Hanna
Aún no puedo creer que esté en mi lugar con el idiota de Jonathan y menos haberle dicho una parte de mi historia, nunca pude sincerarme, ni con Cole.
A pesar de haber visitado incontables clínicas en busca de un buen psicólogo y poder superar esta pequeña parte de mi pasado, ninguno logro lo que el chico-quien aún me mantiene entre sus brazos- pudo.
Jonathan sin darse cuenta, me ayudó en uno de mis ataques, puede que no se haya dado cuenta o tal vez si, pero una pequeña parte de mi lo agradece por no haberme dejado en ese momento.
La confianza que me transmitía era la misma que aquella sombra entre los árboles, eso me confunde y molesta en partes iguales. El hecho de volver a permitirme sentir algo por alguien me desestabiliza por completo y además de saber si Jonathan es quien me seguía en las noches o madrugadas hasta este sitio me hace pensar en muchas cosas extrañas.
Otro hecho curioso es la extraña conexión que estoy comenzando a tener con este individuo. Cómo le dije anteriormente, a nadie le permití ver más allá de mi máscara de frialdad, pero con el me dejé llevar sin problemas.
¡¡Dios, hasta lo estoy dejando abrazarme!! Aunque se siente bien estar entre sus brazos.
Aún tengo la tela de su camisa entre mis manos y mi cabeza en su cuello, olerlo me lena de paz, esa que solo conseguía cuando estaba con mis audífonos.
Muy fácilmente podría reemplazarlos por la cercanía de este chico…
La idea me aterra, no quiero depende de alguien sabiendo que dentro de nada puede que cambie de parecer y quiera alejarse. No quiero sentir eso una vez más.
Debo alejarme, no importa cuán segura me siena, esto no debió pasar.
Presiono mis manos contra su pecho con la intención de darle fin a este abraso. El no parece contento con la idea, ya que ejerce más fuerza en su agarre.
-Jonathan- logro articular con dificultad Dios, ¿este chico que come que tiene tanta fuerza? – Idiota…no respiro.
Parece recapacitar puesto que de a poco va relajando los músculos y ejerciendo menos fuerza, dándome paso libre para romper con el contrato y alejarme lo suficiente.
-Lo siento pequeña- él se rasca la parte trasera de su cabeza- No medí la fuerza.
-No, claro que no lo hiciste- pongo los ojos en blanco- Deberíamos volver, no quiero que Cole arme una escena por haber pasado la madrugada fuera de casa.
Mentira, te la pasas fuera de casa y Cole nunca dice nada. Mi conciencia como siempre jodiendiendo.
Solo intento volver a ser la Hanna fría y distante, tomar las fuerzas necesarias para no volver a ser la chica débil, se supone que esa chica no debía de existir desde lo sucedido con mi madre y el tiempo que pase en el orfanato…
No vallas ahí Hanna, ya superase eso y no queremos volver a lo de hace media hora.
Mi conciencia tiene razón, esto nunca debió para.
Comienzo a caminar colina abajo dejando a un Jonathan confundido por mi repentino camio de humor; ¡Ja! Ni yo me aguanto cuando estoy así -que es la mayor parte del tiempo- y el niño lindo intenta hacerlo.
-¡Hey espera!
-Rápido que se supone debo ir al Instituto-Claro, como si eso me interesara.
Escucho las pisadas del Idiota acercarse a paso rápido.
-Son las cinco diecinueve y según tu horario debes estar a eso de las ocho- dice una vez me alcanza- y no tendrás la suficiente energía si solo duermes tres horas, algo que dudo hagas.
El idiota tiene razón, pero -de todo lo que dijo- lo único que llamo mi atención es el hecho de que se sabe mi horario cuando ni yo me lo he memorizado tan rápido.
-¿Cómo es que sabes mi horario de memoria?- mi pregunta lo toma por sorpresa.
A unos cuantos pasos visualizo la camioneta, es una belleza de vehículo, claro que no le gana a mi hermosa moto, pero hay que darle crédito al chico y a esa máquina de cuatro ruedas.
-Bueno, puede que le haya preguntado a tu hermano la hora de entrada y salida- nos detenemos en el lado de copiloto, lo miro con una ceja arqueada- quería ser quien te buscará…
-Ok, ¿si sabes que eso es considerado acoso? -intento usar un tono menos cortante- además, nunca le he dado el horario de mi hermano, siquiera cruzamos más de dos palabras.
El solo sonríe como un niño que fue cachado haciendo una travesura, luce apenado y su piel tostada toma un color rojizo; se ve tan tierno…
¿Qué mierda Hanna? ¿Desde cuándo algo en él te parece tierno?
Desde el momento en el que bajaste unas cuantas barreras. Contesta una vocecita en el lugar más recóndito de mi cabeza.
Esa maldita vocecita que había dejado de escuchar y que gracias a que llevo más de dieciséis horas sin mis auriculares vuelvo a escucharla.
-¿En qué piensas pequeña arpía?- su aliento rosa la piel de mi cuello.
-En que debes dejar de invadir mi espacio- Dios, por más exquisito que se sienta su cuerpo muy cerca al mío, no puedo dejar que su cercanía me afecte tanto- vamos niño lindo.