Halliester Bay Academy (academia para chicos problemáticos)

25. El fantasma de la bahía Halliester

         Mis planes para este fin de semana eran convencer a Janna de que me saque de este lugar y así poder quedarme en casa, pero siendo honesta, ahora mismo, dadas las circunstancias prefiero estar aquí, lo que es bastante inusual, pero no quiero pensar en eso, ni en nada.

         Después del incidente me pasé toda la mañana del domingo echada en cama junto al bulto resacado que era mi prima. A Janna no volví a verla, y solo pensar en salir de mi cuarto y toparme con ella me hacía un desastre en las tripas, así que preferí venir al internado lo antes posible.

         Mientras Camille habla hasta por los codos y se menea en el asiento delantero, Wyatt se la ha pasado mirándome por el retrovisor cada que tiene la oportunidad, lo que vuelve muy incómodo este asunto. Esa noche fue mi ancla, bueno, él siempre lo es, aunque eso no es algo que yo diría en voz alta.

         A pesar de que siempre estamos a la defensiva el uno con el otro, le he contado un montón de cosas a Wyatt y el a mí, esos días en los que sencillamente estoy cansada de ser una demente. Me atrevería a decir que es la persona que más me conoce y en la que más confío, junto con Camille, pero ella es una bomba de tiempo, por lo que Wyt está en primer lugar en la lista.

         Le he dicho cosas que creo jamás le diría a alguien más y aunque lo fastidio la mayor parte del tiempo, he de admitir que es un amigo increíble. La realidad es que él ya sabía un poco de mi situación con Janna, pero jamás había sido testigo de una de sus recaídas, ni de las mías. Ahora ni siquiera sé cómo mirarlo a la cara, de todas las cosas vergonzosas que me ha visto hacer, esa sin duda se llevó el premio. Ni siquiera cuando entre él y Camille me vieron la pantufla peluda me sentí tan avergonzada.

         —¿Si me están escuchando? —pregunta Camille, luego de darse cuenta del silencio sepulcral.

         Ni él ni yo decimos media palabra, incluso podemos escuchar el ronroneo del coche y el sonido del aire acondicionado.

         Ella parece impresionada, o indignada, la verdad es que no sé, me importa más ver la hierba alta del camino.

         —¿Hola? —Menea ambas manos en el aire—, tierra llamando a dos idiotas.

          Nada, yo apenas suspiro.

         Ella resopla y se resbala en el asiento.

          —Pero que amargados andan ¿se puede saber que mosca les picó? —se queja, después rueda los ojos.

          El fastidio le dura hasta que estamos atravesando el gran portón de la entrada en la academia.

         Camille se endereza y se muerde el labio con entusiasmo.

         —¡¿Puedo entrar contigo?! —pregunta después de dar un salto en el asiento para girarse y verme.

         La miro de reojo, con la barbilla apoyada en mi mano.

          —No. —mascullo.

          Ella resopla y hace unos cuantos pucheros de niña pequeña, que no le van para nada, tiene cierto aire de actriz porno.

         —¿Por qué eres tan egoísta? —se cruza de brazos y piernas—, quieres disfrutar tu sola de esos bombones. Y mira que yo no te culpo, si yo fuese la que se estuviera comiendo al bombón de Axton tampoco quisiera que alguien viniera y...

          El coche se detiene de golpe, a pocos pasos de la entrada a la academia. Camille y yo salimos disparadas hacia adelante, yo me pego la cabeza con el espaldar del asiento de Wyatt y luego rebota para aterrizar contra el cristal a mi lado, mientras que la frente de Camille se estrella momentáneamente con el vidrio delantero.

          Wyatt gira la llave en el contacto y el auto deja de ronronear.

           —¡Maldición!¿Por qué tratas de matarme? —me quejo, mientras me froto el golpe; de aquí fijo me sale un cuerno.

          Camille apenas está volviendo en sí, mientras que Wyatt se aferra al volante, completamente momificado.

           —¿Te volviste loco? —agrega Camille.

          —¿Estás sordo, animal? —insisto, pero Wyatt es una piedra.

          —¿Saben qué? Estoy hasta el culo de todo y de ustedes, me largo de aquí, hasta nunca —refunfuño, mientras cojo mi mochila y me la echo al hombro.

          Justo cuando pretendo abrir la puerta todos los seguros del coche bajan repentinamente. Forcejeo un poco la puerta, sin entender del todo lo que sucede.

          —Déjame salir, pesado —le ordeno—, de verdad que parece que conspiran en mi contra. Solo quiero un mísero segundo de tranquilidad y ustedes...

          —¿Ese cretino va contigo aquí? —me mira a través del retrovisor.

          —¿De qué mierda hablas ahora? —ruedo los ojos.

         —De Axton, Jorden ¡¿Ese patán va contigo a la academia?! —ruge.

          Camille parece genuinamente impresiona y hasta intimidada con su actitud, incluso se queda en total silencio.

         —Sí, somos...compañeros de cuarto, algo así —admito.

         Por el espejito puedo ver como el parpado del ojo derecho de Wyatt tiembla. Así se la pasa un rato, en el que Camille y yo solo esperamos que diga algo, que reaccione, que respire o lo que sea.

          Ella y yo nos damos una mirada rápida, está cada vez más rojo y aprieta el volante como si buscara desintegrarlo en sus manos.

         —¿Estas bien? —Camille le pone la mano en el hombro y eso es todo lo que él necesita para volver en sí.

        Sin darnos una respuesta vuelve a girar la llave y el coche se enciende, mueve la palanca y mira por el retrovisor central. Empieza a dar reversa.

          —¿Qué estás haciendo? —junto las cejas y miro hacia atrás.

           Wyatt no dice nada, solo ladea un poco el cuerpo para ver mejor lo que está haciendo.

          —¿Hola? —muevo mi mano delante de su cara un par de veces, pero es como carne de fantasma para él.

          Resoplo y le suelto un guantazo en la frente, la tiene sudada y ardiente.




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