punto que solo dejé que me arrancara el camisón y me estampara contra la pared saciando nuestro deseo por el otro. —¿Quieres repetirlo?
— Quizá otro día.
— Yo digo que ahora. —volvió a colocar su mano en mi cintura, subiendo y bajando por la curva.
— Eres un exhibicionista. —reí, sabiendo que no iba a hacerlo.
— Tengo complejo de arrogancia. —se acercó un poco, su mano bajando con suavidad de mi cintura a la curva de mis nalgas. Se tomó su tiempo, pero cuando llegó a su destino, apretó un poco pegándome contra él. —Me encanta la idea de que el mundo sepa que eres mía.
— ¿Qué hay de ti? ¿Eres mío? —toda la noche lo repitió, y aunque sonara a posesividad, me encantaba. Mi loca psicópata interna se sentía satisfecha, aunque mi sentido común gritara corre. No había vuelta atrás con este hombre, no para mí.
— ¿Quieres un anuncio en todas las revistas importantes de la ciudad? —tomó mi labio inferior entre sus dientes, lamiendo un poco al separarse y dejándome con ganas de él. —Lo tienes. —amasó mis glúteos. —¿Quieres que me tatúe tu nombre en mi cuerpo? —su mano llegó a mi entrada, haciéndome abrir las piernas por la espera. —Hasta en mi polla si lo deseas.
— Siempre dañando el roman...ahhhh. —gemí al sentir el roce de sus dedos en mi intimidad.
— No te gusta el romanticismo barato, Vanessa. —sí, me gustaba, pero me encantaba el romanticismo lleno de morbo y posesión que salía de su boca solo en mí dirección. —Te encanta esto, que te diga todas y cada una de las cosas que quiero hacerte. Te enciende. —sus ojos se encontraron con los míos llenos de deseo e intensidad. —Estás tan mojada y apenas si te he tocado un poco.
— Arrogante de mierda. —jadeé al momento en que introdujo uno de sus dedos sin previo aviso, mis jugos dándole la facilidad que necesitaba.
— ¿Arrogante? —asentí, algo aturdida intentando sostenerle la mirada. Sus ojos hacían juego con su sonrisa mostrándome lo satisfecho que estaba por tenerme hecha un manojo de nervios solo para él. —¿Quieres que este arrogante te deje de tocar? —rápidamente sacudí la cabeza, su mano siguiendo su trabajo al sacar el dedo y meter dos en su lugar.
— Elijah. —mi mano derecha fue a su hombro, apretándolo un poco. A pesar de que estaba acostada en la cama, en este punto mis fuerzas no estaban de mi lado. —Deja de jugar conmigo.
— Hago todo contigo menos jugar.
— Sabes a que mierda me refiero. —chillé, tirando mi cabeza hacia atrás cuando su boca atacó mi cuello, mordisqueando un poco mientras seguía la tortura en mi entrada.
— ¿Qué quieres, hermosa? —me obligué a mirarlo. —No te haré nada si no me dices exactamente que deseas.
— Eres un...—su boca tomó la mía, aprovechando el acceso para meter su lengua y tentarme.
— Solo dilo.
— ¿Qué pretendes, Elijah? —me aferré a sus hombros cuando la sensación de perdida se instaló en mi cuerpo al sacar sus dedos.
— Te dije que sacaría la diablilla en ti, Vanessa Campbell. —repasó mis senos, mojándolos con la humedad que ahora estaba en sus dedos. —Me ha encantado corromper al ángel que entró a mi oficina creyéndose correcta y pura.
— ¿Ah sí? —sonreí, tomando la iniciativa y subiéndome a horcajadas sobre él. Su miembro se presionó contra mi entrada, haciéndome soltar un gemido de placer por la fricción. El deseo de moverme y empalarme estaba allí, pero me contuve. Él tenía razón, maldito egocéntrico. Yo había cambiado, o tal vez solo sacó la parte reprimida de mí. Pero no me importaba, no me avergonzaba aceptar que amaba la polla de este hombre y como me hacía sentir. —Yo te volví un blandengue soltando palabras amorosas.
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Editado: 18.08.2024